1.
En los últimos 25 años, el mundo académico americanista ha cambiado mucho. Hace unos 25 años, existían relativamente pocas descripciones lingüísticas completas, la documentación lingüística no había despegado realmente y el movimiento de revitalización era incipiente. Ahora todas estas cosas han mejorado mucho. Al mismo tiempo, estamos todos conscientes de que queda mucho por hacer. En el presente artículo, trataré de hacer el balance de dónde nos encontramos como comunidad investigadora de americanistas, dando una visión general de algunos de los resultados que se han logrado, en términos de la documentación y el estudio de las lenguas indígenas de América del Sur. Al hacerlo, quisiera destacar en qué sentidos son importantes las lenguas indígenas de Sudamérica. A continuación, haré algunas sugerencias acerca de dónde pueden estar los retos y oportunidades en el futuro. Se trata, necesariamente, de una selección muy incompleta, que refleja mis elecciones personales, pero espero que sea una contextualización útil de la situación en que se encuentra la investigación lingüística sudamericana.
El mapa lingüístico de Sudamérica muestra una diversidad asombrosa, sobre todo en lo que se refiere al número de unidades genealógicas. Según el Glottolog (Hammarström et al., 2024), Sudamérica tiene casi 600 lenguas indígenas conocidas, divididas en 110 unidades genealógicas. Campbell (2024) no se compromete con ningún número de lenguas de América del Sur, ya que muchos aspectos del panorama lingüístico son aún poco conocidos, incluido el estatus de las variedades lingüísticas como dialectos o lenguas, y el hecho de que aún existe un buen número de grupos no contactados de los que desconocemos la(s) lengua(s) que hablan. Con estas salvedades, Hammarström et al. (2024) y Campbell (2024) coinciden, sin embargo, en dos aspectos principales: existen muchas unidades genealógicas en Sudamérica, el tamaño medio de las familias lingüísticas es muy bajo y hay un número desproporcionadamente alto de lenguas aisladas (más de la mitad de las unidades genealógicas reconocidas en Campbell, 2024). El cuadro 1, tomado de Van Gijn (forthc.) muestra las diferencias entre varios macro-áreas del mundo. Como se puede ver, Sudamérica es excepcional en la cantidad de unidades genealógicas reconocidas. Las familias lingüísticas tienden a ser muy pequeñas, con un promedio de 5 miembros por familia lingüística.
Frecuencia de lenguas y familias en los macro-áreas del mundo (basado en Hammarström et al., 2024)
Hay que tener cuidado al leer este cuadro. Representa el estado actual de los conocimientos sobre las familias lingüísticas de América del Sur, pero la lingüística histórica de las lenguas indígenas sudamericanas sigue desarrollándose y se siguen haciendo regularmente propuestas de agrupaciones alternativas (Adelaar, 2008; Rodrigues, 2009; Ribeiro & Van Der Voort, 2010; Seifart & Echeverri, 2014; Epps & Bolaños, 2017; Nikulin, 2020; Valenzuela & Zariquiey, 2023). No obstante, parece poco probable que los avances de la lingüística histórica acaben convirtiendo a Sudamérica en un continente genealógicamente homogéneo.
Además de la diversidad genealógica, las lenguas de Sudamérica presentan una enorme diversidad gramatical. La propuesta de Dahl (2008) para medir la distribución de la diversidad estructural se enmarca en el problema del muestreo lingüístico para estudios tipológicos. Intenta llegar a una muestra estructuralmente diversa al máximo, y concluye que las Américas han estado infrarrepresentadas en las muestras tipológicas, ya que presentan más diversidad interna que otros continentes. Cysouw (2011) y Comrie (2016) se centran en la presencia de la cantidad de rasgos estructurales raros en los perfiles lingüísticos, de diferentes maneras. En el estudio de Cysouw, la Amazonia occidental emerge como uno de los centros donde se concentran las lenguas con un elevado número de rasgos raros. Comrie (2016) muestra que las Américas, en general, están sesgadas hacia una mayor proporción de lenguas atípicas que los patrones globales. También identifica provisionalmente una zona de alta atipicidad que denomina «Amazonia remota», que corresponde aproximadamente a la Amazonia central.
