Foto 8. Mamas y Taitas validan el material recogido.
En marzo 2020, con la llegada de la pandemia, ya habíamos recogido más de 100 plantas y se había ingresado al programa Lexique-pro al menos un 60% de la información (Foto 9); sin embargo, era necesario completarla y validarla en cuanto a los usos, el nombre botánico y la taxonomía propia; así como determinar la pertinencia y calidad de las fotografías y del material audiovisual; tareas que retomamos en octubre de 2022.
Foto 9. Muestra de la descripción de una planta en la base de datos
Fuente: Archivo, Oralidad Modernidad 2019
Trabajar con Lexique-pro resultó muy interesante, no solo porque permite ordenar y visualizar los avances del proceso, sino también porque atrae a los jóvenes quienes rápidamente comprueban que estas tecnologías son sencillas de aprender y manipular; se necesita únicamente, tener la oportunidad de conocerlas. Aquí, uno de sus testimonios:
Estamos haciendo en este momento de que podamos recuperar algo y que podamos llevar a las nuevas generaciones (…). Y ha sido bien interesante este programa. Nos permite muchas cosas, ingresar fotos, audios, textos en diferentes idiomas [...] y trabajar en otras cosas. Parece difícil, pero fácil ha sido… (AF, 20/18).
Otra de las facilidades de este programa es que los datos ingresados en la plantilla se transfieren, con relativa facilidad, a un documento de word o pdf (Ver imágenes 1 a 4).
(1)
(2*)
*Foto: floradelamitaddelmundo
(3)
(4)
Nótese la riqueza de información etnolingüística que encontramos en solo cuatro plantas: (1) y (2) tienen nombres compuestos del kichwa. (1) Atuksara, del kichwa atuk ‘lobo’ o ‘zorro’, y sara ‘maíz’, esto es: ‘maíz que comen los zorros’; y (2) Aya taxu, del kichwa aya ‘espíritu de un difunto’, y tawzu ‘taxo’, ‘Taxo silvestre’o ‘Taxo del monte”. La planta en (3) Congona, es un nombre propio que parece venir de variedades de la lengua quechua propias de Perú y Bolivia, o posiblemente del jacaru, lengua aimaraica hablada en Perú (Torero 2002).
En cuanto a (4), la Jícama (Pachyrhizus erosus) es de origen mexicano, cuya denominación proviene de la lengua náhuatl. Esta planta ha sido tomada como propia en muchos lugares de América Latina y en la región de Píntag. En efecto, Don Alfredo, miembro de la comunidad de Santa Teresa de Píntag, describe las bondades nutricionales y medicinales de la Jícama, así como las precauciones que debe tenerse en cuenta, pues consideran que las flores son venenosas. Es reconocida por sus beneficios para el sistema genitourinario, y se la usa también como un refrigerio en forma de hojuelas horneadas o fritas de dulce o sal (chips), como acompañamiento de un plato fuerte, o como un té que puede tomarse frío o caliente. Al tiempo que describe los varios usos de la Jícama, Don Alfredo nos enseña cómo cultivarla, cuidarla y cosecharla (Foto 10). Más interesante aún, subraya la importancia que tiene esta planta en el mantenimiento de las relaciones comunitarias y en el mantenimiento de principios que son base de la vida en los Andes, como la generosidad, el intercambio y la reciprocidad:
[esta planta] ya no se ve en el campo. Nosotros tenemos porque sabemos que es medicinal. Hemos ayudado a mucha gente […]. Sabemos que para la diabetes es muy bueno. Muchos amigos que tienen diabetes, personas que han sufrido mucho de eso, nos han pedido de favor y les hemos llevado una arroba, 20 libras, 15 libras, de este, a veces hasta un quintal damos […] les ha hecho bastante bien porque es medicinal.15
Otra planta de uso múltiple y muy importante en la región de Píntag, es el Tzinzo (TagetZes minuta). Como una infusión, ha sido un refuerzo frente al COVID-19 por sus características antimicrobianas y antibióticas, es un condimento usado para saborizar ensaladas y, en combinación con otras plantas, es un fungicida natural muy efectivo. Según Rivas (2020), este árbol, propio de la Sierra central ecuatoriana, está en vías de extinción16.
