1.
Introducción
El objetivo de este artículo es analizar las características morfosintácticas y semánticas de los nombres propios en tapiete (tupí-guaraní), a la luz de las prácticas culturales de asignación de nombres, los cambios sociales que este grupo ha atravesado en las últimas décadas y los procesos de desplazamiento en el uso de la lengua originaria, en contacto con el español.
Los tapietes son un pueblo que habita en la región del Gran Chaco occidental, en Argentina, Bolivia y Paraguay; conocidos como guaraníes ñandeva en este último país. De acuerdo con los últimos datos censales, en Argentina viven 480 tapietes en la provincia de Salta (INDEC Argentina, 2012), en Bolivia habitan 144 tapietes (INE Bolivia, 2012) y en Paraguay, 2470 (INE Paraguay, 2014). Si bien hablan una lengua tupí-guaraní cercana al guaraní chaqueño (también conocido como chiriguano) –tupí-guaraní Grupo I o meridional, según las clasificaciones de Rodrigues y Cabral (2002) y Dietrich (2009), respectivamente – su cultura material y simbólica presenta rasgos híbridos, debido a los antiguos y fluidos contactos con el resto de los pueblos chaqueños de la región. Como sostienen Carbajal (1998, p.370) y Hirsch (2006, p.27), se trata de un pueblo con un importante grado de adaptación o “mimetismo” cultural, en la medida en que ha ido adoptando prácticas culturales de otros pueblos indígenas. Este rasgo ha dado lugar, entre distintos etnógrafos que establecieron contacto con poblaciones tapietes hacia principios del siglo XX, a un debate todavía vigente acerca del verdadero origen de este pueblo (véanse Nordenskiöld, 1912; Schmidt, 1938; Métraux, 1946, Hirsch, 2006; Combès, 2007; entre otros).
Debido a los intensos cambios culturales que los tapietes han atravesado, a partir de los años 1970 “migraciones, sedentarización, evangelización de la iglesia pentecostal, incorporación al mercado laboral, entre otros factores (Hirsch, 2006)”, la lengua tapiete ha ido perdiendo espacios de uso frente al español y a otras lenguas de la región, como el wichí (también llamado weenayek) en comunidades de Bolivia, el wichí y el chorote en la comunidad de La Curvita en Argentina y el guaraní paraguayo en las comunidades de Paraguay (Ciccone, 2015a y b). En la actualidad, en la Argentina, se calcula que menos del 10% de la población de la comunidad tapiete de Tartagal habla la lengua y un porcentaje similar tiene un conocimiento pasivo de la misma (González 2022). No obstante, la práctica de asignación de nombres propios personales en lengua tapiete ha perdurado en las distintas generaciones, junto con la incorporación de nombres y apellidos en español, con los cuales se registra a las personas ante las instituciones del Estado. Hemos encontrado que, aún entre parejas muy jóvenes y matrimonios interétnicos, en los que no hay un uso cotidiano de la lengua porque sólo se la entiende, en muchos casos, sus hijos son identificados con un nombre tapiete que es utilizado a la manera de un “sobrenombre” en el contexto social actual. También, hemos observado que el uso de topónimos tradicionales en la lengua se mantiene vigente en la cotidianeidad y en la memoria histórica de este pueblo.
El estudio de los nombres propios reviste un interés particular, en la medida en que el acto de nombrar pone de manifiesto distintas dimensiones de la relación entre lenguaje y cultura. Asignar un nombre personal a un individuo constituye, primero, un acto discursivo que, podría decirse, en términos de Benveniste ([1958] 2001), inscribe a un sujeto en el lenguaje. Esto implica su incorporación a un grupo cultural y a una cadena discursiva familiar y social.
Desde el punto de vista cultural, los nombres personales expresan la identidad de un sujeto; esto es, manifiestan al resto de los miembros de una comunidad la singularidad de una persona y expresan significados sobre quién es o se espera que sea esa persona (Bean, 1980; Alford, 1988). En este sentido, los nombres son elementos fundadores de la identidad individual y social, a través de los cuales se establecen lazos entre generaciones, familias y grupos sociales, así como expresan sentidos religiosos, étnicos, políticos, ideológicos y valores asociados a un grupo humano. Además, reflejan cambios culturales y procesos históricos, por lo que, pueden coexistir en un mismo grupo social distintas formas lingüísticas y prácticas de asignación de nombres personales, constituyendo múltiples estratos que permiten la reconstrucción de visiones del mundo del pasado y de la contemporaneidad.
Desde el punto de vista lingüístico, los nombres propios han sido caracterizados como signos dobles (Jakobson, 1985, p.308-310; Silverstein, 1976) ya que, al mismo tiempo, contienen una dimensión referencial e indicial (Peirce, 1974, p.49-50). En la medida en que este tipo de nombres no son únicamente términos de dirección y referencia, sino que, además, codifican distintos tipos de significados que van más allá de la pura función referencial, se reconoce que una frase de nombre propio es diferente de una frase nominal ordinaria (Helmbrecht, s/a). Su estudio permite observar las estrategias semánticas y formales de las que disponen los hablantes de una lengua, para la elaboración de antropónimos, topónimos y etnónimos.
Helmbrecht (2010, p.2) define los nombres propios como sigue:
Proper names are lexical items (consisting of single words or more or less complex syntactic constructions), which belong to a proper semantic-syntactic class of expressions of a language which are prototypically used to refer to and to address a specific single human individual. This unique referential function is the minimal conventionalized meaning of PNs. Other meanings/functions are important add ons, but are not essential for the functioning of PNs.
Como establece la definición anterior, las funciones direccional y referencial son propiedades esenciales de los nombres propios. Esto es válido para los distintos tipos de nombres propios, como los sobrenombres, los términos de parentesco usados como nombres propios y los títulos (Helmbrecht, 2010, p.2-3).
En este trabajo nos proponemos indagar en las características formales y semánticas de los nombres propios en tapiete, en la medida en que la interacción entre estas dimensiones es portadora de un significado pragmática y culturalmente motivado. Es nuestra intención brindar una descripción, a la vez etnográfica y lingüísticamente informada, que sirva como insumo para futuros estudios comparativos y tipológicos sobre las lenguas tupí-guaraníes de la región chaqueña.
Este trabajo se asienta en la información contenida en una base de datos de 130 antropónimos y 33 topónimos recogidos entre hablantes de las comunidades tapietes de Tartagal y Misión La Curvita, Argentina, y, en menor medida, entre hablantes tapietes de Bolivia, a partir de nuestro propio trabajo de campo y de fuentes secundarias (Arce et al., 2003). En este último caso, hemos preservado la ortografía y la traducción de los autores, acompañando con nuestros comentarios cuando lo creímos pertinente. Los datos primarios fueron registrados mediante el trabajo de campo regular y sostenido desde hace más de 20 años. Algunos nombres propios han surgido en narraciones históricas, pero la mayoría se ha recogido por medio de observación participante y actividades de elicitación, siguiendo la metodología de registro que combina distintas herramientas del trabajo de campo lingüístico (Chelliah, 2001) y de la lingüística de la documentación con enfoque etnográfico (Franchetto, [2006] 2019; Himmelmann, [2006] 2019; Woodbury, [2011] 2015). El análisis de los textos y traducciones libres fueron elaboradas junto a 3 consultantes lingüísticos. Las entrevistas de elicitación fueron desarrolladas con alrededor de 20 familias, respondiendo, así, a una demanda explícita por parte de referentes de la comunidad tapiete de Tartagal, sobre la necesidad de documentar y elaborar una lista de nombres personales tapietes que esté disponible para las familias actuales y de las próximas generaciones. Esta tarea dio lugar a una interesante y rica reconstrucción de genealogías familiares y de conformación de matrimonios interétnicos, que fueron surgiendo a partir de las entrevistas. Por esta razón, en este artículo abordaremos el análisis de los antropónimos únicamente. Sólo tangencialmente nos referiremos a información sobre los topónimos, cuando lo consideremos relevante para la exposición, dado que su estudio en profundidad merece ser tratado en futuros trabajos.