Por desgracia, como todos sabemos, la mayoría de las lenguas indígenas de Sudamérica, si no todas, se encuentran en una situación precaria. Muchas lenguas están perdiendo hablantes, sufren interrupciones en la transmisión y se utilizan cada vez en menos ámbitos. Una vez más, Sudamérica se encuentra entre las zonas del mundo con mayor proporción de lenguas en peligro de extinción y mayor proporción de lenguas dormidas (Bromham et al. 2022). Y las proyecciones de futuro tampoco parecen muy buenas. Según Bromham et al. (2022), se prevé un aumento constante de las lenguas en peligro de extinción, pero a la vez un fuerte incremento de las lenguas durmientes. Esto es tanto más alarmante cuanto que hay mucho en juego. El patrimonio lingüístico de América del Sur presenta un legado muy valioso en varios niveles.
2.
Un legado único, valioso y frágil: La importancia de las lenguas indígenas de Sudamérica
La diversidad lingüística del continente no solamente es alta, sino que también es única y altamente informativa en varios sentidos. En la presente sección, analizaré las diversas formas en que la diversidad lingüística sudamericana aporta información a teorías más generales sobre la historia humana (2.1), la cognición humana (2.2) y conocimientos ecológicos (2.3).
Según nuestros conocimientos actuales, Sudamérica es el principal foco de lenguas aisladas y pequeñas familias lingüísticas. América del Sur cuenta con más de un tercio de todas las lenguas aisladas conocidas (van Gijn et al., 2022), y el número medio de lenguas por familia lingüística en Sudamérica es, con diferencia, el más bajo del mundo (véase cuadro 1, arriba).
Esta distribución particular de lenguas y familias lingüísticas en Sudamérica ofrece nuevas perspectivas para modelos y teorías existentes sobre la propagación de las lenguas y la diversificación lingüística. Un ejemplo de ello es la hipótesis muy dominante de la dispersión de la agricultura y el lenguaje de Diamond & Bellwood (2003). En su forma más estricta esta hipótesis afirma que la agricultura prehistórica se dispersó junto con los genes y las lenguas humanas. Es decir, que se considera que el desarrollo de la agricultura (intensiva) es la fuerza principal de la difusión de las lenguas en el mundo.
Como muestran Heggarty & Beresford-Jones (2010) para los Andes, los inicios del cultivo de plantas son contemporáneos a los inicios del cultivo de plantas en Oriente Medio, remontándose a unos 10.000 años; pero el desarrollo posterior hacia la agricultura intensiva fue más lento, lo que condujo a un crecimiento demográfico y una expansión familiar más tardíos. Los factores que han influido en este desarrollo relativamente más lento de la agricultura intensiva están relacionados con la geografía de las Américas, en general, y de los Andes, en particular. En primer lugar, se sugiere que la diversidad ecológica y los impedimentos topográficos a la difusión de ideas y tecnología frenaron el desarrollo de la agricultura en toda América (Diamond, 1997), y en los Andes, en particular (Heggarty & Beresford-Jones, 2010). Si a esto añadimos la falta de animales domésticos que permitieran ampliar las actividades agrícolas, la considerable modificación del paisaje que se requiere para cultivar eficazmente en los Andes montañosos y la relativa falta de hidratos de carbono en la dieta primitiva basada en plantas domesticadas, se puede entender que pasara mucho tiempo antes de que la producción de alimentos alcanzara un umbral que permitiera el crecimiento de la población y la expansión de las lenguas en los Andes (Heggarty & Beresford-Jones, 2010).
El argumento puede extenderse también a la Amazonia, aunque con circunstancias parcialmente diferentes. Al igual que en los Andes, las expansiones lingüísticas de las principales familias en Mesoamérica parecen ser en general más antiguas que las de la Amazonia (e.g. O’Connor & Kolipakam, 2014; Michael, 2021; van Gijn et al., forthc.). Algunos de los factores relevantes para los Andes pueden trasladarse a la Amazonia (falta de animales domesticados y cereales ricos en carbohidratos – Diamond, 1997; Bellwood, 2005). También hay indicaciones que el cultivo y la domesticación de plantas en la Amazonia comenzaron tan pronto como en los Andes - y en México (Piperno & Pearsall, 1998). Sin embargo, a diferencia de los Andes, la cuenca del Amazonas, a pesar de una enorme variedad ecológica en términos de especies vegetales y animales, ofrece circunstancias climáticas relativamente similares a través de una gran área, y a excepción posiblemente de unos pocos ríos importantes, no parece haber obstáculos topográficos para el movimiento o la propagación (Epps, 2020). No obstante, los aumentos de población que pueden atribuirse al desarrollo de la agricultura intensiva no parecieron desarrollarse hasta probablemente mediados o finales del Holoceno, hace unos 5.000 a 4.000 años (Denevan, 2001; Goldberg et al., 2016).
