ARQUITECTURA Y MODERNIDAD EN EL

CAMPUS DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA

DEL ECUADOR. 1957 - 1999


ARCHITECTURE AND MODERNITY ON THE CAMPUS

OF THE PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL

DEL ECUADOR. 1957 – 1999





Inés del Pino Martínez

Pontificia Universidad Católica del Ecuador

Ecuador


idelpinom@puce.edu.ec

http://orcid.org/0000-0003-4023-2271





Fecha de recepción: 24 de agosto de 2023. Aceptación: 03 de noviembre de 2023.













Resumen


El artículo expone la morfología de los edificios del campus de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). Las circunstancias iniciales de la construcción tienen relación con el cambio que experimentó Quito entre 1930 y 1960 en el orden urbano, arquitectónico y tecnológico, que permitieron entender la ciudad de manera diferente. En un contexto de menor escala, la arquitectura de la universidad también cambió, no solo por el traslado de la sede hacia la zona de expansión, sino los planes de estudio y la adopción de una arquitectura como representación de un momento histórico diferente. Este artículo tiene por objeto situar los momentos que marcaron hitos en su crecimiento. En este recorrido, destacan los nombres de importantes arquitectos de la década del cincuenta y sesenta como Sixto Durán Ballén, Virgilio Flores, Eduardo Gortaire, y más tarde, Fernando Calle. El artículo concluye que el campus fue construido por etapas, en un recorrido que va desde la arquitectura funcionalista y moderna hasta el reciclaje, la rehabilitación, nuevos materiales y técnicas, que marcan el inicio de una nueva etapa.


Palabras clave

Arquitectura moderna, campus universitarios, Quito, Pontificia Universidad Católica del Ecuador, educación.






Abstract


The article discusses the morphology of buildings on the Pontificia Universidad Católica (PUCE) campus. The initial circumstances of the campus construction are related to Quito's changes between 1930 and 1960 in the urban, architectural, and technological order, which allowed the city to be understood differently. In a smaller-scale context, the university's architecture also changed, not only because of the transfer of the headquarters to the expansion area but also because of the curricula and the adoption of an architecture that represented a different historical moment. This article aims to situate the moments that marked milestones in its growth. In this journey, essential architects of the fifties and sixties, such as Sixto Durán Ballén, Virgilio Flores, Eduardo Gortaire, and later, Fernando Calle. The article concludes that the campus was built in various stages, from functionalist and modern architecture to recycling, rehabilitation, new materials, and techniques, which mark the beginning of a new phase.


Keywords

Modern architecture, university campus, Quito, Pontificia Universidad Católica del Ecuador, education.



Introducción


En época virreinal, Quito fue un centro de enseñanza activo y relevante en la Audiencia, pues tuvo algunas universidades entre 1586 y 1686: San Fulgencio, a cargo de la comunidad Agustina (1586); San Gregorio Magno, regentada por Jesuitas (1622); y Santo Tomás de Aquino, a cargo de la comunidad de Dominicos (1686). Posteriormente, por orden de Carlos III, se fusionaron la universidad de San Gregorio y la de Santo Tomás de Aquino para crear la Real y Pública Universidad de Santo Tomás de Aquino, en 1786. De esta breve reseña, se deduce que la actividad académica de las universidades giró en torno a instituciones religiosas. Surgen a partir de colegios y seminarios, otorgan títulos y administran la formación superior en la Real Audiencia de Quito (Gil, 2016). Este escenario da cuenta del ambiente intelectual en Quito, una ciudad que, hasta 1760, no sobrepasaba los 25.000 habitantes. En el siglo XIX, la Real y Pública Universidad de Santo Tomás de Aquino se convirtió en la precursora de la Universidad Central del Ecuador que, junto con la Universidad Nacional de Colombia y la Universidad Central de Venezuela, fueron las más importantes universidades públicas de la región.

Con este antecedente, y en un salto temporal al siglo XX, cabe señalar que el periodo entre 1930 y 1960 marcó algunos cambios en la manera de entender la ciudad. Para estos años, el ferrocarril, el agua potable y el alcantarillado formaban parte de la ciudad moderna. Con la puesta en marcha de los “planes reguladores” en América Latina, se inaugura la proyección y el crecimiento de las ciudades. Esto separó las funciones urbanas de habitación, trabajo, recreación y movilidad.

Esta tendencia se extendió por el mundo y Ecuador no fue la excepción. Para lograr el objetivo modernizador, una tendencia generalizada en la región fue el traslado de los campus universitarios hacia las zonas de expansión de las ciudades, debido al surgimiento de conceptos distintos en la organización de los espacios educativos, gestión de nuevas carreras y proyección del campus con visión de futuro. En la arquitectura, los proyectos mostraban formas geométricas universales, asociadas a la función y al confort. El color blanco es predominante y la mención reiterada de espacios claros es una constante. Detrás de esta expresión, están ideas que vienen desde el inicio del siglo XX: la salud pública expresada en espacios limpios, claros y funcionales.

Por otra parte, la visita del arquitecto francés Le Corbusier a varios países de América del Sur: Brasil, Uruguay, Paraguay, Argentina y Colombia influyó en la manera de proyectar el crecimiento de las ciudades, así como la relación entre la forma y función en los edificios. En su paso por América Latina, elaboró y participó activamente en proyectos urbanos: el Plan Piloto para Bogotá y el diseño de Brasilia, en colaboración de arquitectos locales. Así mismo, formó parte de proyectos de arquitectura moderna; el más conocido es la Casa Curutchet en La Plata, Argentina (Felipe, 2015).

La implantación de los campus universitarios en las zonas de expansión urbana es una tendencia que se da tanto en las universidades públicas como en las privadas, no solo en Ecuador sino en países vecinos. En Colombia, entre 1934 y 1938, la Universidad Nacional de Colombia, creada en 1867, de tipo pública, apostaba por su reestructuración con una misión de espíritu liberal. Estaba abierta a todas las ideas políticas y religiosas, brindaba apoyo a la investigación y tenía visión de futuro. De este modo, mediante la Ley 68, o Ley Orgánica de la Universidad Nacional, sancionada el 7 de diciembre de 1935, inició el diseño del campus (Arango, 2002). El proyecto de 1937 estuvo a cargo del arquitecto Leopoldo Rother, quien agrupa los edificios dentro de una elipse que es visible en el plano de Bogotá de 1938. Se ubicaba en el límite este de la ciudad con forma ajena a la de la traza regular del área histórica.

El proyecto inicial tuvo varias actualizaciones, aunque siguió siempre el plan original. El campus se identifica con edificios modernos, austeros y de color blanco, por lo que, en un momento, la ciudad universitaria fue denominada Ciudad Blanca. El proyecto concluyó en 1943. Hoy en día, varios ingresos arborizados llevan a la Plaza Che, que es el punto de encuentro de los estudiantes. Este campus se convirtió en el referente para el diseño de la Universidad Central de Venezuela, luego de la visita del arquitecto venezolano Carlos Raúl Villanueva, en 1942 (Arango, 2002).