El artículo se organiza de la siguiente manera: luego de esta introducción, la sección §2, “Nombrar entre los pueblos del Gran Chaco”, presenta una descripción general de los aspectos culturales de los nombres propios y de las prácticas de asignación de nombres entre los pueblos de la región chaqueña, a partir de fuentes bibliográficas etnográficas. A continuación, en §3 “Prácticas de asignación de nombres entre los tapietes: cambios culturales y prácticas lingüísticas”, focalizamos en la contextualización cultural e histórica entre los tapietes, haciendo énfasis en los procesos de cambio cultural y el uso actual de diferentes tipos de nombres propios personales. En la sección §4, “Propiedades lingüísticas de los antropónimos en tapiete”, desarrollamos un análisis de los rasgos formales y semánticos de los nombres personales en tapiete, relevados mediante trabajo de campo lingüístico. En particular, en el apartado (4.1.), “Caracterización formal” se examinan las cualidades estructurales de la onomástica en lengua tapiete, distinguiendo distintos tipos de construcciones usadas para expresar nombres propios: bases léxicas simples (4.1.1.); bases léxicas con afijos flexivos o derivativos (4.1.2.); sintagmas nominales complejos (4.1.3.) y cláusulas como nombres propios (4.1.4.). Asimismo, el apartado (4.2.), “Caracterización semántica”, indaga en el carácter semántico de los nombres propios en esta lengua. Finalmente, en §5 se desarrollan las conclusiones.
2.
Nombrar entre los pueblos del Gran Chaco
Son pocos los trabajos que abordan, tanto desde una perspectiva etnográfica como lingüística, la onomástica actual y pasada de los pueblos del Gran Chaco. De acuerdo con Métraux (1946), muchos grupos étnicos del Gran Chaco asignaban nombres propios a los niños y niñas luego de un tiempo más o menos prolongado de su nacimiento. Estos nombres eran elegidos por las familias o algún referente comunitario, según rasgos físicos, comportamientos o alguna anécdota que caracterizaba a la persona, y eran expresados por analogía a través de denominaciones de animales, lugares o frases que remitían a esas cualidades o acontecimientos que, de alguna manera, marcaban al sujeto. En estos casos, los nombres propios poseían significados bien identificados:
Children are named after birds, animals, places, or some peculiar physical or character trait. Often a name may be suggested to a parent by some incident from real life or a dream (Métraux, 1946, p.320).
En otros casos, dado que el nombre podía ser sugerido a los padres o a algún pariente, a través de un sueño, su significado podía ser más difícil de identificar. Por ejemplo, según el mismo autor, los wichís (denominados en la bibliografía de la época como matacos) daban nombres a los niños y niñas entre los 2 y 3 años, a partir de algún objeto o animal, o bien el nombre podía estar constituido por “palabras o frases inconexas” si el mismo había sido pronunciado por alguna figura aparecida en el sueño. Entre los qom, en cambio, el momento de asignación del nombre se daba cuando caía el cordón umbilical del bebé, acontecimiento que daba lugar a un rito familiar presidido por el chamán de la comunidad, mediante el cual se seleccionaba el nombre (Métraux, 1946, p.320-321).
La tradición onomástica de los guaraníes del Chaco (conocidos en la bibliografía como chiriguanos) presenta características que, en algún punto, son similares a las tradiciones relevadas entre el resto de los pueblos típicamente chaqueños. Parecen compartir el hecho de que el nombre sea asignado a la persona luego de un tiempo del nacimiento y que el mismo refiera a animales o cualidades físicas y de personalidad que comienzan a manifestarse en los primeros años de vida. De acuerdo con las observaciones registradas por el franciscano De Nino (1912) entre los chiriguanos, hacia principios del siglo XX, la asignación del nombre personal tenía lugar cuando el niño o la niña comenzaba a hablar, es decir, alrededor de los 2 años. El autor enfatiza el rol de los abuelos y abuelas en la elección del nombre, quienes asumían esa responsabilidad. Además, en sus notas provee ejemplos de algunos de los nombres relevados:
La imposición del nombre, se practica, cuando el niño ó la parvulita comienzan á entender y á articular palabras, para que, con la repetición del mismo, se les imprima en la memoria y sepan cómo se les llama. Por lo general, son las abuelas para las mujeres, y los abuelos para los varones, que tienen privilegio de imponer el nombre, y esto lo hacen, notando alguna particularidad en los cuerpos de los chicos y chicas, como: Tesapona, ojos bellos: Saanti, ojos blancos: Cuñanti, mujer blanca; pero á veces no se tiene en cuenta particularidad alguna, y los bautizan con el nombre de los miembros de los animales: Yaguacupe, espinazo de tigre: Tatunai, diente de armadillo: Yaguaracu, calentura de tigre (De Nino, 1912, p.222).
De acuerdo con Villar y Bossert (2004, p.50), a partir de datos tomados de Susnik (1983), las prácticas tempranas de los chiriguanos, relevadas en crónicas hasta los siglos XVI y XVII, parecen haber estado relacionadas con la lógica de los ritos antropofágicos: “Los chiriguanos tomaban el nombre de los oponentes muertos en señal de valentía y prestigio”, con lo cual los guerreros vencedores adquirían y acumulaban nuevos nombres. Estos cambios de nombre, incluso, se extendían a sus mujeres, hermanos y primos, y se daban a conocer en reuniones organizadas con ese fin. Estas prácticas de cambio de nombres relacionadas con rituales antropofágicos documentadas entre los chiriguanos hasta el siglo XVII, parecían distinguir a este pueblo del resto de los grupos étnicos de la región, quienes no practicaban la antropofagia. En el mismo trabajo (2004, p.52-54), los autores brindan un análisis sociológico y etnográfico de la onomástica chané -grupo de origen arawak que, en la actualidad, habla una de las tres variedades dialectales que conforman el guaraní chaqueño- centrándose en el rol que el sistema de asignación de nombres tiene en la preservación de la continuidad social. Entre los chanés, los nombres generalmente estaban relacionados con la historia de la familia extensa. Los nombres de los varones eran elegidos por los abuelos y los de las niñas por las abuelas, aunque los autores sostienen que este patrón se fue modificando, por influencia chaqueña, de modo tal que los abuelos maternos pasaron a ser los responsables de elegir el nombre de niños y niñas.
Estas prácticas contrastan, claramente, con las descriptas para otros grupos guaraníes asentados fuera de la región chaqueña. En su obra Mil apellidos guaraníes. Aporte para el estudio de la onomástica paraguaya, León Cadogan ([1960] 2005) revisa “1200 apellidos guaraníes conservados en los registros parroquiales de los pueblos situados dentro del hábitat de los Monteses rebeldes y de sus descendientes los mbya-guaraní, los de Santa María de Fe (Misiones) y otros pueblos circunvecinos […].” Ahí, Cadogan señala que entre los achés −también conocidos en la literatura etnográfica como “guayakís”− al niño se le asigna un nombre antes de nacer, cuando la madre está pronta a dar a luz, y este acto está ligado al animal cuya carne la madre ingiere según las reglas que rigen los hábitos alimenticios.
Entre los Guayakí por mí estudiados, el acto de impartir al niño, aún sin nacer, la naturaleza −y nombre− de un animal se designa con el vocablo by-kwa, y se realiza asando y comiendo la futura madre, ya en estado avanzado de preñez, carne de dicho animal. El animal al que el Guayaquí debe su nombre es su jyrangá, pudiendo decirse que el significado que encierra la palabra es: “lo que (le) sostiene erguido” (jy: su asta, mástil; rä: para; nga: el que ejecuta la acción). (Cadogan [1960] 2005, p.86)
Al respecto, Métraux y Baldus (citados por Cadogan [1960] 2005, p.85-86) dicen:
Al niño se le aplica el nombre de cualquier animal utilizado como alimento, no solamente de los vertebrados, sino también de las larvas, de avispas, abejas y escarabajos, a excepción de aquellos cuyo consumo le es vedado a la mujer, como por ejemplo, el pato. La madre escoge el nombre de un animal cuya carne ha comido en los últimos días del embarazo… (Cadogan [1960] 2005, p.86).