Existe cierto debate sobre cómo deben interpretarse estos hechos. Algunos autores han argumentado que la disponibilidad de fuentes alternativas de alimentos permitió a los grupos amazónicos continuar con su estilo de vida cazador-recolector, junto con los primeros inicios de la agricultura, lo que redujo la necesidad de una agricultura intensiva (Fritz, 1990). Otros autores, en cambio, han subrayado que cultivos como la mandioca y el boniato son, a menudo, equivalentes en valor calórico al maíz, y que cada vez hay más pruebas arqueológicas, especialmente en la Alta Amazonia, de un estilo de vida sedentario temprano y de considerables modificaciones del paisaje (véase Iriarte 2007, y sus referencias). Es evidente que se necesita más investigación para comprender el desarrollo de la agricultura en Sudamérica y su relación con la evolución demográfica y la expansión de las familias lingüísticas. Sin embargo, lo más importante es que los datos lingüísticos de Sudamérica nos obligan a replantearnos nuestras teorías sobre la historia de la población. Teniendo en cuenta estas advertencias, el desarrollo tardío de la agricultura intensiva y las expansiones familiares tardías concomitantes pueden haber contribuido significativamente a que Sudamérica tuviera relativamente pocas lenguas. Los modelos que predicen la diversidad lingüística y que se basan en factores climáticos y topográficos muestran residuos negativos para la mayor parte de Sudamérica (Hua et al., 2019). Asimismo, la gran diversidad genealógica encontrada en el continente ha generado debates fundamentales sobre la época y el lugar de las oleadas iniciales de población, el ritmo de diversificación de las lenguas y el grado de aislamiento o contacto entre los grupos. Este debate sigue abierto, con nuevos descubrimientos que retrasan la fecha de la población inicial, acercándose cada vez más a una fecha compatible con una primera sugerencia de Johanna Nichols, basada en datos lingüísticos (Nichols, 1990), aunque sigue habiendo un diferencia considerable.
La tipología lingüística tiene varios objetivos. Una de las metas más importantes es formar una idea de estructuras lingüísticas posibles y/o probables en las lenguas del mundo. Estas distribuciones de frecuencia nos dicen algo sobre las estructuras preferidas y no preferidas y sobre lo que es más o menos probable que ocurra en la evolución del lenguaje. A su vez, la idea es que la aparición de patrones comunes en todas las lenguas se rige por preferencias y limitaciones cognitivas y comunicativas. Para alcanzar estos objetivos, es de suma importancia contar con una muestra de lenguas que sea representativa de las lenguas del mundo. Durante mucho tiempo, las lenguas sudamericanas estuvieron infrarrepresentadas en las muestras tipológicas, pero esta situación ha mejorado considerablemente, sobre todo gracias al aumento de los esfuerzos de descripción y documentación de lenguas.
En consecuencia, las lenguas sudamericanas han empezado a contribuir significativamente a la tipología y la teoría lingüísticas. Por ejemplo, Derbyshire (1977) publicó una famosa réplica a (Greenberg, 1963) Greenberg y, sobre todo, a Pullum (1977), que afirmaban que las lenguas de objeto inicial no existían, en la que analizaba la estructura de la cláusula de la lengua caribe hixkaryana, complementada posteriormente con datos de otras lenguas amazónicas (Derbyshire & Pullum, 1979). Esto corrigió la afirmación de que no eran posibles los lenguajes iniciados por objetos.