Hacia 1943, la Universidad Central de Venezuela, en Caracas, una universidad pública, empezaba a configurar su campus con el apoyo firme del presidente Isaías Medina Angarita, en una época de bonanza petrolera y de intensidad constructora en la ciudad. Desde ese momento, la figura del arquitecto Carlos Raúl Villanueva se convirtió en el protagonista con dos edificios relevantes: el Hospital Clínico y el Estadio Olímpico. Posteriormente, interpuso a estas edificaciones la escuela de Bellas Artes, Música y Arquitectura. Es decir, la salud física y del espíritu configuraron el centro del campus de esta universidad, de acuerdo con la misión de educar y formar ciudadanos integrales (Arango, 2002).

El proyecto tiene similitudes con el campus bogotano en su tamaño y edificios en altura, visibles en el plano urbano de 1946, en la periferia de la ciudad consolidada y equidistante a los sectores de expansión urbana, junto a un bosque de especies botánicas y topografía particular. Hacia 1951, se incorporó el edificio del aula magna y una plaza cubierta que amplía el centro simbólico de la universidad. En este espacio, se llevó a cabo el IX Congreso Panamericano de Arquitectos en 1955.

Por lo expuesto, la arquitectura moderna en la región nació por iniciativa pública y se extendió de inmediato a la universidad privada.

En este sentido, el ejemplo fue seguido por la Universidad Javeriana de Bogotá, fundada como Academia Javeriana en 1623 y cerrada en 1767 por la Pragmática Sanción del Rey Carlos III de España, que decretaba su expulsión de todos los territorios de las colonias. En 1884, los jesuitas retornan a Bogotá para ocupar la sede del colegio San Bartolomé, en el centro de la ciudad. Finalmente, en 1930 se restablece la universidad Javeriana; en 1933 obtuvo el reconocimiento del gobierno de Colombia y en 1937 se estableció la Universidad Católica Javeriana de Bogotá, con la distinción de universidad Pontificia. En 1940, la universidad inició gestiones para crear un nuevo campus, sobre la Carrera Séptima, junto al Parque Nacional, sector de Chapinero, en la zona de expansión urbana de Bogotá. En 1946, inició la construcción del Hospital Universitario San Ignacio, que en los años subsiguientes se amplió con facultades relacionadas con las ciencias de la salud. Entre 1955 y 1958, se construyeron la facultad de Arquitectura y los talleres; y, en 1955, la facultad de Ingeniería Civil. En este proceso, destaca el nombre del arquitecto Octavio Moreno Amaya como director de las obras. Para 1964, el campus contaba con quince facultades. En la actualidad, el campus tiene 18 hectáreas, y 45 edificios (Pontificia Universidad Javeriana, 2023).



La arquitectura y las universidades de Quito


Las acciones simultáneas encaminadas a modernizar la ciudad de Quito en la primera mitad del siglo XX se observan en la escala urbana y en la arquitectura: las ordenanzas de regulación del suelo urbano (1933); proyectos de vivienda colectiva promovidos por la Caja de Previsión Social (1938-1965), la ordenanza en 1938 que recomendó la integración de portales, cornisas, rejas, perfiles de marcos y puertas en la arquitectura de nueva planta, lo que da lugar al denominado estilo hispano quiteño o neocolonial (Ortiz y Alfonso, 2004). Un hito en el ordenamiento de la ciudad fue la elaboración y aprobación del Plan Regulador de Quito (1942), la construcción de una cadena de teatros y cines como iniciativa privada, que propuso una nueva forma de entretenimiento para la población (1933-1960). Por otra parte, la turbulencia política local y regional entre 1930 y 1950 coincide con los hechos de la Segunda Guerra Mundial, que trae como consecuencia la inmigración europea; entre los migrantes, están arquitectos y artistas que se radicaron en Ecuador, de manera temporal o definitiva (Del Pino, 2021).

En este contexto, la arquitectura destinada a la educación, en particular de las universidades, toma un nuevo rumbo, no solo por el traslado de las sedes hacia el norte, sino por el diseño arquitectónico que adoptaron y el cambio en los programas de estudio. Para 1950, las tres universidades públicas más grandes del país estaban ubicadas en Quito, Guayaquil y Cuenca, con facultades enfocadas en disciplinas similares: jurisprudencia, filosofía, educación, economía, medicina e ingeniería. Esta última cumplió un papel predominante en la difusión de nuevas tecnologías. En el cambio generacional, la arquitectura se separa de las bellas artes y la ingeniería. El plan de estudio de arquitectura en 1946 en la Universidad Central del Ecuador incorporó materias especializadas desde el primer nivel: geometría descriptiva, historia del arte, topografía, ensayo de materiales, composición decorativa, higiene e instalaciones, mecánica, urbanismo, entre otras materias. Desde estos años, las facultades de arquitectura e ingeniería pusieron el acento en la tecnología del hormigón armado y el diseño a partir de la lógica de la función, forma y el espacio (Benavides, 1995).

En Quito, hacia 1950, estaban en funcionamiento dos centros universitarios públicos: la Universidad Central del Ecuador (UCE) y la Escuela Politécnica Nacional. En 1957, se incorporó la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), la primera universidad privada. Este artículo analiza y reflexiona el proceso seguido en la configuración del campus y de qué manera se expresa la arquitectura de nueva planta en los principales edificios, ubicados en la avenida 12 de Octubre, entre el sector de La Mariscal y la Floresta, que en la década de los años cincuenta estaba en pleno crecimiento.



El campus de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador


En 1946, la Universidad inició sus actividades en una casa de patio ubicada en el Centro Histórico de Quito. El local fue cedido por el Colegio Sagrados Corazones, en la calle Bolívar N. 343. Esto se hizo a partir del decreto presidencial emitido por el presidente José María Velasco Ibarra, el 2 de julio de 1946 y publicado en el Registro Oficial N° 629 el 8 de julio del mismo año, que autoriza la fundación y funcionamiento de universidades privadas. El 10 de octubre de 1946, en el Registro Oficial N° 707, la universidad obtiene la autonomía de la universidad pública, lo que hace posible incorporar el enfoque católico en la formación del estudiante. El 4 de noviembre de 1946 se fundó la Universidad Católica. El 7 de junio de 1947 se creó la facultad de Jurisprudencia, que seguía los lineamientos de la Universidad Javeriana de Bogotá. Su primer rector fue Aurelio Espinosa Pólit S.J. (1946-1950). La Facultad de Jurisprudencia matriculó a mujeres en 1948. En el mismo año, se creó la Facultad de Economía y, en 1949, la especialidad de Pedagogía. En 1952, la Universidad obtuvo el reconocimiento de la Santa Sede y en 1963 se le otorgó el nombre de Pontificia (Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 1996).

Otro cambio que consolida su configuración institucional es el traslado del campus en 1957 a un predio amplio en la avenida 12 de Octubre, en el norte de la ciudad, producto de la donación de varias familias católicas de Quito, quienes compartían la misión de la universidad: la formación profesional de una juventud católica. Por otra parte, el intelectual Jacinto Jijón y Caamaño donó los ejemplares duplicados de su biblioteca, lo que da inicio a esta unidad de servicio al estudiante y al investigador (Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 1996). En este predio, la universidad inició con las facultades e institutos ya establecidos en su sede del centro: jurisprudencia, economía y pedagogía. Inmediatamente, incorporó la biblioteca, la Facultad de Ingeniería y el Instituto Pedagógico.