De estas descripciones se desprende que el acto de nombrar entre los achés-guayakís está relacionado con la alimentación, ya que además de recibir el nombre de un animal cuyo consumo está permitido a la mujer, los niños también pueden recibir nombres de frutales o plantas comestibles (Cadogan [1960] 2005, p.89). A partir de este estudio, es posible indagar en los patrones de formación de antropónimos recogidos por el autor y, de esta manera, tener una visión comparativa.
3.
Asignación de nombres entre los tapietes: cambios culturales y prácticas lingüísticas
Las prácticas tradicionales de asignación de nombres de los tapietes se acercan más a aquellas relevadas entre los pueblos típicamente chaqueños de la región, según las escasas referencias encontradas sobre este pueblo en documentos históricos y etnográficos. En principio, no hay evidencias de que los tapietes practicaran la antropofagia, por lo que debe descartarse la existencia de ritos de cambio de nombre como los documentados entre los guaraníes de Bolivia (o chiriguanos). De hecho, en este sentido, De Nino (1912) agrupa a los tapietes junto al resto de las etnias chaqueñas, al diferenciarlas de los chiriguanos en este aspecto:
[...] y [los chiriguanos] principiaron á dejar la bárbara costumbre de ser antropófagos por lo cual hoy y mucho antes aún se distinguen de los tobas, matacos, tapietes y sirionós. (De Nino, 1912, p.73)
Entre los nombres personales más antiguos registrados entre los tapietes de Argentina y Bolivia a partir de testimonios orales actuales, encontramos que la mayoría refieren a cualidades de las personas expresadas mediante denominaciones de animales, plantas, elementos de la naturaleza, rasgos físicos, entre otros. Son escasos los testimonios que dan cuenta de qué manera sus antepasados nombraban a los recién nacidos. De acuerdo con algunos consultantes, estas cualidades surgían luego de un tiempo de nacimiento del niño o niña, según se iban manifestando en la persona, o bien en ocasiones el acto de nombrar era inaugurado a partir de un relato familiar o comunitario relacionado con alguna anécdota que involucraba a la persona y la marcaba, según un acontecimiento. En pocos casos los nombres antiguos recordados por los tapietes contemporáneos se refieren a expresiones que no tienen significado fuera del sistema de nombres propios (en §4 analizamos los aspectos semánticos de los nombres propios en tapiete). Según Juan Vega (comunicación personal), referente de la comunidad tapiete de Tartagal, los niños eran nombrados inmediatamente después de nacer, según alguna planta, insecto o animal que “emocionaba” al padre, a la madre o a cualquier miembro de la familia que se encontrase presente, ya que era costumbre que la familia se reuniera para acompañar a la parturienta durante el momento del parto. Estos nombres expresaban el deseo de que la criatura gozara de las cualidades positivas que se identificaban en el animal o planta elegidos (p. ej. fortaleza, longevidad, belleza).
Asimismo, los tapietes aún conservan un tabú que parece ser extendido entre otros pueblos chaqueños: este es la prohibición de mencionar el nombre de una persona fallecida. Al respecto, el etnógrafo Belaieff (1946, p.379) afirma que entre los pueblos indígenas del Gran Chaco “The name of the deceased may never again be spoken”. En efecto, los tapietes, normalmente, evitan referirse a personas fallecidas con su nombre. En cambio, recurren a la relación de parentesco o mencionan el nombre propio del fallecido, seguido del lexema ami’i que se traduce como “finado”. Estas construcciones pueden ocurrir con nombres en la lengua originaria (1) o con nombres propios en español (2). A continuación, ejemplificamos estos usos:
(1) hama arika’e nde-ho ampo Wampisi ami’i kwepi
entonces antes 2.SG.AC-ir este Wampisi finado siempre
‘entonces antes cuando fuiste (a ver) al finado Wampisi, siempre’
ni-mbe’u-wa payea piri-pite-a pi’a kavi-mba arkaipi
2.SG.AC-contar-NOM brujo OH-chupar-NOM corazón bueno-EVD antes
‘contaba que el brujo que chupaba era bueno antes’.
(2) arika’e tumpa i-ñe’e-nda Horacio ami’i we-ru arika’e
antes dios 3.POS-palabra-EVD Horacio finado 3-traer antes
‘antes la palabra de Dios finadito Horacio trajo antes’
Sin embargo, en algunos textos hemos documentado el uso de nombres propios de personas fallecidas, sin la utilización del término ami’i ‘finado’, como ejemplificamos en (3) y (4). Este cambio en también ha sido relevado entre los chanés (Morando, 2020).
(3) tinondé-ite (ha)ma mbi-kasike-ha kópe-a
primero-SUP entonces CAUS1-cacique-1.PL.EXCL aquí -NOM
‘el primero que le hicimos cacique acá’
Martín Velazquez he’i-ha shu arika’e
decir-IMPERS 3.OBL antes
‘Martín Velázquez se llamaba antes’
(4) Paraguay-wi ou-nda-kwe shu-tuti Ramón he’i-ha shu-a
Paraguay-DIR 3:venir-EVD-PSD 1.SG.POS-tío.materno Ramón 3:decir-1.PL.EXCL 3.OBL-NOM
‘de Paraguay dice que vino, mi tío Ramón que se llamaba’
En la actualidad, las prácticas de asignación de nombres de los tapietes se han ido transformando, a partir de su incorporación a los sistemas de registro de identidad por parte de los estados nacionales, en cada país, o incluso con anterioridad a la obtención de un documento nacional, cuando comienzan a establecer relaciones más intensas con la población criolla. En efecto, los nombres que poseen los tapietes actualmente dan cuenta de estos procesos sociohistóricos que fueron atravesando en general los pueblos originarios de la región (cf. Richard, 2015), lo que se refleja en los tipos y características de nombres propios que poseen las personas según rangos etarios.
Entre los tapietes mayores, la inscripción en el registro civil y obtención de un documento o cédula de identidad ocurrió cuando las personas eran adultas. En este proceso, muchos tapietes fueron anotados en el Registro Civil con un nombre o un apellido que no les era propio. En el ejemplo (5), una consultante narra el caso de su abuela, quien hablaba muy poco español. La señora había declarado en el Registro Civil de Argentina un nombre en castellano, pero es anotada con otro nombre porque “los criollos no la escucharon bien”.
(5) ko shi-yari he ha’e arika’e Lucinda
DEM 1.POS-abuela nombre el/ella antes Lucinda
‘esta mi abuela, su nombre era antes Lucinda’
kati karai-re documento më’ë shu-rä
pero criollo-PL documento dar 3.PRO.OBL-SUB
‘pero (cuando) los criollos le dan el documento’
he kapiri-ä hendu-ha-rä
nombre bien-NEG escuchar-IMPER-SUB
‘su nombre no han escuchado bien’
Linda he o-ho-wa-mba ñono-ha he arika’e
Linda nombre 3.AC-ir-NOM-EVD poner -IMPERS nombre antes
‘el nombre que le pusieron fue Linda’
kati hai he arika’e Lucinda
pero el/ella nombre antes Lucinda
‘pero el nombre de ella era Lucinda’
En otros casos, las personas mayores declaran que en el Registro Civil argentino se asignaban apellidos, según la fila en las que les tocaba esperar el turno para la tramitación del documento de identidad. Esto explica que sean frecuentes los apellidos “Segundo” o “Tercero”. Este tipo de testimonios también es reportado por Villar y Bossert (2004: p. 52) para el caso de los chanés.
De acuerdo con Arce et al (2003), en Bolivia también han tenido lugar asignaciones o cambios de nombres y/o apellidos “creados” para la tramitación del documento de identidad: “debido a la emisión del Registro Único Nacional en algunas localidades rurales del Chaco boliviano, se han detectado cambios de apellido en Crevaux debido a que algunos sólo contaban con sus marcantes o se habían puesto apellidos o nombres de misioneros o gente mestiza, lo que había que legalizar” (Arce et al., 2003, p.117). En Argentina, las anotaciones en el Registro Civil con nombres o apellidos cambiados ocurrieron en el marco de movimientos migratorios, especialmente desde Bolivia y Paraguay. En estos casos, los tapietes llegados de estos países, sin documento se han anotado con nacionalidad argentina, asumiendo un nuevo nombre y/o apellido.