Más allá del espacio comunitario, jóvenes innovadores del arte culinario en el Ecuador han venido trabajando en la creación de recetas que se basan en algunas de las plantas que hemos encontrado en las diferentes fases del estudio, con el fin de aportar, con nuevos sabores, al reconocimiento de las plantas y sus beneficios en el mantenimiento de la salud; como bien se menciona en la prensa ecuatoriana: la investigación académica une cocina y ciencia (El Comercio 2015)17.
Foto 10. Alfredo Acosta cosecha Jícama.
Fuente: Píntag Amaru, 2020.
Paso 5. Esta etapa corresponde a la validación de resultados finales. Si bien no hemos llegado a obtener la información total sobre cada planta, durante la pandemia avanzamos en varios aspectos. En la primera fase recogimos 107 plantas, y en la segunda, 60 (Imbabura 107 plantas y Cotopaxi 60). 18
Desde OM se viene realizando un análisis prolijo de la nomenclatura de las plantas, las lenguas utilizadas para su denominación, y la información faltante. Fue muy interesante comprobar que, de las 141 plantas, el 52,6% tiene un nombre en castellano, 31,5% mantiene el nombre en kichwa, y el restante 15,9% usa las dos lenguas, como dice AF: “Las plantas llamamos más en castellano, como aliso, malva, berro, pero también en kichwa, Ñacha, Paicu, Anguyuyu (‘hierba dura/fuete’), Jatuncasha (‘espina grande’), Puma maki (‘mano de puma’); o combinamos las dos lenguas: Caballo chupa (‘cola de caballo’), Guagra/Huagra manzana (‘manzana del ganado’) […]. Todas son plantas como nuestras…” (AF, 2019).
15. La importancia de la jícama, en palabras de Alfredo Acosta, puede verse en: Jícama
16. dspace.pdf
17. El Comercio: sabores-latitudcero [16 de octubre de 2015]
18. Las publicaciones de las dos primeras fases pueden verse en: oralidadmodernidad-publicaciones
Como resultados adicionales del proyecto, se han producido videos, grabaciones, postales; así como cientos de fotos de las comunidades, las plantas y los sembríos (www.oralidadmodernidad.org/vocesysaberesancestrales). Es decir, se ha ido creando una profunda, si bien todavía incompleta, etnobiografía de Píntag desde tres comunidades, con ellas, y para ellas (Haboud 2019 y 2020b). Esta es una muestra de lo que entendemos por documentación activa que se convierte en un proceso multidimensional que motiva la revitalización.
4.
De plantas y semilleros…
En la comunidad de Santa Teresa de Píntag, a nuestra llegada en el 2019, se tenía en mente recuperar semillas de plantas alimenticias y curativas que se estaban perdiendo. Consideramos entonces que sembrarlas en un invernadero sería parte del proyecto Fase III. Es así como apoyamos con la preparación del terreno de una de las viviendas para convertirlo en el espacio donde se reproducirían semillas, bajo el cuidado de Píntag Amaru (Fotos 11 y 12).
Foto 11. Reserva de algunas semillas coleccionadas por Píntag Amaru
Fuente: Archivo Oralidad Modernidad, 2019
Foto 12. Mejoramiento del terreno para el invernadero
Fuente: Píntag Amaru, 2019
Este espacio se mantiene al momento y durante la pandemia ha sido utilizado, sobre todo, para la producción de alimentos.
El aislamiento durante la pandemia de COVID-19 fue un periodo de reencuentro con las plantas medicinales y de reflexión para descubrir más de cerca las propiedades de aquellas plantas que aportan para el refuerzo inmunológico de los habitantes, y de motivación para “aprender del conocimiento de los mayores”, “volver, con la familia”, “despertar a la tierra”, “aprender y enseñar a nuestros hijos cómo vivir en armonía con el ecosistema o las otras formas de existencia”19. Es así como se inició la construcción de una ecoaldea en la comunidad de Valencia (Parroquia de Píntag) (Fotos 13 y 14); en la que se cuenta con un espacio educativo donde se busca transmitir los conocimientos ancestrales y principios comunitarios, sobre todo, a los niños, niñas y jóvenes de las comunidades. Se han dado cursos introductorios de kichwa como uno de los componentes de la clase de Narración Participativa Kichwa, Territorio, Cuerpo y Sonido para aprender sobre los topónimos de la región y su relación con el cuerpo-territorio. Se motiva así, el uso de las dos lenguas. Cabe indicar que el paisaje lingüístico de este espacio, incluida la ecoaldea y la todavía en construcción wawa wasi (casa de niños y niñas’) es bilingüe en kichwa-castellano.