Más recientemente, los datos de las lenguas sudamericanas han contribuido a la cuestión fundamental de la autonomía de la morfología y la sintaxis, como subsistemas de las lenguas (e.g. van Gijn & Zúñiga, 2014; Tallman & Epps, 2020). Esta idea de los subsistemas autónomos, fundamental para varias teorías lingüísticas, se ve cuestionada por la naturaleza polisintética, la riqueza morfológica y la gran variedad de elementos clíticos de las lenguas sudamericanas, en particular las amazónicas. Estos datos sugieren una relación mucho más gradiente y entrelazada entre morfología y sintaxis.
Un tercer ejemplo reciente se refiere a la posición de un elemento negador en las construcciones de negación estándar. En general, existe una clara preferencia por los negadores preverbales frente a los posverbales (e.g. Dryer, 1988; Dahl, 2010; Dryer, 2013; Vossen, 2016). Esta preferencia por los negadores preverbales se ha atribuido a ventajas de procesamiento cognitivo, relacionadas con el procesamiento lineal del lenguaje hablado. Con la negación posverbal, el oyente debe volver a calcular el valor proposicional retroactivamente, lo que se considera más costoso (Dryer, 1988; Krasnoukhova et al., 2023). En Sudamérica, el patrón es inverso: los negadores postverbales son más comunes que los preverbales (Krasnoukhova et al., 2023). Esto cuestiona cualquier explicación de procesamiento universal de una preferencia universal por la negación preverbal.
Hay muchos más ejemplos de contribuciones significativas de las lenguas indígenas sudamericanas a nuestro conocimiento de la gama de construcciones posibles y probables en las lenguas del mundo. Por citar sólo algunos ejemplos:
La lista es sumamente incompleta y representa una colección arbitraria de contribuciones significativas de las lenguas sudamericanas a la lingüística general y a nuestro conocimiento de las construcciones posibles y probables en las lenguas del mundo.
Un tercer ámbito en el que se pone de manifiesto el valor del patrimonio cultural indígena de Sudamérica es el de los conocimientos tradicionales, que, a menudo, están codificados en la lengua o, en cualquier caso, suelen estar amenazados junto con ella. Cada vez está más clara la importancia que tiene la supervivencia de las lenguas y las culturas indígenas para los hablantes. En un estudio reciente, Cámara-Leret & Bascompte (2021) demostraron que la inmensa mayoría de los conocimientos indígenas sobre el uso de las plantas son únicos (hasta el 91% en el noroeste de la Amazonia) y sólo se conocen en una única lengua. También demostraron que la principal amenaza para la persistencia de estos conocimientos no es el peligro de extinción de las especies vegetales, sino el peligro de extinción de la lengua. La pérdida de este tipo de conocimientos puede tener consecuencias directas para el bienestar de los grupos individuales. Así lo corrobora un estudio más detallado de los tsimane en Bolivia (McDade et al., 2007) que demostró que el grado de conocimiento de las plantas medicinales indígenas tiene un impacto directo en la salud de los niños. Se analizaron tres tipos de enfermedades y en todos los casos se observó un mayor índice de enfermedades en las comunidades, con un grado relativamente bajo de conocimientos ecológicos tradicionales.
Del mismo modo, los estudiosos han sugerido una clara correlación entre la diversidad ecológica y la diversidad lingüística. Gorenflo et al. (2012) definen treinta y cinco focos de diversidad lingüística en el mundo y demuestran que alrededor de la mitad de las lenguas que conocemos se hablan en ellos. Además, muchas de las lenguas habladas en los puntos críticos de diversidad son endémicas de esas zonas. Esto sugiere que estas lenguas suelen tener una difusión geográfica reducida. Gorenflo et al. (2012) subrayan que no se sabe muy bien cuáles son las causas de esta correlación entre biodiversidad y diversidad lingüística. En parte, la correlación puede explicarse por el hecho de que, tanto la biodiversidad como la diversidad cultural, pueden sobrevivir en lugares más remotos, alejados de las culturas más dominantes en expansión. Sin embargo, esto es, en el mejor de los casos, parte de la explicación, pero parece haber más factores en juego que influyen tanto en la diversidad cultural como en la lingüística. Otro posible factor puede residir en la filosofía y las prácticas de gestión del paisaje, basadas en conocimientos tradicionales que han evolucionado a lo largo de muchos años y que se adaptan al entorno.