La inscripción de los diferentes grupos indígenas en los sistemas de identificación de personas por parte del Estado y la obtención de un documento o cédula de identidad significó la integración de los indígenas a los estados nacionales, y la posibilidad de acceso a derechos que no tenían con anterioridad (como educación y empleo formal, subsidios, jubilaciones, etc.). Sin embargo, el inicial desconocimiento o prohibición por parte del Estado de las formas de denominación tradicional o la asignación de apellidos otorgados de forma casi despreciativa por parte de los funcionarios estatales, formaron parte de las “ideologías lingüísticas de desprecio” (Dorian, 1998) hacia las lenguas y culturas indígenas y negación de la identidad originaria.
Existen casos, como el que se ilustró en el ejemplo (5), en los que las personas ya habían adoptado un nombre o apellido en español, con anterioridad a la anotación formal de la identidad ante las instituciones del Estado. La adopción de estos nombres en español surge a partir de la relación generalmente laboral con la población criolla y, muchas veces, muestran las relaciones de profunda subalteridad en las que se encontraban los grupos indígenas. En ocasiones, esos nombres o apellidos expresaban una relación con los patrones que contrataban a hombres o mujeres indígenas para distintos empleos o bien eran elegidos directamente por los patrones. Por ejemplo, Juan Vega cuenta cómo, antes de conocer y adoptar el apellido de su padre biológico, en el periodo en el que los tapietes eran contratados para trabajar en el Ingenio San Martín, le fue asignado el apellido Esino, forma apocopada del gentilicio ‘mendocino’ que daba cuenta de la relación que mantenía con su patrón, originario de la provincia de Mendoza. De manera similar, Mario Tato afirma que su apellido fue elegido por el dueño de la hacienda para la cual trabajaban los tapietes en Bolivia, Francisco Villagrán, con quien además tuvieron muchos conflictos ya que esta hacienda se había establecido en territorio tapiete. Mario Tato (comunicación personal) declara: “Los patrones ponían nombre. Decían: ‘este se va a llamar Cucharilla’”.
En Tartagal, hemos relevado casos de mujeres tapietes que cambiaron o adoptaron un nombre que les fue asignado por parte de familias criollas, para las cuales trabajaron durante mucho tiempo como empleadas domésticas, cuando eran muy jóvenes, alrededor de los años 1970. Estos cambios o asignación de nombres propios respondían a los deseos o gustos de las familias criollas (generalmente de las siyorare ‘señoras criollas’ que las contrataban) porque los consideraban más “aceptables” para las tareas que cumplían.
Procesos similares de supresión y cambio de identidad ya habían tenido lugar en las misiones entre los indígenas guaraníes durante la época colonial. En su prólogo a la reedición de la obra de Cadogan ([1960] 2005]), Melià, señala que la imposición de un nombre español llegó a ser percibida como el rasgo definitorio del bautismo. Al respecto, el autor señala:
Esa transformación onomástica llevada a escala masiva -y de la cual sólo se salvarían los pueblos de la selva que han persistido hasta hoy- es el indicador más cierto y seguro de la barbarie colonial. Hubo la práctica colonial mitigada de las Misiones, en las cuales los nombres guaraníes son mantenidos, pero la denominación guaraní sufre un profundo proceso de extrañamiento, ya que el nombre personal pasa a ser apellido de linaje patrilinear. (Melià, 2005, p.12)
En el contexto descripto por Melià, el resultado fue la combinación de un nombre hispano con un nombre guaraní que funcionaba a modo de apellido como ilustra el autor citando a Álvar Núñez Cabeza de Vaca “Juan de Salazar Cupirati, y Francisco Ruiz Mairarú, y Lorenzo Moquirací, y Gonzalo Mayrarú, y otros cristianos nuevamente convertidos” (Melià, 2005, p.11).
Resulta interesante que los tapietes, tanto en Bolivia como en Argentina, conservan de forma paralela el nombre y apellido anotados en castellano en los documentos o cédulas de identidad, y aquellos nombres asignados siguiendo la práctica tradicional en la lengua originaria, que es asimilado como “sobrenombre”. Arce et al. (2003, p.114-115) coinciden en esta caracterización para el caso de los tapietes de Bolivia.
Para cerrar este apartado, no podemos dejar de hacer referencia al apellido Kiyo ‘Grillo’ que designa a una amplia familia tapiete, cuyos integrantes se encuentran en Argentina y Bolivia. Este es el único caso que conocemos, en Argentina, de un nombre tapiete que persistió legalmente en la nueva identidad que los tapietes debieron adoptar, como parte del proceso de asimilación forzada a la sociedad nacional
En el próximo apartado brindamos un análisis de los rasgos morfosintácticos y semánticos que caracterizan los antropónimos en tapiete.
4.
Propiedades lingüísticas de los antropónimos en tapiete
El tapiete es una lengua con marcación en el núcleo que distingue, por medio de diferentes paradigmas de marcadores personales, los sujetos agentivos de los verbos transitivos (pe. a-ru <1SG.AC-traer ‘traigo’) e intransitivos (p.e. a-ñani <1SG.AC-correr ‘corro’), de los sujetos no agentivos (pe. shu-puku ‘soy alto’) y los pacientes de los verbos transitivos (pe. shi-ngiye ‘me asustó). Expresa la categoría de número en el nombre, mientras que marca el género léxicamente. La oposición entre posesión alienable e inalienable se expresa por medio de un marcador de posesión, por defecto en las construcciones de posesión inalienable y de diferentes marcadores posesivos de 3ra persona, según la posesión sea alienable o inalienable. El orden por defecto de los constituyentes en la cláusula es de tipo SOV. Entre los mecanismos de formación de palabras se observan las palabras compuestas (pe. yasi=tata <luna=fuego ‘estrella’), el uso de diminutivos (pe. mbokara’i <escopeta DIM/hijo ‘revólver’) y aumentativos, el prefijo causativo (pe. hë’ë ‘dulce’ → mi-hë’ë ‘endulzar’); el sufijo nominalizador -wa (pe. hanse ‘gritar’ → hánse-wa ‘maullido’) y la incorporación nominal (pe. mba-pitei <ONH-chupar ‘barrer’).
El término para referir a ‘nombre’ en tapiete es un sustantivo perteneciente a la serie de sustantivos que expresan la posesión inalienable (junto con las partes del cuerpo y los términos de parentesco), por lo cual no puede expresarse sin hacer referencia a su poseedor, a través de un prefijo posesivo (6). Por su parte, el acto de ‘nombrar’ se expresa por medio de un proceso derivativo en el que el prefijo causativo mbi- ‘CAUS1’, ocurre con la forma de 3era persona he(’e) ‘su nombre’ también −traducida como ‘nombre’− para formar el verbo mbihe(’e) ‘poner nombre, nombrar’(7)-(8).
(6) she shi-r-e(’e) Awara
yo 1POS-R-nombre Awara
‘yo, mi nombre (es) Awara’
(7) a-mbi-he(’e) Belén
1SGAC-CAUS1-nombre Belén
‘la llamé Belén / le puse de nombre Belén’
(8) hama Samuwátea-pe reunión yapo-ha-rä
entonces Samuwátea-LOC reunión hacer-1EXCL-SUB
‘entonces la otra vez cuando nos reunimos en Samuwátea,’
ñi-mbi-he’e-ha-kwe
REFL-CAUS1-nombre-1EXCL-PSD
‘nos hemos puesto nombre’
“mbahapi tenta-wasu ñande-reta”
tres pueblo-AUM nosotros-PL
‘Los tres pueblos grandes tapietes’
Sin embargo, el término generalmente más usado para referir el acto de nombrar es el verbo he’i ‘decir’ en la primera persona del plural exclusivo, con valor impersonal, lo que podría traducirse como ‘se le dice, se le llama’ o ‘le decimos, le llamamos’.