19. Comentarios de algunos participantes durante encuentros virtuales realizados en el 2020. Nótese el uso de la preposición ‘a’ (despertar a la tierra), lo que nuestra recuerda que la tierra es un ser viviente con el que se relaciona íntimamente la ecología de las lenguas.
Fotos 13 y 14. Despertar a la tierra y transmitir el conocimiento a las nuevas generaciones.
Talleres en la Ecoaldea, Comunidad de Valencia (Parroquia de Píntag).
Fotos: Daniel Acosta, 2021
5.
Más que concluir… reflexionar
Voces andinas y conocimientos ancestrales (Fase III) nació con el propósito de generar reencuentros contextualizados con las plantas medicinales de tres comunidades rurales cercanas a Quito: Santa Teresa de Píntag, Valencia y Tolontag; esto, como una forma de acercarnos a los saberes ancestrales de la región, documentarlos, reforzarlos y, sobre todo, transmitirlos. Aunque este estudio continúa desarrollándose, es claro que los conocimientos sobre al menos 140 plantas y sus múltiples usos ya sea como medicinales, alimenticias u ornamentales, perviven a pesar de los cambios propios de la urbanización, la modernidad y la tan vertiginosa globalización que rodea a Píntag.
En estos procesos de investigación-aprendizaje han destacado los conocimientos de los mayores, así como también los de varios jóvenes interesados en preservar la ecología de cada planta, reconocer la lengua kichwa y valorar los saberes que se pensaban olvidados.
La llegada del COVID-19 a inicios del 2020, lejos de detenernos, nos impulsó para continuar creativamente con este proyecto, tanto para palear algunos de los efectos pandémicos con el uso de varias plantas, como para avanzar en la construcción del invernadero, la ecoaldea y la wawa wasi; y organizar talleres con los que se busca transmitir el conocimiento, optimizando el trabajo colectivo.
En cuanto al deseo de revivir el kichwa, se lo mantiene en la denominación de las plantas y la toponimia en general, evidenciándose el dinamismo del contacto con el español que permite crear nombres donde se combinan armoniosamente las dos lenguas. Por otra parte, como mencionamos, los jóvenes activistas de la recuperación han ido transformando el paisaje lingüístico que rodea la ecoaldea y la wawa wasi con señalética bilingüe kichwa-castellano. Así, se busca reaprender la lengua en relación con las ecologías que la rodean, al tiempo que se refuerza las identidades individuales y colectivas, parantes que sostienen sus valores culturales y cosmovisión integral.
En lo que concierne al proceso investigativo, estudios como este refuerzan nuestro principio de trabajar con metodologías del diálogo, y de mantener perspectivas integradoras que partiendo de la interrelación entre varias disciplinas y varias culturas nos guíen hacia una mejor comprensión de la complejidad del conocimiento, desde enfoques que conciben la realidad como un todo interrelacionado, diverso, pero no fraccionado, y afianzando nuestros objetivos de aprender, enseñar y vivir, como propone Basarab (1996), desde un pensamiento complejo que entreteje las disciplinas como una posibilidad de entendernos en completud sobrepasando la fragmentación del sujeto separado de sí mismo para tener la capacidad de convivir con la diversidad de los saberes que nos rodean, pero que tendemos a invisibilizarlos. De ahí que el diálogo de saberes y la complejidad sean inherentes a la investigación transdisciplinaria y al compromiso social20.
En consecuencia, necesitamos estar prestos para ajustar nuestras metodologías de trabajo de modo que logremos descolonizar profundamente, y de raíz, ideologías persistentes que inciden en las desigualdades y que provocan actitudes de lingüicismo, racismo y sexismo (Haboud 2020a y 2020b).
Finalmente, queremos expresar que pesar de los retos que persisten, volver la mirada al trabajo que habíamos iniciado hace tres años y retomarlo en unidad y con entereza cuando la pandemia aún no ha terminado, nos reitera que cada etapa de Voces y saberes ancestrales empieza con una mirada aparentemente lejana e impersonal del paisaje, con un nombre, una planta, una dolencia, muchas voces e historias que se van convirtiendo en una red compleja de semillas de conocimiento, de etnografías, y autoetnografías, hasta por fin lograr dialogar con el otro y con la tierra.
20. En torno a la transdisciplinariedad, ver Morin (1990, 2020), Basarab (1996), entre otros.
Referencias
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Anexo 1- Guía de seguimiento de las plantas medicinales