El campus inició su construcción de norte a sur del predio. Fue desde la Facultad de Filosofía hasta la Facultad de Arquitectura, Diseño y Artes, (números 3 y 16 en la Figura 1). El campus es el producto de la unión de varios predios hasta conformar una manzana urbana de cerca de siete hectáreas.



Figura 1.

Emplazamiento general de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 2023.



Fuente gráfica: Pontificia Universidad Católica del Ecuador.

Comunicación visual e imagen. Actualización del gráfico: A. Llumiluisa.



El plano de Quito de 1960 (ver Figura 2) representa los edificios de Jurisprudencia, Economía, el edificio administrativo de la PUCE con el número 287; el Colegio Americano, número 82; el teologado Salesiano, con el número 70. No se grafica la iglesia de San José, concluida alrededor de 1932 por el padre lazarista Pedro Brüning (Cevallos, 1994) que se encuentra en frente al predio de la PUCE, sobre la avenida 12 de Octubre, probablemente a que el interés fue destacar los edificios modernos de la ciudad, en el marco de la XI Conferencia de Cancilleres que debió realizarse en Quito.



Figura 2.

Implantación de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (1), Apostolado Salesiano (2),

hoy Universidad Salesiana, y Colegio Americano (3), hoy Escuela Politécnica Nacional, en plano de Quito de 1960.



Fuente: Instituto Geográfico Militar. Esc. 1:10.000



Los edificios del extremo norte concentraron a las facultades de jurisprudencia y economía; mientras que la biblioteca funcionó por un tiempo en la parte curva del edificio (Man-Ging, 2023). Según Barragán (2023), se pensó incorporar un mural en dicha pared curva. Este proyecto no progresó (Ver Figura 3).

El edificio de jurisprudencia y economía permite percibir dos etapas de construcción, pues la junta entre el edificio curvo de la biblioteca y el bloque de jurisprudencia tiene una diferencia de nivel que no pudo ser resuelta, probablemente porque uno de los edificios estuvo terminado con anterioridad. Este detalle es evidente al recorrer el edificio. Llama la atención también el emplazamiento de crujías en “V” con ángulo de 60°. Esto se explica debido a un proyecto municipal de prolongación de la calle Veintimilla, paralela al bloque de economía, que habría dividido en dos el predio universitario. Para prevenir este impacto, las autoridades planificaron un puente sobre la calle, y por esa razón quedó un pórtico de hormigón con un pasadizo que une a este edificio con ingeniería. El “puente” se construyó, pero la calle no. En este espacio, se construyó una cancha de básquet, que luego se convirtió en un coliseo cubierto, hacia 1980.



Figura 3.

Plano de los primeros edificios de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 1975.



Fuente: Departamento de Planta Física. Pontificia Universidad Católica del Ecuador.



En 1957, el edificio de lingüística estaba en construcción (Figura 4). Esto cerraba las crujías del ángulo formado por jurisprudencia y economía. Con esta obra, se consolida un conjunto arquitectónico de forma triangular con un interesante jardín interior que se acomoda a la irregularidad de la topografía y la diferencia de niveles. La galería semicubierta en planta alta y baja en los dos lados del edificio, el diseño del piso y la baranda otorgan, de algún modo, unidad a esta edificación. En el vértice interior de la antigua biblioteca, muro norte, luce, de manera discreta, un mosaico de la Virgen Dolorosa que custodia este espacio.

En 1975, se llevaron a cabo algunas modificaciones, como la incorporación de una escalinata externa, baños para mujeres en la planta baja y el cambio de uso de la biblioteca, esta vez para oficinas (Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 2023). Por los requerimientos de la municipalidad para la accesibilidad de sillas de ruedas y de personas con limitaciones en su movilidad, en 2023 se construyó una rampa exterior que une los dos bloques del lado norte. Esta obra resuelve el problema, pero no aporta a la calidad arquitectónica del edificio.

Con relación al sistema constructivo, las vigas del piso superior no son visibles, ya que están disimuladas por un cielo raso sobre el cual existe una cubierta ligera de chapa metálica, mientras que en la primera planta se evidencia que las vigas de la losa fueron armadas en un sentido, lo que permite una mayor altura del entrepiso. Sobre el bloque de economía, se dispone de un dibujo realizado por la empresa SOINCO, sin fecha; se conoce, por otros planos, que la empresa trabajó en la universidad en los años 70. Este sistema fue característico en los años cincuenta, está presente en otras edificaciones de Quito, como en el edificio administrativo de la Universidad Central del Ecuador.

El bloque de jurisprudencia fue contratado por el arquitecto Sixto Durán Ballén, ecuatoriano, quien concluyó sus estudios en 1945 en la universidad de Columbia en Nueva York. En esos años, desarrolló una intensa actividad profesional con proyectos en Estados Unidos, Venezuela, Guayaquil y Quito (Moya, 2014). Sixto Durán gerenció la empresa ARQUIN entre 1948 y 1959, y la empresa Gadumag, creada en 1958 para la planificación del edificio del IESS. Esta empresa estuvo conformada por los arquitectos Gilberto Gatto Sobral (uruguayo), Sixto Durán Ballén y Eduardo Gortaire Iturralde; así como por los ingenieros Leopoldo Moreno Loor y Oswaldo Arroyo, todos ecuatorianos (Del Pino, 2004). La empresa planificó y construyó el edificio de jurisprudencia y dejó delineado el puente que aparece en los planos.

Por otra parte, el plano de Quito de 1960 representa los bloques de jurisprudencia, el puente, economía, lingüística y una parte de aulas de ingeniería; es decir, un edificio adicional a los descritos. En 1960, el bloque de lingüística tuvo dos plantas y fue independiente del de jurisprudencia, como se observa en la Figura 2 y 4.



Figura 4.

Edificio de Jurisprudencia y Lingüística hacia 1960.



Fuente: Monografía Esteban Espinosa, 2022.



Otro edificio inicial en la historia de la universidad es conocido, en 2023, como edificio administrativo. Fue diseñado como residencia estudiantil en 1957, con capacidad para 98 personas y estuvo a cargo de la empresa ARQUIN. La construcción concluyó en marzo de 1960. El objetivo inicial fue crear un edificio para albergar “al personal secundario que asistirá a la Undécima Conferencia Interamericana a reunirse en Quito” (Últimas Noticias, 1960, p. 8). Dada la relevancia de este encuentro, el Servicio Geográfico Militar editó un plano de Quito en 1960 que incorporó a este edificio entre los previstos para dicha Conferencia.

El evento no se realizó por la turbulencia política en el continente. El uso como residencia tampoco progresó, pues, en 1966, el arquitecto Eduardo Gortaire firmó los planos del Hospital Escuela de la PUCE. Como colaboradores, figuran los ingenieros Naranjo y Robayo (Benítez, 2022). Al parecer, se readecuó el edificio para un nuevo uso. El hospital universitario prestó servicios ahí hasta 1973.