(9) ko Misión Tapiete he’i-ha shu
DEM Misión Tapiete 3.decir-IMPERS 3.OBL
‘ahora se llama Misión Tapiete’ (Lit. ahora le llamamos Misión Tapiete)
(10) märä-rä-po he’i-ha shu
cómo-INT-FUT decir-IMPERS 3.OBL
‘¿cómo se va a llamar?’ (Lit. ‘cómo se le va a decir’)
(11) Rogelia he’i-ha she
Rogelia 3.decir-IMPERS yo
‘me llamo Rogelia’ (Lit. ‘Rogelia me dicen’)
Como analizan los estudios tipológicos sobre nombres propios, muchas lenguas poseen en su lexicón un grupo de expresiones que son usadas tradicionalmente, o incluso exclusivamente, como antropónimos (Van Langendonck, 2007; Helmbrecht, 2010). Este tipo de expresiones, llamadas “lemas propios” (Van Langendock, 2007, p.7-8), son formas lexicalizadas utilizadas prototípicamente para señalar una referencia singular o un individuo particular como, por ejemplo, “Juan” o “María” en español. Independientemente del grado de transparencia etimológica o semántica de los nombres propios. En muchas lenguas estos constituyen clases cerradas.
En el caso del tapiete, los nombres propios son predominantemente lexemas o construcciones sintácticas con contenido descriptivo, que no integran una serie cerrada. Por el contrario -exceptuando un pequeño grupo de nombres propios cuyo contenido descriptivo no ha podido, hasta el momento, ser identificado-, la mayoría de los nombres son construidos a partir de base léxicas que pertenecen en la lengua a una clase abierta. Incluso entre los nombres propios de antiguos capitanes y de tapietes contemporáneos recopilados por Arce et al. (2003, p.116-117) que no fueron documentados entre los tapietes de Argentina, las bases léxicas utilizadas y sus combinaciones han sido también relevadas como sustantivos comunes o como formas nominales entre los tapietes de Argentina.
Los antropónimos contenidos en nuestra base de datos son de diferente naturaleza. Por un lado, reconocemos nombres que podríamos llamar ‘típicamente tapietes’ (pe. Añumbi ‘tipo de pájaro llamado ‘hornero’’, Ara Poshi ‘Cielo Enojado’). Por otra parte, encontramos nombres cuyas características fonológicas o morfológicas sugieren que fueron tomados, especialmente, del guaraní chaqueño (p.e. Siwa Oke ‘Quema la Frente’,
Piroto), pero también de otros grupos del Chaco (p.e. Kichone, nombre de un indígena toba vecino de la comunidad). Asimismo, algunos nombres que se utilizan en la actualidad están formados a partir de nombres o palabras del español (pe. Kati, apócope de ‘Catalina’, Choro, apócope de ‘chorote’, etnónimo de un grupo indígena de la región chaqueña) y de nombres o palabras españolas nativizadas (pe. Amarita ‘Margarita’, Herena ‘Helena’, Meshora ‘Melchora’, Mite ‘Mitelia’, Negu ‘Negra’, Nona ‘Norma’. Peresiosa ‘Preciosa’, Ruhe ‘Rogelia’, Shami ‘Samanta’, Tina ‘Cristina’, Washa ‘Guacho’).
4.1. Caracterización formal
Los nombres de persona en tapiete no llevan una marca morfológica especial ni sintácticamente, no presentan diferencias con respecto a los sustantivos comunes. En lo referente a su estructura interna, se pueden distinguir cuatro tipos de construcciones morfosintácticas: (i) bases léxicas simples, (ii) bases léxicas con afijos flexivos o derivativos, (iii) sintagmas nominales complejos y (iv) cláusulas que pueden, además, estar nominalizadas. En este apartado, describimos e ilustramos estas construcciones y evaluamos su incidencia en la conformación de antropónimos.
4.1.1. Bases léxicas simples
Los nombres propios constituidos únicamente por una base léxica simple son muy frecuentes en tapiete. En todos los casos se trata de bases léxicas nominales que, desde el punto de vista semántico, corresponden a denominaciones de animales (pe. Awara ‘Zorro’), plantas (pe. Sipowi ‘Arbusto Nativo’ (Jacaratia corumbensis)) o fenómenos naturales (pe. Sapii ‘Rocío’), aunque, no necesariamente, todas las unidades léxicas pertenecientes a estos campos semánticos constituyen bases simples.
Dado que el tapiete, como las demás lenguas de la familia tupí-guaraní, no presenta sistema de género, es común que el género del referente se especifique léxicamente según las necesidades discursivas. De la misma manera, en sí mismos, los nombres propios no marcan género y lo mismo sucede con los nombres de animales, que solo reciben una marca léxica de género -generalmente femenino, kuña ‘hembra’- cuando la especificación del sexo biológico del animal es relevante para el discurso. Así, por ejemplo, el lexema uru que puede traducirse en un contexto dado tanto como ‘gallo’ o ‘gallina’, aparece bajo su forma femenina uru kuña <gallo hembra ‘gallina’ cuando esta información es relevante o crucial para avanzar con la trama discursiva. En consecuencia, cuando estas formas funcionan como nombres propios, previsiblemente, uru kuña y uru señalan un referente femenino o masculino, respectivamente. Este es el único caso documentado en el que la especificación de género se proyecta en el sistema onomástico. En todos los demás casos, los sustantivos, como nombres propios, son asociados a referentes masculinos o femeninos, probablemente por las cualidades o fisonomía de los animales, plantas o fenómenos que los nombres denotan y que, culturalmente, pueden ser atribuidos a rasgos de género social. Así, algunos nombres de animales, en su función de nombre propio, pueden tener un referente, tanto masculino, como femenino. Los nombres de este tipo que hemos documentado son: Anguya (m. / f.) ‘Rata, ratón’, Ïrïwäña (m. / f.) ‘Moromoro’ (especie de pájaro), Karashiti (m. / f.) ‘Lagarto’ y Yu’i (m. / f.) ‘Rana’. Este tipo de nombres es frecuente en la lista de nombres relevados por Cadogan ([1960] 2005), quien tampoco consigna el género. En este trabajo, hemos optado por especificar el género del referente de cada uno de los nombres relevados con el fin de brindar al lector toda la información disponible que pueda ser útil para ulteriores trabajos comparativos.
4.1.2. Bases léxicas con afijos flexivos o derivativos
Los nombres propios también pueden estar formados por una base léxica más o menos compleja, modificada por afijos flexivos o derivativos.
En las lenguas guaraníes y en tapiete, el diminutivo es un recurso común para clasificar subespecies de animales y de vegetales, como también para clasificar subfenómenos de la naturaleza (Jensen, 1990; González, 2011). El tapiete posee dos diminutivos: -mi ‘DIM1’ y -ra’i ‘DIM2’. El sufijo -mi tiene, principalmente, una función flexiva, pero, también, derivativa. Por ejemplo, es frecuente que este sufijo intervenga en la clasificación taxonómica de especies de vegetales (pe. andai ‘anco’ (Cucúrbita sp.) vs.
andaimi <anco-DIM1 ‘zapallito indígena’ (Cucurbita maxima)), mientras que la función derivativa de -ra’i ‘DIM2’ se manifiesta en otros campos semánticos (pe. mboka-ra’i <escopeta-DIM2 ‘revolver’,
tumpa-ra’i <dios-DIM2 ‘virgen’) y no se usa como recurso de clasificación taxonómica. De todas maneras, solo tres antropónimos presentan una base nominal modificada por -mi que, en todos los casos, refieren a entidades femeninas: Yu’i-mi <rana-DIM1 ‘Ranita’, Yasi-mi <rana-DIM1 ‘Lunita’ y Ama-mi <lluvia-DIM1 ‘Llovizna’. En consecuencia, la utilización del sufijo -mi no parece ser una estrategia productiva en la conformación de nombres propios.
Es frecuente, también, encontrar nombres propios constituidos por una base léxica, nominal o verbal, seguida del sufijo -mba ‘NOM.NEG’, cuya función es nominalizar la base con la que ocurre y negar su contenido. La base puede ser verbal (12), o bien una construcción posesiva (13), en cuyo caso el antropónimo incorpora el prefijo posesivo de tercera persona, obligatorio en el caso de (13a) porque la construcción expresa una relación inalienable de parentesco.