Esto es lo que sugiere un estudio en profundidad, de nuevo con los tsimane de Bolivia, sobre la relación entre los conocimientos ecológicos tradicionales y la conservación de los bosques (Paneque-Gálvez et al., 2018). Descubrieron que los bosques del entorno directo de las aldeas tsimane, con una mayor concentración de conocimientos ecológicos tradicionales (medidos en términos de conocimiento de las plantas), mostraban un mayor grado de conservación. Esto era cierto, tanto en lo que respecta al porcentaje de bosque antiguo como al tamaño y la forma de las parcelas individuales de bosque antiguo y al bajo grado de fragmentación de los bosques antiguos. Este resultado subraya la importancia del mantenimiento de los conocimientos ecológicos tradicionales, tanto para la ecodiversidad global y regional como para el sustento de las comunidades indígenas locales.
En resumen, cada vez hay más pruebas que apoyan la idea de que la preservación de las lenguas y las culturas tiene efectos beneficiosos para el bienestar de los grupos de hablantes (véase también Whalen et al., 2016, 2022) y para una ecología sostenible (Véase también Nettle & Romaine, 2002; Gafner-Rojas, 2020). La siguiente descripción, del Endangered Language Project (www.endangeredlanguages.com) citado en (Grenoble & Whaley, 2021) resume la importancia de las lenguas nativas para sus hablantes (mi traducción): “Nuestro bienestar psicológico, social y físico está vinculado a nuestra lengua materna; ésta determina nuestros valores, nuestra imagen de nosotros mismos, nuestra identidad, nuestras relaciones y, en última instancia, nuestro éxito en la vida.”
3.
A la luz de todo este valor e importancia y el frágil estado de este legado, las comunidades de hablantes y la comunidad investigadora han respondido con una actividad impresionante. Aquí me centro en dos tipos de respuestas: los esfuerzos descriptivos y los esfuerzos de revitalización.
Si nos fijamos en la descripción y documentación de las lenguas indígenas de Sudamérica, una tradición que comenzó muy pronto con la descripción de la gramática del quechua peruano en el siglo dieciséis (de Santo Thomas, 1560), vemos que hay un aumento constante de los esfuerzos descriptivos, que se ha hecho más pronunciado desde, aproximadamente, los años setenta, y con un pico de actividad en el nuevo milenio (Figura 1). Esto ha dado lugar a una serie de maravillosas descripciones y archivos multimedia. Otra evolución clara es la mayor visibilidad de la lingüística americanista en la lingüística general. La activa comunidad investigadora ha creado una infraestructura que funciona bien, con sus propias revistas, redes de cooperación, libros de síntesis y contribuciones a la teoría lingüística, que hay que tener en cuenta (véase arriba).
Figura 1.
La evolución de la producción de gramáticas de lenguas indígenas sudamericanas 1920-2020 (de Van Gijn, 2017).
No obstante, no cabe duda de que hay margen de mejora. Aparte de que el número de lenguas con archivos multimedia sigue siendo limitado, a menudo no se dispone de productos descriptivos. Esto queda claro al considerar algunas de las familias más grandes. Si se considera que, para realizar una investigación genealógica adecuada, lo ideal es disponer de una gramática y un diccionario (siguiendo la clasificación de Hammarström et al., 2024), podríamos decir que una familia lingüística está totalmente cubierta en ese aspecto cuando todas sus lenguas han sido descritas en forma de un diccionario y una gramática. En otras palabras: se agradece una mayor descripción para aumentar la fiabilidad de las propuestas sobre la estructura interna de las familias lingüísticas, así como sobre los posibles vínculos, en profundidad, entre las unidades genealógicas establecidas. Como muestra el cuadro 2, donde se da la cobertura, en términos de existencia de diccionario y gramática completa para seis de las grandes familias del continente, el nivel de cobertura se sitúa en torno a un tercio de las lenguas. A menudo, el tipo de cobertura también se distribuye de forma desigual entre las lenguas de la familia, con una serie de ramas prácticamente sin descripción. Una nota importante que hay que añadir aquí es que es probable que varias de estas lenguas nunca lleguen a documentarse del todo, pues ya no se hablan.