En 1975, se redibujaron nuevamente los planos y sobre estos se realizaron ampliaciones y remodelaciones importantes que incrementaron su tamaño original. Se añadió una planta alta en 1976; el bloque del centro médico, en 1961; el almacén universitario, en 1979. Se cambió el uso del edificio para oficinas administrativas; sin embargo, quedan algunas huellas del antiguo hospital, como la distribución de las plantas arquitectónicas, cuyas escalinatas llegan a un módulo central de enfermería que distribuye funciones en cada planta, ya sea hacia los consultorios médicos o habitaciones. Otros detalles son los pisos de linóleum que estaban hasta hace pocos años, el ancho de las puertas que no fueron modificadas, así como la ubicación del ascensor.

Hasta 1960, la universidad había contratado empresas externas para el diseño y la construcción de los edificios citados y al arquitecto Eduardo Gortaire como parte de la empresa ARQUIN. Sin embargo, desde 1961, este profesional se integró a la universidad como profesor agregado de la Facultad de Ingeniería, recién creada. En 1966 efectúa las ampliaciones del actual edificio administrativo como docente de planta de la PUCE, lo que indica que el proyecto del hospital y las remodelaciones son de su autoría.

La participación del arquitecto Eduardo Gortaire Iturralde como profesor de la universidad y arquitecto atendió el crecimiento del campus, con algunas obras importantes. Entre ellas, se puede citar que, en 1967, elaboró los planos para un internado de señoritas, con tres plantas. Hoy es la Facultad de Ciencias Humanas, un edificio austero que optimiza circulaciones y concentra los servicios; utiliza sistemas de ventilación natural mediante paramentos de bloque de tipo celosía. El diseño de una estructura modular y paredes desmontables permitió la transformación de la residencia en aulas (Gutiérrez, 2022).

En 1969 se emprendió la Facultad de Educación, con planos detallados que sigue un esquema funcional similar al de Ciencias Humanas; el espacio de circulación parte de un vestíbulo del que salen dos corredores y ocupa una proporción importante en cada planta del edificio. Ordena y distribuye las funciones de circulación, servicios, aulas y oficinas.

Las escalinatas tienen, en cada descanso, un módulo de bloque tipo celosía destinado a la ventilación natural. El uso de quiebrasoles prefabricados en la fachada regula el impacto de la luz y el calor en las aulas. La carpintería de las ventanas es metálica, realizada de manera artesanal con perfiles de hierro doblado. La forma arquitectónica del edificio es austera, ordenada, sin ornamento. Se inauguró en 1970, a cargo de la empresa constructora SOINCO. En el equipo de ingeniería colaboraron los ingenieros Oswaldo Arroyo y Fausto Vaca; en instalaciones eléctricas estuvieron los ingenieros Hernán Barba y Xavier Borja, cuyas firmas se encuentran en los planos originales (Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 2023). El edificio tuvo modificaciones significativas con el incremento de un piso para satisfacer la demanda de espacio al iniciar el año 2000.



Figura 5.

Planta original del edificio de Educación. 1953.



Fuente: Departamento de Planta Física. Pontificia Universidad Católica del Ecuador.



Entre 1963 y 1968, la universidad estableció vínculos académicos con la Universidad Saint Louis de Missouri de Estados Unidos. Esta relación involucra la construcción del edificio destinado a enfermería. El edificio tuvo aulas y una residencia para las Hermanas de la Caridad (Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 1996). La primera promoción de enfermeras graduó a este grupo en el marco del proyecto Hope, con metodologías aplicadas en los pensum de Estados Unidos. Dado el crecimiento de estudiantes en esta especialidad, se vio la necesidad de ampliar el edificio; el diseño estuvo a cargo de Eduardo Gortaire. En 1964, se amplió y cambió de uso con el tiempo. Hoy es conocida como Facultad de Medicina-Laboratorios.

Vale anotar, como comentario que contextualiza la función residencial de los dos edificios antes descritos, que la opción de internados para señoritas, a cargo de instituciones religiosas, era usual en esos años en Quito para asegurar el bienestar y seguridad de las estudiantes mujeres que se trasladaban desde todo el país hacia la capital, con el ánimo de estudiar una carrera universitaria.

En 1965, Eduardo Gortaire diseñó la residencia jesuita, un edificio moderno de dos plantas con una serie de elementos arquitectónicos característicos en otros edificios del campus, pero también presentes en algunos ejemplos de arquitectura moderna de Quito entre 1950 y 1970. Por ejemplo, se puede hablar del mosaico en la fachada exterior que se encuentra en la residencia universitaria de la Universidad Central del Ecuador, el edificio Casa Baca, entre otros. Los quiebrasoles de madera en las ventanas para filtrar la luz en el interior del edificio; vigas de hormigón visto que sobresalen de los muros a manera de gárgolas que se observan en el edificio de Ciencias Humanas, una terraza, entre otros detalles. El programa arquitectónico revela el orden en la funcionalidad del edificio: el área social y servicios en la planta baja; así como el área privada de residencia en la planta alta. También, hay un jardín en el retiro del edificio que colinda con la Escuela Politécnica Nacional.

Quizás la obra más relevante de Eduardo Gortaire es la capilla (1975), de planta hexagonal, con un lucernario en la losa de cubierta y vitrales en las fachadas que proyectan una luz tenue y cálida hacia el espacio interior. Esta fue diseñada y construida luego de haber concluido la Iglesia de El Girón (1970) que se encuentra en frente de la universidad. En el diseño estructural participó el ingeniero Fabián Torres y como asistentes estuvieron Gustavo Porras, Luis Enríquez y Sergio Frutos. La forma hexagonal de la capilla tiene capacidad para 60 personas; su forma de planta tipo salón y sin columnas en el interior permite desarrollar el rito en comunidad, sin obstáculos visuales. No tiene atrio, sino un vestíbulo interno y un espacio externo en el que se reúnen las personas antes y después de las misas; la luz cenital es cambiante en el día. El espacio interior invita a la oración, el uso y ubicación de los vitrales hacen, de algún modo, referencia a la capilla Notre Dame du Haut, diseñada por Le Corbusier.

En los primeros años, llamó la atención la forma de la cubierta, por lo que adoptó el sobrenombre de El Sombrerito. En 1978, la capilla amplió el vestíbulo de ingreso y se conformó un edificio anexo de tres pisos. Finalmente, a más de las obras citadas y la docencia, el arquitecto Eduardo Gortaire estuvo a cargo de la coordinación de Acción Social Universitaria (ASU). Desde esta responsabilidad, realizó proyectos arquitectónicos en el área rural, asesoría a comunidades religiosas, entre otras actividades. Luego de una larga e intensa trayectoria laboral, se jubiló en el año 2008 (Gortaire, 2015).

En el campus, merece especial tratamiento el edificio de la biblioteca, construido en 1961 por el arquitecto Virgilio Flores, quien fue uno de los primeros graduados en la Universidad Central del Ecuador y miembro fundador del Colegio de Arquitectos de Pichincha. El edificio tiene una geometría regular, la planta es cuadrada, carece de esquinas; al invertir el ángulo hacia el interior, destacan las cuatro fachadas a manera de paneles independientes, un recurso innovador presente en la arquitectura moderna de otros países latinoamericanos que, sin embargo, era poco usual en la arquitectura de Quito. Las ventanas son “quiebrasoles” verticales que permiten disponer de una luz filtrada en el interior, lo que brinda comodidad en la lectura; el espacio es amplio y de planta libre.