(12) Wata-mbá <caminar-NOM.NEG ‘Paralítico’ Lit. ‘el que no camina ’ (m.)
(13) a. Í-shi-mba <3POS-madre-NOM.NEG ‘Huérfana de madre’’ Lit ‘(el/la) sin madre’
b. Iya-mba <Ø-dueño- NOM.NEG ‘Espíritu’ Lit ‘(el/la) sin dueño’ (s/d) (Arce 2003)
4.1.3. Sintagmas nominales complejos
El tercer grupo de nombres propios está formado por sintagmas nominales que combinan dos unidades léxicas en construcciones genitivas, donde al poseedor precede la entidad poseída, la que, a su vez, recibe un marcador posesivo, cuya forma varía según la clase nominal.
(14) Uru I-nku <gallo 3POS-lengua ‘Lengua de gallo’ (s/d)
Aña Y-acha <diablo 3POS-pene ‘Pene del diablo’ (Tipo de hongo) (m.)
Karumbe Pire <tortuga Ø-piel/cáscara ‘Piel de tortuga’ (f.)
Yawa Nambi <tigre Ø-oreja ‘Oreja del tigre’
Arce (2003) recoge nombres con la misma estructura entre los tapietes de Bolivia (15) que refieren a antiguos capitanes y guerreros de los ñandevas de Paraguay.
(15) Mborevi resa <tapir R-ojo ‘Ojo de tapir’
Akuti resa <conejo R-ojo ‘Ojo de agutí’
Awara rue <zorro R-cola ‘Cola de zorro’
Cuando el sustantivo que asume la función de nombre propio pertenece al grupo que expresa posesión inalienable, el prefijo posesivo obligatorio de esta clase nominal también ocurre en el nombre, como se observa en (16).
(16) H-umbi <3.POS-cadera ‘cadera’ (f.)
Í-shi-mba <3.POS-madre-NOM.NEG ‘huérfana’ Lit. ‘sin su madre’ (f.)
A priori se podría suponer que, al ser el nombre propio, por definición, una forma de tercera persona que señala a una persona definida, el posesivo de tercera persona será el que ocurrirá en los nombres propios que refieren a partes del cuerpo, como ejemplificamos en (16). Sin embargo, un grupo de nombres propios que expresan posesión inalienable, aparece marcado con el prefijo de posesión inalienable por defecto o impersonal t- que ocurre cuando el poseedor es indefinido (17). Desde el punto de vista semántico, este recurso parece despersonalizar la parte del cuerpo referida en el sintagma nominal.
(17) T-ä’öwë <POS.IMPERS- cadáver ‘Cadáver’ Lit. ‘el cadáver de alguien’ (m.)
En tapiete el marcador posesivo por defecto de la clase de sustantivos conceptualizados como de posesión inalienable (Clase II ) se construye por analogía con la marcación de posesión de la 1era y 2da persona del singular (González, 2005). Así, por ejemplo, mientras que en guaraní paraguayo y en guaraní chaqueño la forma absoluta para el lexema ‘ojo’ es t-esa <POS.DEF-ojo ‘(el) ojo (de alguien), en tapiete es ti-r-esa <POS.DEF-R-ojo, con el mismo significado. Sin embargo, hemos documentado, en el seno de familias interétnicas, al menos dos antropónimos que presentan la forma absoluta, reflejando así las intensas y frecuentes relaciones entre tapietes y guaraníes chaqueños. Los sintagmas equivalentes a estos dos antropónimos en tapiete son tiresa wai (18) y tiresa pinta (19).
(18) T-esa Wai
POS.IMPERS-ojo lavarse la cara
‘Ojo cara lavada’
(19) T-esa Pinta
POS.IMPERS-ojo rojo
‘Ojo Rojo’
4.1.4. Cláusulas como nombres propios
Los nombres propios pueden estar construidos a partir de cláusulas constituidas por verbos activos transitivos, en cuyo caso se preserva el orden de constituyentes no marcado de la lengua, OV (20).
(20) Anguya Hou
rata/ratón 3.comer
‘Come rata/ratón’
También, pueden construirse a partir de una cláusula inactiva (21)-(22) y, a veces, estar compuestos solo de la base verbal, como los casos de Piru ‘Flaco/a’, Kira ‘gordo/a’ o Ña’engu ‘Mudo/a’.
(21) Ñ-anka Ñ-arö
3.POS-cabeza 3-malo
‘cabeza mala’
(22) Ñawa Pinta
león/tigre rojo
‘Tigre rojo’
Otro grupo de nombres propios se caracteriza por constituir cláusulas nominalizadas que presentan la forma de las llamadas cláusulas relativas sin núcleo (Dryer, 2007) o nominalizaciones que refieren a un participante (Shibatani, 2019). En tapiete, este tipo de cláusulas nominalizadas son muy frecuentes y productivas (véase González y Ciccone, 2009/10). Las cláusulas nominalizadas relevadas con función de nombre propio son de diferentes tipos. En algunos casos, combinan un sustantivo que asume en la cláusula la posición sintáctica de objeto, y un verbo flexionado en tercera persona marcado con el nominalizador clausal -wa ~ -a, (23)-(24).
(23) I-nku Hó’u-wa
3.POS-lengua 3:comer-NOM
‘(la) que se come su lengua’ (f.)
(24) Yi-pasa Hó’u-wa
3.POS-calzado 3.comer-NOM
‘el que se come sus zapatos’ (m.)
En otros casos, se trata de una construcción inactiva con función atributiva (25) o bien una construcción posesiva (26).
(25) Ñ-anka Íyu-a
3.POS-cabeza amarillo-NOM
‘cabeza (que es) amarilla’ (m.)
(26) Pukui yi-i-wa
paloma 3.POS-agua-NOM
‘(lo que es) agua de la paloma’
En (27) se muestran otro tipo de construcción donde el sintagma nominal combina dos sustantivos, uno de los cuales tiene una función atributiva: ñ-anka (3.POS-cabeza) ‘su cabeza’ pertenece a la clase que exige la expresión de la posesión, en este caso marcado en tercera persona y karanshi ‘rulos’ asume la función atributiva.
(27) Ñ-anka Karanshi
3.POS-cabeza rulos
‘Cabeza enrulada’ (m.) (Lit. ‘su cabeza (con) rulos’)
4.2. Caracterización semántica
Como mencionamos en el apartado §3, desde el punto de vista semántico, los nombres propios en tapiete hacen alusión, principalmente, a alguna cualidad física o de carácter que identifica a la persona desde la mirada del grupo familiar y cultural. Según el recurso retórico utilizado para expresar o resaltar esa cualidad que marca frente a otros, a la persona nombrada, podemos distinguir dos grandes tipos: nombres propios metonímicos (28) y metafóricos (29) que describen la condición física o psicológica del referente.
(28) Ña’engu ‘mudo/a’ (m. / f.)
Piru ‘flaco/a’ (m. / f.)
(29) Ara Poshi ‘Cielo enojado’ (m. / f.)
Los nombres propios metonímicos identifican a la persona nombrada a partir de la denotación de una cualidad, rasgo u entidad con la cual se establece una relación de existencia hacia la persona nombrada, en muchos casos, refiriendo a esa persona como un todo a partir de una parte, un desplazamiento semántico referencial específico, conocido como sinécdoque. Pertenecen a este grupo todos los nombres que refieren a partes del cuerpo (p.e. Ñanka Ñaro ‘Cabeza mala/ pelos de punta’; rasgos de personalidad (p.e. Yipasa Hóuwa ‘el que come los zapatos’) u otras circunstancias existenciales (p.e. Íshimba ‘Huérfana’).
Como mencionamos anteriormente, a veces un nombre propio puede referir, sintéticamente a través de una frase nominal, a una anécdota o acontecimiento relacionado con la persona nombrada. Este tipo de nombres también puede ser caracterizado como metonímicos. Sin embargo, a simple vista son más difíciles de identificar puesto que el propio nombre está asociado a un relato que debe ser repuesto por el propio portador del nombre o por alguna otra persona conocedora del acontecimiento que dio lugar al surgimiento de dicho nombre.