Una segunda respuesta al amenazado panorama lingüístico es un considerable aumento de las actividades relacionadas con la revitalización de las lenguas. Como ya se ha discutido arriba, la mayoría de las lenguas indígenas están en peligro. Tras el desastroso impacto directo de la colonización europea, siglos de opresión y marginación han dejado sus huellas en el paisaje lingüístico de todo el continente. La presión sobre los hablantes de lenguas indígenas, especialmente los más jóvenes, para que abandonen sus lenguas, es intensa.
No obstante, en las últimas décadas se han producido algunos avances alentadores. Para empezar, muchos países de Sudamérica han aprobado leyes para proteger mejor y, en algunos casos, incluso promover el uso de las lenguas indígenas. Ejemplos de ello son el reconocimiento de varias lenguas indígenas como lenguas oficiales a lo largo del milenio en países como Perú y Bolivia, y el aumento de los derechos lingüísticos de los recursos para el mantenimiento de las lenguas de los grupos indígenas, en muchos países del continente (Gustafson et al., 2016).
También hay movimiento a escala internacional. En 2007, por ejemplo, la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (United Nations Declaration on the Rights of Indigenous Peoples : Resolution / Adopted by the General Assembly, 2007) estipuló que los pueblos indígenas tienen derecho a revitalizar, utilizar, desarrollar y transmitir a las generaciones futuras, sus idiomas, tradiciones orales, sistemas de escritura y literaturas. Además, establece que los Estados adoptarán medidas eficaces para proteger este derecho, incluso mediante la interpretación en los procedimientos políticos, jurídicos y administrativos. Otros artículos establecen el derecho de los pueblos indígenas a establecer sus sistemas educativos y medios de comunicación en sus propios idiomas y a tener acceso a la información y a la educación.
En relación con esto, algunos estados han empezado a proporcionar fondos y recursos para el desarrollo de programas de educación bilingüe. En varios países se han establecido programas estatales o al menos el derecho a la educación bilingüe (aunque con distintos grados de éxito), entre ellos México, Colombia, Perú, Bolivia, Brasil (Gustafson et al., 2016).
Un tercer punto es que las comunidades de hablantes son, en general, más conscientes de sus derechos nacionales e internacionales, y los reclaman cada vez con más frecuencia. En un reciente documento de síntesis, López & García (2016) mencionan una serie de factores que han propiciado el aumento de grupos indígenas que reclaman sus derechos. Estos factores incluyen una mayor concienciación sobre las nuevas agendas políticas nacionales e internacionales, sobre la importancia de la lengua como marcador de identidad y una creciente preocupación por el peligro que corren las lenguas.
Y también dentro de la lingüística hay una mayor concienciación y atención que antes sobre la importancia y urgencia de la revitalización de las lenguas. Y se ha convertido en una rama cada vez más importante de la lingüística, como demuestra el aumento de estudios y trabajos de síntesis sobre el tema (e.g. Lepe Lira & Rebolledo, 2014; Coronel-Molina & McCarty, 2016; Pérez Báez et al., 2016b; Callapa Flores, 2021), y la mayor importancia que los organismos de financiación conceden al impacto social, en forma de actividades relacionadas con la vitalidad de la lengua (Emlen, 2021).
Sin embargo, a pesar de estas evoluciones favorables, siguen existiendo muchos problemas. Por ejemplo, aunque es cierto que se han aprobado más leyes para proteger los derechos de los grupos indígenas y el uso de sus lenguas, en la mayoría de los casos esto no se traduce en una mayor autonomía de los hablantes. En otras palabras, siguen dependiendo de los gobiernos nacionales para acceder a fondos y recursos, lo que hace mucho más difícil desarrollar una revitalización desde la base, que cuente con el apoyo de fondos. En términos más generales, tener legislación no siempre significa que se aplique eficazmente. Gustafson et al. (2016) describen varios casos en los que existe una clara brecha entre la teoría y la práctica en todo el continente, en lo que respecta a los derechos lingüísticos.
En segundo lugar, aunque los programas de educación bilingüe son importantes, también se ha demostrado que tienen un impacto relativamente limitado en la revitalización lingüística (Hornberger, 2008). Son sólo una parte de un proceso que, por naturaleza, es mucho más amplio. Además, existen diferencias considerables entre los grupos a la hora de acceder a la educación bilingüe o a profesores con las aptitudes adecuadas para la enseñanza bilingüe, y los programas de educación bilingüe suelen diseñarse sin tener en cuenta la diversidad cultural, y con poco margen para el control local y la autodeterminación.