Como detalle, hay un reloj de péndulo que marca las horas hasta hoy. El edificio tenía un repositorio de libros en la planta baja y el subsuelo. La segunda planta alta estaba destinada a sala de lectura y, al parecer, en la tercera estaba otro repositorio de libros. El préstamo se realizaba mediante la búsqueda en catálogos manuales. El estudiante o el investigador no tenía contacto con los libros sino hasta cuando el bibliotecario le entregaba el ejemplar.

En 2010, se realizó la remodelación del edificio, a cargo del arquitecto Fernando Calle Andrade. No se realizaron cambios significativos en las fachadas; sin embargo, se construyó un edificio anexo de baterías sanitarias y escaleras de emergencia, se aumentó un piso al edificio, el repositorio de los libros se convirtió abrió su acceso, con tres pisos para consultas. Se implementaron cubículos para trabajos individuales y de grupos, y salas de lectura separadas por tabiques de metal y vidrio. El piso añadido deja, alrededor, un corredor que se conecta visualmente con el sector. El cálculo estructural estuvo a cargo del ingeniero Pablo Carrión (Calle, 2022).



Figura 6.

Biblioteca de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. 1961.



Fuente: Álbum Familiar. Pasado, presente y futuro. Pontificia Universidad Católica del Ecuador. 2009



Entre 1980 y 2022, se incorporó a la universidad el arquitecto Fernando Calle Andrade, quien ha realizado el diseño y construcción de una serie de edificios de gran complejidad en su programa arquitectónico: el coliseo cubierto (1980); el edificio de Ciencias Biológicas (1982 – 1983); dos edificios de aulas denominados Torre 1 y Torre 2, diseñados y construidos entre 1986 y 1992. Estos últimos resuelven la necesidad de espacio físico ante el crecimiento estudiantil.

También construyó dos edificios destinados a las artes: el Centro Cultural (1994 – 1997) y la Facultad de Arquitectura, Diseño y Artes (1994 – 1997). Por otra parte, el Centro de Informática (1999 – 2000) resuelve la necesidad de innovar los sistemas y servicios informáticos de la universidad, con una construcción bajo el nivel de superficie. Finalmente, se menciona al edificio de profesores, que está destinado a investigadores (2015). En los últimos años, ha realizado la ampliación, remodelación y adecuación de los edificios a las normas de seguridad emitidas por el Cuerpo de Bomberos y el municipio, así como la adecuación de espacios para dar accesibilidad a todo tipo de personas. Se puede hablar, también, de la construcción de módulos de estancia, construidos en madera luego de la emergencia sanitaria global.

El edificio de Ciencias Biológicas (1982-1983) se diseñó con el apoyo de profesores y científicos, quienes guiaron al arquitecto Fernando Calle desde el diseño del contenedor arquitectónico hasta el mobiliario especializado para almacenar equipos y colecciones de plantas y mariposas, o el herbario. El laboratorio se localizó en la planta baja. El edificio tuvo, desde su origen, un acceso cubierto, planta baja, subsuelos y cinco niveles. Sufrió una remodelación alrededor del año 2000, con la cual se elevó un piso, lo que permitió completar los 7.000 m². El diseño estructural estuvo a cargo del ingeniero Jorge Cedeño, profesor de la Facultad de Ingeniería.



Figura 7.

Torre 2 en construcción.



Fuente: Archivo C. Fernández.



Las Torres 1 y 2 se proyectaron entre 1986 y 1987. Nacen a partir de la necesidad de ubicar a la Facultad de Enfermería y otras unidades académicas afines en la primera; en la segunda, se colocó a la Facultad de Ciencias Humanas. El área de ambos edificios llega a 30.000 m². Su construcción fue realizada por administración directa y con financiamiento del Banco del Estado. Las obras fueron realizadas entre 1989 y 1992. El diseño estructural estuvo a cargo de los ingenieros Fernando Vallejo, Marcelo Ordoñez y Sosa Vallejo.



Figura 8.

Torres 1 y 2 concluidas. 1996.



Fuente: Archivo C. Fernández



La forma y el perfil ligeramente curvo de las fachadas de ambas torres, la altura y los colores aplicados hacen la diferencia con la arquitectura del sector. Así, se convierten en hitos urbanos y en el nuevo símbolo de la universidad, presente en la publicidad y la imagen corporativa. Los edificios no han cambiado significativamente por el exterior; sin embargo, en el interior, algunas aulas cambiaron a oficinas y espacios para investigación en los últimos años. Por normativas de seguridad, se crearon espacios de evacuación en terrazas y escaleras de emergencia (Calle, 2022). La Torre 1 tiene comunicación con el centro de informática (2000), desarrollado en dos niveles en subsuelo. Tiene, además, un jardín deprimido, oficinas, aulas y laboratorios de informática.



Figura 9.

Centro cultural en construcción.



Fuente: Archivo C. Fernández



El Centro Cultural (1994 - 1997) comprende un área de 12.000 m² distribuidos entre los subsuelos, planta baja, mezzanine, y tres niveles superiores. El proyecto original tuvo tres auditorios que fueron reducidos a dos; el auditorio mayor que tiene una capacidad para albergar a 454 personas, salas de exposiciones y el museo de Jacinto Jijón y Camaño. Este último incorporó la colección arqueológica y de pintura, así como la portada de piedra que fue reutilizada en el ingreso al edificio. Jacinto Jijón y Caamaño fue un intelectual quiteño cercano a los principios de la universidad.


La portada de piedra que se encuentra en la entrada del Centro Cultural perteneció a la Casa de la Sal, del siglo XVI. Fue derrocada hacia 1920 para construir el pasaje Tobar, en la calle Guayaquil y Sucre por el arquitecto Luis Felipe Donoso Barba. La portada la compró Jacinto Jijón y Caamaño, años más tarde, cuando construyó el edificio para su museo en la calle Colón y Versalles, la colocó allí. Después de su muerte, su hijo Manuel donó a la municipalidad una franja de terreno desde la avenida 10 de agosto hasta la calle Versalles para ampliar la avenida Colón con la condición de que se hiciera un nuevo cerramiento. Se derrocó el edificio del museo, se desmontó la portada, la misma que permaneció almacenada en la hacienda Chillo Compañía. Luego Manuel Flores Jijón donó esta portada a la Universidad Católica para el museo Jijón, de esta manera, la portada guarda relación con el museo que contiene la colección de su padre (Ortiz, 2023, entrevista personal).


Además de la colección de Jacinto Jijón y la portada de piedra, este edificio cuenta con algunos museos. Primero, está el Museo Weilbauer, de arqueología prehispánica ecuatoriana, producto de una donación realizada por los investigadores Hilde y Eugen Weilbauer, que hoy se encuentra abierta al público. La reserva de este museo custodia la colección de arqueología prehispánica ecuatoriana donada por la investigadora italiana Constanza Di Capua, quien, a partir de esta colección, realizó importantes avances en el conocimiento de la diversidad humana en tiempo prehispánico, a partir de esta colección. Las salas destinadas a exposiciones temporales se usan para exposiciones de artistas nacionales y extranjeros, así como para estudiantes de artes de la universidad.