Los nombres propios metafóricos identifican al sujeto nombrado a partir de una analogía o relación icónica que se establece con un animal, una planta o un fenómeno de la naturaleza. Generalmente, estos nombres hacen referencia a una característica física de la persona (p.e. Kushi ‘chancho’ porque es gordito), una característica comportamental (p.e. Anguya ‘Rata, ratón’ porque es chiquito y se mete en todos lados) o bien una inclinación o gusto (p.e. Ñanduti ‘araña’ porque de niño le gustaba el hombre araña).
Además, los antropónimos en tapiete pueden clasificarse según hagan referencia a distintos campos semánticos, entre los cuales se documentan: (i) fauna, (ii) plantas y partes de plantas, (iii) partes del cuerpo y (iv) fenómenos u objetos de la naturaleza.
Los más frecuentes son aquellos que se refieren a la fauna. Si bien, como mencionamos anteriormente, los nombres no parecen estar asignados de forma excluyente a un género particular, los nombres que refieren a aves son mayormente asignados a personas de género masculino. A continuación, listamos los nombres de personas que pertenecen a este campo semántico y las subclasificaciones que pueden establecerse dentro de este: aves (30), mamíferos (31), artrópodos (32), anfibios (33) y reptiles (34).
(30) Fauna: Aves
Añumbi (m.) ‘Hornero’
Maynumbe (m.) ‘Picaflor’ (Arce, 2003)
Shonsho(mí) (m.) ‘Choncho’ (tipo de ave)
Tïkïrïnshi (m.) ‘Tipo de gallo pequeño’
Uru (m.) ‘Pollo/gallo’
Uruta (m.) ‘Urutaú’ o ‘Kakuy’ (tipo de ave)’
Wirapu’a (m.) ‘Cuervo’
Kärämpompo (f.) ‘Tipo de ave’
Uru Kuña (f.) ‘Gallina’
(31) Fauna: Mamíferos
Anguya (m.) ‘Rata, ratón’
Apirakwa (f.) ‘Oso bandera’
Apire’a (m.) ‘Cuis’
Awara (m.) ‘Zorro’
Kushi (m.) ‘Chancho’
Manshi (m.) ‘Mono’
Ña’imba (m.) ‘Perro’
Tapiti (m.) ‘Tapetí’
(32) Fauna: Artrópodos
Ïrïwäña (f.) ‘Moromoro’ (tipo de abeja).
Kiyu (m.) ‘Grillo’
Mberu (f.) ‘Mosca’
Ñanduti (m.) ‘Araña’
Pana (f.) ‘Tipo de mariposa’
Timbuku (m.) ‘Vinchuca’
Yate’u (m.) ‘Garrapata’
(33) Fauna: Anfíbios
Carosi (m.) ‘Sapito’ (Arce, 2003)
Yu’i (m./f.) ‘Rana’
Yu’imi (f.) ‘Ranita’
(34) Fauna: Reptiles
Karashiti (m.) ‘Lagarto’
Karumbe Pire (f.) ‘Piel de tortuga’
Otro gran grupo de nombres propios de personas se refieren a plantas o partes de alguna planta en particular (flor, raíz, fruto, etc.). En (35) listamos los nombres que forman este grupo:
(35) Plantas y partes de plantas
Aña yacha (m.) ‘Tipo de hongo’ (Lit. ‘pene del diablo)
Mbavero Poti (f.) ‘Flor del mediodía’
Kiripai (m.) ‘Cébil’
Pañandípea (m.) ‘Cebollín del monte’
Patina Hiwikwa (m.) ‘Ano de la tuna’
Sipowi (m.) ‘Tipo de arbusto’
Shore (f.) ‘Mistol (variedad de mistol)’
Warayapo (m.) ‘Tipo de tubérculo’ (Arce, 2003)
Yu’a Ti (f.) ‘Jugo de mistol’
El campo semántico que corresponde a “partes del cuerpo” está también altamente representado entre los antropónimos. En este grupo encontramos sintagmas que denotan partes del cuerpo humano, por ejemplo, Ñanka Karanshi ‘Cabeza enrulada’, como también partes del cuerpo de alguna especie animal, por ejemplo, Tü’ï Sä’ï ‘Pupila de cata’ (tipo de loro pequeño). Como se desprende de la lista que se presenta en (36), se observa una tendencia a referir a algún rasgo particular de la cara o la cabeza del portador del nombre.
(36) Partes del cuerpo
Inku Hó’uwa (f.) ‘El/la que se come su lengua’
Nambi (m.) ‘Oreja’
Ñanka Karanshi (f.) ‘Cabeza enrulada’
Ñanka Ñarö (m.) ‘Cabeza mala’
Humbi (f.) ‘Cadera’
Tü’ï Sä’ï (m.) ‘Pupila de cata’ (tipo de loro pequeño)’
Uru inku (m.) ‘Lengua de gallo’
Por otra parte, identificamos otro grupo de nombres propios que, sin referirse a partes del cuerpo, también denotan rasgos físicos, por ejemplo, Watambá ‘Paralítico’, u otra condición de la persona Íshimba ‘Huérfana/o’. En (37) presentamos este grupo.
(37) Rasgos físicos u otra característica de la persona
Íshimba (f.) ‘Huérfana’
Chini (f.) ‘Estar tranquilo/a’
Ka(n)shi (m.) ‘Feo’
Kira (f.) ‘Gorda’
Kunumi (m.) ‘Muchacho’
Möhä (m.) ‘Remedio’
Piru (m/f) ‘Flaco/a’
Pipasa Hóuwa (m/f) ‘El/la que se come los zapatos’
Watambá (m.) ‘Paralítico’
Finalmente, otro grupo de nombres propios conforman el campo semántico de los fenómenos u elementos de la naturaleza, como se ejemplifica en (38).
(38) Fenómenos o elementos de la naturaleza
Amami (f) ‘Llovizna’
Ara Poshi (m.) ‘Tiempo/cielo malo’
Ara Riyu / Ara Iyu (m/f) ‘Cielo claro’ / ‘cielo amarillo’
Irai Ti (f.) ‘Cera de señorita’ (tipo de abeja)
Iwasairu (f.) ‘Agua que pasa’
Mano (m.) ‘Muerte’
Sapii (f.) ‘Rocío’
Soro (f.) ‘Quebrada’
Yasimi (f.) ‘Lunita’
Wë’ë (m.) ‘Vómito’
Wira Haiti (f.) ‘Nido de pájaro’
Algunos nombres propios, poco numerosos, quedan fuera de los campos semánticos antes identificados. Es el caso de, por ejemplo, Angu’a ‘Mortero’, Timimbi ‘Flauta’ y Mboka iyu ‘Escopeta amarilla’ que se refieren a artefactos, los cuales también se encuentran en la lista de Cadogan (pe. Anguá [angu’a]: mortero, tambor ([1960] 2005, p.38)). Interesante es notar que los nombres formados a partir del lexema mboka ‘arma de fuego’ son frecuentes entre los apellidos guaraníes relevados por este autor: “Mboca [mboka]: Escopeta, arma de fuego; Mbocape [Mboka Pe]: Escopeta Chata; Mbocapi: Escopeta de chispa, de cañón largo […]; Mbocaresa [Mboka Resa]: Ojo de Escopeta; Mbocavera [Mboka vera]: Escopeta reluciente, Mbocay [Mboka’i]: Escopeta Chica […]; Mocatï [mokatï]: Escopeta blanca […]” (Cadogan [1960] 2005, p.66-68).
Por último, hemos relevado algunos nombres propios cuyo significado no pudo ser identificado por los consultantes, y para los cuales no nos ha sido posible, hasta el momento, proponer un análisis morfológico. Muchos de esos nombres pertenecieron a ancianos ya fallecidos (abuelos o bisabuelos de las actuales generaciones). En este último caso, no podemos determinar si, evidentemente, estos nombres tenían una denotación reconocida por los hablantes que, debido al proceso de retracción en el uso de la lengua (especialmente de vocabulario relacionado con conocimientos del monte y el ambiente) fue olvidado por las siguientes generaciones; si ese significando se fue haciendo más opaco debido a los cambios diacrónicos de la lengua o si, en efecto, se trataba de nombres sin un significado evidente. En (39) listamos algunos ejemplos.