En tercer lugar, en muchos países, a pesar de los avances generales, sigue habiendo situaciones de desigualdad en el acceso a los recursos, lo que dificulta a los grupos indígenas la reivindicación de sus derechos y la afirmación de su voluntad. Como ejemplo, Gustafson et al. (2016) describen un caso en Colombia en el que las leyes progresistas de 2010 crearon, en la práctica, una mayor dependencia del Estado para los pueblos indígenas, que mantuvo el control sobre la concesión o denegación del reconocimiento oficial.
En cuarto lugar, aunque sí hay más conciencia de la urgencia de la vitalidad de la lengua, aún todavía no parece tener el mismo rango que otras áreas de estudio. Sigue siendo difícil conseguir financiación para proyectos totalmente centrados en la revitalización lingüística, por lo que en muchos casos sigue siendo un proyecto secundario, en el mejor de los casos (véase varias contribuciones a Pérez Báez et al., 2016b). Sin embargo, y lo que es más importante, los esfuerzos de las comunidades de hablantes han aumentado enormemente, lo que ha provocado, según López & García (2016), el crecimiento exponencial del estudio y la práctica social de la revitalización lingüística.
4.
Conclusión
En un pasado no tan lejano, el principal objetivo de los lingüistas americanistas era aumentar la descripción y documentación de las lenguas indígenas y darles más protagonismo en los debates internacionales dentro de la lingüística. Como ya se ha señalado arriba, los lingüistas han aceptado sin duda este reto, que se ha traducido en una ingente actividad descriptiva y teórica. Por supuesto, estos objetivos siguen ocupando un lugar destacado en nuestra lista de prioridades. Sigue habiendo una relativa falta de proyectos de documentación a gran escala, así como de diccionarios, por ejemplo.
En la actualidad se está produciendo un cambio en el que los proyectos de revitalización lingüística han adquirido una posición más central. Esto se debe, en particular, al creciente compromiso de los hablantes y las comunidades de hablantes con los programas de revitalización lingüística, y a una mayor conciencia en la comunidad lingüística de la urgencia de estos proyectos. No obstante, de acuerdo con Pérez Báez et al (2016a), los proyectos de revitalización se enfrentan a retos considerables en América Latina.
Enumeran una serie de factores que, en varios casos, dificultan los proyectos de revitalización en América Latina. Entre ellos figuran factores relacionados con la gran diversidad lingüística y cultural, la falta de recursos e infraestructuras y las circunstancias geográficas y geopolíticas.
- Elevados niveles de diversidad lingüística y dialectal
- Falta de recursos sociales, políticos y/o económicos
- Falta de infraestructura para apoyar proyectos, programas y actividades de planificación lingüística.
- Distancia geográfica y terreno, y fronteras geopolíticas
Además, mi impresión que los diferentes actores (responsables políticos, lingüistas, hablantes) están todavía tratando de averiguar qué papel pueden desempeñar en estos procesos. Y dado que todos los grupos implicados en este proceso tienen antecedentes culturales diferentes, esto puede acarrear dificultades adicionales de carácter más sociocultural. Pérez Báez et al (2016a) mencionan diferencias en la forma de percibir la documentación y la revitalización, las expectativas con respecto a los resultados y la comunicación sobre las condiciones éticas previas. Estos últimos factores son indicativos de un cambio más general en la investigación, para centralizar la posición de los pueblos indígenas en la investigación que les concierne. Se trata de un cambio lento, pero claramente importante y bienvenido.
Para apoyar este desarrollo, es necesario que todos los actores implicados se replanteen su papel y que pensemos cómo podemos utilizar todo lo que se ha creado para estudiar y cartografiar la diversidad lingüística en América Latina, para proteger y promover el uso de las lenguas indígenas. Hemos recorrido un largo camino, pero aún nos queda mucho por recorrer.
Agradecimiento
Esta publicación forma parte del proyecto ERC Consolidator South American Population History Revisited, financiado por el Consejo Europeo de Investigación (ERC) en el marco del programa de investigación e innovación Horizonte 2020 de la Unión Europea (acuerdo de subvención n.º 818854 - SAPPHIRE). Se agradece este apoyo.
Referencias
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