Merece una referencia aparte la sala destinada al memorial del ex presidente de Ecuador, José María Velasco Ibarra, en donde se encuentra la efigie del ex mandatario en cera, así como medallas donadas por la señora Victoria Samaniego de Salazar y una selección de libros para contextualizar la muestra. El material de este fondo fue donado por familiares del ex presidente y ha permitido desarrollar estudios sobre su personalidad y su relación con la cultura, el populismo y el género (Sosa, 2020).

El edificio no ha cambiado su fisonomía exterior, pero en el interior tiene varias transformaciones. A manera de ejemplo, varias salas para exposiciones temporales se han convertido en espacios de exposición permanente; el auditorio menor del último piso fue eliminado para cumplir las normas de seguridad emitidas por los bomberos (Alulema, 2022).

En 1998-1999, Fernando Calle diseñó y construyó la Facultad de Arquitectura, Diseño y Artes, con la colaboración de los arquitectos Hernán Burbano y Fernando Carrión. Según Fernando Calle: “esta facultad es singular porque se construyó con materiales que sobraban de diferentes obras que se hacían en la universidad” (Calle, 2022, entrevista personal).

El proyecto incorpora la rehabilitación y cambio de uso de la casa esquinera, conocida como la Casa Vieja. Ahí, el Padre Pedro Porras, investigador y profesor destacado de la PUCE, tuvo su laboratorio de arqueología desde 1970. Sus investigaciones fueron pioneras en el país. En ese lugar se encuentran las oficinas de la facultad. La casa fue construida en 1938 y perteneció a la señora Leonor Heredia; tenía entre 12 y 14 departamentos de vivienda antes de la remodelación; las paredes son de ladrillo y miden 42 cm de ancho. El material está trabado en los dos sentidos, con mezcla de barro y cal; la rehabilitación mantuvo la estructura portante e incluyó un ascensor. Se retiraron varias paredes de bahareque, chimeneas, baños y el enlucido de tierra. En la parte nueva del edificio, se encuentran las aulas alineadas junto a un corredor curvo y de luz natural. Debido al crecimiento de la población estudiantil, se vio la necesidad de aumentar un altillo para el funcionamiento de la carrera de Artes y aulas sobre una terraza. El edificio de talleres se construyó con el objetivo de darle un lugar apropiado a la enseñanza de materiales y laboratorio. Este espacio ha mejorado y ampliado los equipos.

Un detalle que llama la atención es la puerta antigua de madera en el ingreso. Se trata de un elemento de reciclaje que, según Alfonso Ortiz, profesor de la facultad en los primeros años:


Fernando Calle buscaba una puerta antigua para el ingreso de la facultad. Yo había recuperado de la basura las dos hojas de una casa colonial de la calle Junín que queda al lado occidental del museo de arquitectura del Colegio de Arquitectos. Las monjas propietarias de la casa la readecuaban y obviamente la puerta vieja fue descartada. La recuperé, la llevé a los talleres del Museo Municipal que entonces funcionaba en los “Garajes Quito” en la calle Gutiérrez. La conservé durante algún tiempo y se la restauró con personal municipal fuera de las horas laborables. Cuando se dio la oportunidad la entregué a Fernando Calle para integrarla al edificio moderno y así salvarla (Ortiz, 2023)


El testimonio de Fernando Calle añade que la puerta fue llevada hasta el lugar donde se encuentra actualmente. Se restableció el sistema de quicio y espigón, común en las puertas antiguas para el giro de la puerta; sin embargo, el quicio de la puerta es una caja de acero con rulimanes o rodamientos y el espigón ingresa en el quicio mediante una espiga también de acero para facilitar el giro. Este sistema funciona perfectamente hasta el día de hoy.

Finalmente, la obra más reciente fue el edificio de profesores e investigadores, construido en 2015. Está compuesto por seis plantas y 120 oficinas, baños, salas de reuniones; su estructura es de metal y vidrio. La cubierta tiene un sistema de cerchas de madera de 15 metros libres apoyada únicamente en los extremos, lo que logra un espacio amplio para un auditorio en el último piso, según el proyecto original.



Reflexión


La descripción de los edificios de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador se realizó mediante el recorrido por los edificios después de la emergencia sanitaria, cuando no se podía ingresar a edificios de la ciudad para realizar visitas con estudiantes.

Al trabajar casa adentro, surgieron varias limitaciones. La primera es que se disponía de pocos planos originales, casi todos eran redibujados; sin embargo, se logró disponer y analizar la morfología de los primeros edificios. La segunda es que la información gráfica es heterogénea; no obstante, los libros de la historia institucional fueron de utilidad para revisar las circunstancias por las que atravesó la universidad y sus logros. La tercera, los informantes del proceso de construcción de las primeras fases del campus no están entre nosotros. En suma, el uso original por el interior ha cambiado, mientras que, por el exterior, se mantiene afinidad con la forma original. El hilo conductor es la simplicidad, formas universales y materiales locales.

La imagen del campus se inserta en un momento particular de transformación de las universidades de la región, tanto públicas como privadas: la Universidad Central de Caracas, la Universidad Nacional de Colombia, la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad Central del Ecuador. En un contexto mayor, el urbano, todas trasladaron sus sedes del centro hacia la zona de expansión urbana de mayor plusvalía y lo hicieron de acuerdo con la tendencia de separación de actividades humanas contenidas en los planes reguladores: habitar, trabajar, recrearse. En este sentido, los espacios para la educación y el trabajo comparten lugares visibles en la cartografía urbana. Por otra parte, la educación en los años cuarenta y cincuenta constituyó una de las prioridades en las agendas de los políticos de turno en la región, y por esta razón, como acertadamente concluye Silvia Arango, la política y la arquitectura pública destinada a la educación están estrechamente relacionadas. Quito no es la excepción, habría que añadir que en los mismos años la educación privada universitaria y al mismo tiempo católica también tuvo el apoyo inicial por parte del Estado.

Las nuevas sedes en la región, donde se incluyen las ecuatorianas, no son ajenas a las discusiones teóricas surgidas en los años treinta en los Congresos Panamericanos en torno a la identidad de la arquitectura latinoamericana. En los años sesenta, había la noción de progreso, asociada con la necesidad de ir hacia adelante y el desarrollo con el crecimiento de las fuerzas productivas. La utilización de técnicas avanzadas y el contacto con el mundo eran anhelos colectivos que encontró en la arquitectura el medio idóneo para su representación (Arango, 2012).

En este sentido, la transformación de las ciudades y de la arquitectura después de la Segunda Guerra Mundial se hace visible en todo el continente y Quito no es la excepción; en tanto que la industrialización se aceleró en unos países más que en otros. En este sentido, la tradición y la confianza en el artesano de Quito se mantuvo hasta los años ochenta; la industrialización tuvo un desarrollo menor en comparación con países vecinos como Colombia.

Esta particularidad es visible en la materialidad de la arquitectura quiteña, que experimenta en la realidad las limitaciones tecnológicas, pero las resuelve de manera eficiente con creatividad. Esta actitud del arquitecto, el diseñador y el artesano forma parte de las narrativas latinoamericanas del diseño local, lo que acertadamente Chimento (2023, p.35) menciona: “la fusión entre lo real y lo posible, así como la exploración de temas locales, se refleja en la producción material de los diseñadores latinoamericanos”. Esta afirmación puede ser extensiva a los arquitectos, ingenieros, constructores y artesanos para comprender la asimetría entre el objeto arquitectónico moderno terminado, lo real, y los medios tecnológicos y técnicos con los que es posible llegar a un resultado que puede competir con el de la arquitectura moderna de la región o del mundo, lo posible.