(39) Ankunsha (f.) Serora (f.)
Ari (m.) Yatiya (m.)
Eruti (m.) Sikwi (m.)
Kiñi (f.) Sirimbi (f.)
Merensianda (f.) Sharikwa (m.)
Mandirive (m.) Shira (f.)
Märändewe / Märändewai (f.) Showe (m.)
Mbiyari (m.) Tari’o (f.)
Mboretu (m.) Tiyuyu (m.)
Mombire (m.) Tïrë’ï (m.)
Päräsaï (s/d) Wandapi (m.)
Rapi (f.) Yarisha (m.)
El análisis fonológico de algunas formas nos permite identificar, entre este grupo de nombres, préstamos provenientes de otras lenguas chaqueñas, especialmente de las lenguas mataguayas. En este sentido, podemos suponer que aquellos nombres propios que presentan el segmento [ʧ] ante las vocales [a], [o] y [u] o bien el segmento [k] ante vocal [i] y [e] no constituyen nombres de origen tapiete. En (40) presentamos este subgrupo.
(40) Apichuri , Chakara (m.), Chaki (m.), Chamama (f.), Chuwe (m.), Taki (m.), Machopi (m.).
5.
Conclusiones
A lo largo de este artículo buscamos analizar los rasgos morfosintácticos y semánticos de la onomástica en lengua tapiete (tupí-guaraní), a partir de una base de datos de 130 antropónimos relevados mediante trabajo de campo entre los tapietes de Argentina y, en menor medida, de Bolivia y de algunas fuentes secundarias. A su vez, buscamos examinar las formas lingüísticas en el marco de las prácticas culturales de asignación de nombres, los cambios socioculturales que han tenido lugar en los últimos años y el proceso de retracción en el uso de la lengua por contacto con el español y otras lenguas de la región. La incorporación de la perspectiva cultural y etnográfica, en interacción con el estudio de la dimensión formal y semántica, nos permitió tener una mirada más amplia acerca de las características de los nombres propios entre los tapiete, en el marco de los contactos pasados y recientes de este pueblo con otras etnias de la región y con la sociedad criolla.
En este sentido, un dato interesante que surge de la documentación y estudio de nombres propios, es que, a pesar de haber disminuido la adquisición y uso de la lengua originaria en las nuevas generaciones -al punto de que no hay en Argentina hablantes fluidos de la lengua menores de 35 años-, no obstante, parece mantenerse la asignación de nombres personales en tapiete, que pasan a tener la función de “sobrenombre”. Estos nombres conviven con nombres y apellidos en español, con los cuales se anota a las personas en el Registro Civil y esto sucede incluso en familias jóvenes interétnicas en las que los padres no son hablantes o son hablantes pasivos de la lengua originaria.
Desde el punto de vista formal, los nombres propios en tapiete son predominantemente lexemas o construcciones sintácticas con contenido descriptivo. Es decir, no integran una serie cerrada con una única función como nombres propios, sino que, contrariamente, están constituidos en su gran mayoría por bases léxicas que pertenecen en la lengua a una clase abierta. Este rasgo es común a ciertas lenguas de la región del Chaco como el wichí, de la familia mataguaya, pero distinta a otras lenguas chaqueñas como el pilagá, de la familia guaycurú (Vidal, 2015, p.63). No obstante, también es un rasgo que se observa en lenguas de la familia tupí guaraní, habladas fuera de la región del Gran Chaco (Cadogan, 2005).
Asimismo, reconocemos que nuestra base de datos está constituida, mayoritariamente, por nombres propios que podríamos llamar típicamente tapietes, pero las características fonológicas o morfológicas de algunas de las muestras relevadas sugieren que, en algunos casos, los nombres propios fueron tomados, especialmente, del guaraní chaqueño o de otros grupos del Gran Chaco (p.e. qom) y otros que se utilizan en la actualidad están formados a partir de nombres o palabras del español, nativizadas.
Un rasgo característico de los antropónimos tapietes es que no marcan género. Los significados de los sintagmas usados como nombres propios pueden ser asociados a referentes masculinos o femeninos, por las cualidades o fisonomía de los animales, plantas o fenómenos que los nombres denotan, pero lo cierto es que algunos nombres, por ejemplo, de animales, en su función de nombre propio, pueden tener un referente tanto masculino como femenino.
En lo referente a su estructura interna, distinguimos cuatro tipos de construcciones morfosintácticas. El primer tipo está constituido por bases léxicas simples sustantivas, sin ningún tipo de marcación. El segundo tipo son bases léxicas sustantivas o verbales con afijos flexivos o derivativos. Estos pueden ser prefijos posesivos, sufijos diminutivos o el uso del sufijo derivativo -mba, un nominalizador de negación. El uso de diminutivos no parece ser una estrategia productiva en los nombres propios, como sí se ha evidenciado para la conformación de léxico botánico y del reino animal en esta lengua. El tercer grupo lo conforman los sintagmas nominales complejos que combinan dos unidades léxicas en construcciones genitivas que, generalmente, involucra partes del cuerpo, como Uru I-nku <gallo 3.POS-lengua> ‘Lengua de gallo’. Este tipo de construcción en los nombres propios está documentada en otras lenguas de la familia. Cabe destacar que para el caso de los nombres propios que presentan la posesión inalienable impersonal o por defecto, por ejemplo, T-esa Pinta <POS.DEF-ojo rojo> ‘Ojo (de alguien) Rojo’, se observa la forma característica presente en la lengua guaraní chaqueña y también en el guaraní paraguayo t-esa que en tapiete se expresaría en los sintagmas nominales comunes como ti-r-esa <POS.DEF-R-ojo>. Esto indicaría que son nombres propios de origen guaraní, probablemente. Por último, el cuarto tipo de construcción usada como nombre propio está formada por cláusulas finitas simples o cláusulas nominalizadas, que presentan la forma de cláusulas relativas sin núcleo o nominalizaciones que se refieren a un participante. El núcleo de estas cláusulas puede estar constituido por verbos activos o inactivos.
En términos comparativos generales, reconocemos un patrón formal de asignación de nombres entre los tapietes, compartido con aquel documentado por Cadogan (2005) en otras lenguas tupí-guaraníes del grupo I: las formas constituidas por bases simples que se refieren a animales, plantas y entidades de la naturaleza y los sintagmas posesivos. En cambio, el uso de sintagmas marcados con el sufijo derivativo de negación -mba <NOM.NEG> y de cláusulas nominalizadas con el sufijo -wa ~ -a como nombres propios parece ser un patrón característico del tapiete o, al menos, no evidenciado entre los nombres propios relevados por Cadogan (2005) en otras lenguas cercanas de la familia.
Desde el punto de vista semántico, hemos observado que los nombres propios tapietes tienden a expresar una cualidad o rasgo físico o de personalidad de la persona así designada, a través de dos recursos retóricos básicos: la metonimia y la metáfora. Además, propusimos una clasificación de los nombres según su pertenencia a campos semánticos específicos: (i) fauna, (ii) plantas y partes de plantas, (iii) partes del cuerpo y (iv) fenómenos u objetos de la naturaleza. En general, estos son comunes a otros grupos étnicos del Gran Chaco que utilizan clases léxicas abiertas para conformar antropónimos. Por último, hemos relevado algunos nombres propios, cuyo significado no pudo ser identificado, muchos de los cuales pertenecieron a ancianos ya fallecidos, por lo que no hemos podido determinar si se trata de nombres pertenecientes a una clase cerrada o bien que se han vuelto opacos para los hablantes contemporáneos.
Nos propusimos, con este trabajo, documentar los nombres propios en tapiete y brindar una descripción inicial, a la vez etnográfica y lingüística, que constituya un insumo para futuros estudios comparativos y tipológicos sobre las lenguas tupí-guaraníes y de la región chaqueña. Si bien buscamos indagar algunas pistas preliminares que pudieran orientar algunos rasgos generales comparativos, ciertamente una tarea pendiente será abordar en profundidad estos estudios comparativos.
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