El campus de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) que hoy conocemos es el producto de un crecimiento paulatino que unifica varios predios hasta alcanzar el tamaño de una supermanzana visible en el plano urbano. El conjunto no es homogéneo, sino que expresa varias tendencias de la arquitectura de la segunda mitad del siglo XX. Tampoco es una arquitectura menor o producto aislado en el concierto de la arquitectura latinoamericana, sino que se inserta en las tendencias del continente, una arquitectura que a menudo es el resultado de procesos antes de resultados. Es una arquitectura en constante cambio, flexible e inclusiva, que se observa desde el primer edificio universitario hasta el presente, con cambios en el uso y en las funciones. Unas facultades se han trasladado a nuevos espacios, los edificios han sufrido ampliaciones, tanto en altura como en planta baja por las necesidades de crecimiento de la población universitaria; requerimientos de seguridad y accesibilidad obligatorios en este tipo de edificios de acogida masiva. Las fechas de construcción que se disponen de los edificios de la PUCE se puede sintetizar en los siguientes años: Jurisprudencia (1956), Economía (1959), Lingüística (1963), Ciencias Exactas (1963), edificio administrativo (1957-1966), Ingeniería Civil (1961), Trabajo Social (1963), Biblioteca (1961), Enfermería (1963 - 1968), Residencia Jesuita (1965), Ciencias de la Educación (1970), Teología (1970), Coliseo (1980 - 1982), Capilla (1975), Cancha de Fútbol (1960-1983), Edificio de Ciencias (1988), Torres 1 y 2 (1996), Centro Cultural (1996), Facultad de Arquitectura, Diseño y Artes (1994), Edificio de Profesores (2015).

La Universidad Central del Ecuador tiene un edificio que representa el centro simbólico universitario, conformado por un edificio con tres unidades: el teatro universitario, el edificio administrativo y la biblioteca. Ahí, se representa el arte, la institución y el conocimiento. Por su parte, la Pontificia Universidad Católica conformó su centro simbólico en el tiempo, con tres espacios: dos edificios y un espacio abierto, construidos de manera independiente y visibles en la implantación del predio. Estos son la biblioteca, la capilla, y la cancha deportiva. Se trata de espacios de memoria colectiva y de sentido de la comunidad universitaria (números 5, 6, y s/n de la Figura 1).

La biblioteca tiene, en su repositorio, obras y colecciones únicas para la investigación de historia ecuatoriana, la arqueología, y el pensamiento latinoamericano, a partir de donaciones o incorporación bibliográfica en el tiempo. Son colecciones conformadas por grupos de estudio relevantes en la región; entre ellos, está el de Arturo Andrés Roig, quien lideró un grupo de investigadores de la universidad que estudiaron la Teología de la Liberación, desarrollada entre 1971 y 1978. Esta propuesta se ha convertido en un referente para los estudios del pensamiento y la cultura latinoamericana.

Se encontraron libros sobre arte y arquitectura colonial de Quito y Ecuador escritos por el padre José María Vargas OP entre 1950 y 1980; los resultados de los estudios arqueológicos llevados a cabo con estudiantes de la universidad, investigadores y científicos de universidades extranjeras a cargo del Padre josefino Pedro Porras, profesor e investigador de la universidad entre 1973 y 1985; tesis de importantes intelectuales ecuatorianos que estudiaron en este centro académico. Estos son ejemplos que constituyen periodos importantes de producción intelectual. En la actualidad, la biblioteca es un espacio de lectura, trabajo en grupos y lugar de encuentro, lo que la convierte en un lugar común.

La capilla, por definición, es un espacio sagrado; forma parte de un conjunto mayor, construido con posterioridad. Está localizada en una esquina y no destaca por su tamaño. La capilla, por dentro, tiene un solo espacio en el que convergen los mundos de la vida (Rueda, 2021). La iluminación llega a través de los vitrales de los muros y una claraboya cenital; son elementos que han permitido crear una atmósfera singular en su interior.

Este es también un espacio común de la universidad, que es altamente expresivo durante el rito, momento en que un conjunto de personas participa para compartir su fe o un motivo de solidaridad. La espiritualidad está en el espacio antes que en los muros o en el tamaño del edificio. La temperatura interior y la luz aluden a los sentidos e inciden en el estado de ánimo de los asistentes, en la reflexión personal o colectiva, en la esperanza y en el sentido de solidaridad y reconocimiento de los miembros de una comunidad. El mobiliario es austero, de madera, material que sugiere el sentido de la naturaleza transformada. Destaca como parte de este la presencia de una piedra monolítica de gran tamaño, sólida, que disuade sobre lo eterno, la solidez de la fe y la naturaleza.

La cancha deportiva fue, en la modernidad, un espacio de entretenimiento que tuvo detrás la idea de mente sana en cuerpo sano y el deporte como sinónimo de salud y disciplina. La cancha de la PUCE es un espacio abierto que mantuvo su ubicación desde la creación de la universidad, primero con piso de tierra, hasta que en 1983 se lo delimitó y adecuó internamente. Este es un espacio de memoria, ya que en él se formó el equipo de fútbol de la Universidad Católica. Este equipo, al igual que otros grupos deportivos, asoció su nombre al de una universidad, como signo de prestigio y orgullo compartido con sus hinchas y de reconocimiento a la universidad a la que pertenecían.

El equipo hizo noticia en la ciudad y el país, pues trascendió por sus triunfos deportivos hasta el año 1980 en que se separó de la universidad. En el presente, la convocatoria, el entusiasmo, la competencia y, al mismo tiempo, el sentido de lo lúdico, están presentes en la escala interna. Es un espacio que convoca con entusiasmo los encuentros entre facultades. A diferencia del pasado, se han incorporado equipos de mujeres, quienes desarrollan una serie de iniciativas alrededor del fútbol femenino, lo que añade valor a la historia de la universidad.

La biblioteca, la capilla y la cancha forman parte de la identidad de la comunidad universitaria al interior. Son espacios incluyentes y de encuentro para quienes trabajan, estudian o circulan por la universidad. Sin embargo, la universidad tiene otra cara que se destaca y se reconoce desde fuera y está representada en los edificios de las torres en altura 1 y 2, destinados a aulas, grupos de investigación, facultades de medicina, ciencias humanas, economía, administración, jurisprudencia, y psicología. Las torres constituyen un hito construido por la forma y la gradación de colores en la escala urbana.



A modo de cierre


El estudio de los campus de las universidades latinoamericanas permite indagar la relación entre política y estética, como señala Arango. Permite, además, complejizar esta relación con aspectos de la tecnología de la construcción que confluyen para producir un resultado no solo en la fisonomía de los edificios sino en la formación profesional de una generación progresista y con otra técnica surgida en 1945 hasta 1990 en que la ciencia, el arte, la arquitectura y la tecnología dialogan en la escala internacional. Esto tiene un impacto en el estilo de vida de la población. Detrás de las propuestas arquitectónicas, está el interés por lograr espacios ausentes de decoración, claros, higiénicos, económicos, funcionales; son condiciones que apoyan la imagen moderna de la arquitectura como un nuevo orden.

El producto más utilizado en la construcción de los edificios del campus es el hormigón armado. Sin embargo, luego del año 2000, se experimentan otras técnicas en las que predominan el acero y vidrio, así como la reutilización o reciclaje de materiales. Luego de la crisis sanitaria global, la respuesta arquitectónica propuesta por la universidad está en los espacios de estancia, módulos prefabricados de madera y perfil de acero, abiertos y de uso múltiple.

Lo expuesto da cuenta de que la Pontificia Universidad Católica del Ecuador fue construida por partes independientes en el tiempo. Existe un hilo conductor expresado en los principios de la arquitectura moderna latinoamericana con particularidades locales en la forma, función y los modos de construir, sin llegar a la uniformidad sino a una combinación cuidadosa de tendencias formales y funcionales. Al final de siglo, se incluyen principios de rehabilitación arquitectónica y el reciclaje, que se podría decir que marcan el inicio de una nueva etapa.

En el 2023, el campus ha llegado a la ocupación máxima del predio, sin renunciar a jardines y espacios abiertos de estancia. Del proceso de crecimiento se deduce que desde el inicio no hubo un plan general de implantación sino que probablemente hubo lineamientos de ocupación del predio. Es decir, no partió desde un centro que simboliza la ciencia o el arte, sino que configuró paulatinamente y de manera colectiva su centro de significación, que se caracteriza por ser plural e incluyente.

El centro está conformado por tres espacios íntimos: la biblioteca (el conocimiento y la memoria), la capilla (el espíritu) y la cancha deportiva (la comunidad), una trilogía que concentra la vocación de la universidad. De cara al exterior, las torres 1 y 2 representan, en una escala monumental, el prestigio y el poder en el conocimiento y la ciencia como cierre de una temporalidad académica.



Agradecimientos



Este artículo fue realizado a partir de los planos escaneados por el Departamento de Planta Física de la Universidad, documentos institucionales. Algunos planos de los años 1977 y 1983 fueron realizados sobre planos anteriores sin actualizar las fechas, lo que dificulta identificar los cambios; no obstante, permitieron descubrir nombres de arquitectos, ingenieros, y colaboradores que hasta el momento no han sido citados en la documentación académica. Otra fuente de información fue la entrevista y las consultas realizadas al arquitecto Fernando Calle y las monografías de estudiantes de arquitectura, materia de Análisis y Crítica, presentadas en el primer semestre 2022, a quienes se los cita en el artículo. Así mismo, hay entrevistas con ex-estudiantes de la Pontificia Universidad. El libro “Una vida: una luz en el camino, una misión cumplida”, escrito por el arquitecto Eduardo Gortaire y publicado en 2015 contribuyó a conocer algunos datos personales, actividades profesionales e incorporar algunas notas sobre su pensamiento. Un agradecimiento al señor Carlos Patricio Fernández, empleado de la PUCE, quien conservó fotografías de los edificios de las torres y centro cultural en el momento de la obra y a Alejandra Llumiluisa en la producción gráfica.



Referencias


Alulema, D. (2022). Centro cultural de la PUCE, historia viva.Inédito.

Arango, S. (2002). Historia de un itinerario. UNILIBROS.

Arango, S. (2012). Ciudad y Arquitectura. Seis generaciones que construyeron la América Latina moderna. Fondo de Cultura Económica.

Barragán, M. (12 de junio de 2023). Edificio de Economía de la PUCE. (I. d. Pino, Entrevistador)

Benavides, J. (1995). La arquitectura del siglo XX en Quito. Banco Central del Ecuador.

Benítez, J. (2022). Edificio administrativo de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Valor histórico y arquitectónico. Inédito.

Calle, F. (15 de agosto de 2022). Historia de la PUCE. (I. d. Pino, Entrevistador)

Cevallos, A. (1994). Arte, diseño y arquitectura en el Ecuador. La obra del padre Brüning. 1899-1938. Banco Central del Ecuador, Abya-Yala.

Chimento, F. (2023). Diseño, realismo mágico y nuevas narrativas latinoamericanas. Una mirada del Diseño de Productos en Argentina y Brasil. Revista DAYA, 14, 31-50. DOI: https://doi.org/10.33324/daya.vi14

Del Pino, I. (2021). Obras públicas y modernidad en Quito. En U. d. Instituto Nacional de Patrimonio Cultural. Núcleo del Azuay, Memorias modernidad. Nuevas miradas al patrimonio ecuatoriano (págs. 17-29). Universidad del Azuay, Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, Núcleo del Azuay.

Del Pino, I. C. (2004). Quito, treinta años de arquitectura moderna. 1950-1980. TRAMA.

Espinosa, E. (2022). Edificio de Teología y Ciencias filosóficas. La primera piedra. Inédito.

Felipe, C. (2015). Revista Scielo. Obtenido de la Universidad de la Habana. UH no.280 : http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0253-92762015000200016#:~:text=Le%20Corbusier%20visit%C3%B3%20Am%C3%A9rica%20Latina, m%C3%A1s%20fugaz%20Asunci%C3%B3n%20y%20Montevideo.

Gil, E. (2016). Los planes de estudio de las universidades coloniales quiteñas en el siglo XVII, hacia la reforma de la Ilustración. En J. M. Calderón (Ed.), Historia universitaria de España y América (págs. 486-497). Universidad de Alcalá.

Gortaire, E. (2015). Una vida: la luz en el camino, una misión cumplida. Artes gráficas Señal.

Man-Ging, C. I. (16 de marzo de 2023). Qué conoce sobre la construcción del campus de la PUCE. (I. d. Pino, Entrevistador)

Moya, R. P. (2014). Sixto Durán Ballén. Planificador, urbanista y arquitecto pionero de la arquitectura en Ecuador. TRAMA.

Ortiz, A. (20 de abril de 2023). La portada del centro cultural de la PUCE y la puerta de la FADA. (I. d. Pino, Entrevistador)

Ortiz, A. (2004). Guía de Arquitectura de Quito. Junta de Andalucía, IMQ.

Pontificia Universidad Católica del Ecuador. (1996). Libro de Oro PUCE. 1946-1996. Centro de Publicaciones PUCE.

Pontificia Universidad Católica del Ecuador. (19 de junio de 2023). Planos de la PUCE.

Pontificia Universidad Javeriana. (10 de junio de 2023). Historia - Institucional - Pontificia Universidad Javeriana. https://www.javeriana.edu.co/web/institucional/historia

Rueda, L. (2021). Las arquitecturas de la religión hoy: ¿espacios urbanos de fraternidad y solidaridad? En I. Del Pino, Arquitectura latinoamericana contemporánea (págs. 385-396). PUCE-FLACSO.

Sosa, X. (2020). Hombres y mujeres velasquistas. 1934-1972. FLACSO Ecuador - Abya Yala.

Terán, J. (1981). La iglesia y la universidad. Ediciones Universidad Católica.

Últimas Noticias. (٢٢ de marzo de ١٩٦٠). Inauguración de la residencia estudiantil de la Universidad Católica. Periódico Ultimas Noticias, pág. 8.

Villalba, S. (1972). Una década institucional, 1961-1971. Revista de la Universidad Católica del Ecuador, 83-125.