GÉNERO Y CULTURA POPULAR EN LA
INTERVENCIÓN DE PLAZAS COMERCIALES
PATRIMONIALES
GENDER AND POPULAR CULTURE
IN THE INTERVENTION OF HERITAGE
SHOPPING MALLS
María Paula Rodas García
Investigadora independiente
Ecuador
arq.mapaurodas97@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-3869-8833
Johanna Cecilia Toledo Dumas
Investigadora independiente
Ecuador
johatoledo97@gmail.com
https://orcid.org/0009-0003-9795-6833
Natasha Cabrera Jara
Universidad del Azuay
Ecuador
necabrera@uazuay.edu.ec
https://orcid.org/0000-0002-1469-2349
Fecha de recepción: 04 de septiembre de 2023. Aceptación: 22 de octubre de 2023.
Resumen
Las áreas históricas en América Latina han experimentado procesos de patrimonialización relativamente recientes, donde los centros históricos, correspondientes al tejido de fundación española, han retomado importancia. En consecuencia, se han ejecutado un sinnúmero de proyectos sobre sus espacios públicos con la finalidad de regenerarlos. En el caso de las plazas comerciales, que históricamente han ocupado determinados entornos del área patrimonializada, estas intervenciones se han caracterizado por la búsqueda de un orden y estética que se contrapone a su condición marcadamente popular. Con el objetivo de identificar la problemática derivada de estos procesos de regeneración, los valores patrimoniales que mantienen y las características que invisibilizan o desplazan, se aplica un diseño metodológico basado en técnicas de observación y levantamiento de encuestas y entrevistas en dos plazas comerciales del Centro Histórico de Cuenca, en Ecuador, tras ser intervenidas luego de su declaratoria como Patrimonio Cultural de la Humanidad, en 1999. Se obtienen dos hallazgos fundamentales: por una parte, el importante uso de estos contextos por mujeres, niños y niñas, quienes son omitidos dentro de los proyectos de intervención; y el desplazamiento de determinadas características. Finalmente, se propone una revisión a la planificación de este tipo de intervenciones para tornarla más horizontal; para ello, se toma en consideración tres escalas de actuación.
Palabras clave
Centro Histórico, mercado popular, regeneración urbana, perspectiva de género.
Abstract
Historic areas in Latin America have undergone relatively recent processes of heritagization, where historic centers corresponding to the urban grid of Spanish foundations have regained importance. As a result, countless projects have been implemented in their public spaces with the aim of regenerating them. In the case of commercial squares, which have historically occupied certain spaces of the heritage area, these interventions have been characterized by the search for order and aesthetics that contrast with their markedly popular condition. To identify the problems derived from these regeneration processes, the heritage values they maintain, and the characteristics they omit or displace, a methodological design based on observation techniques, surveys, and interviews was applied in two commercial plazas in the Historic Center of Cuenca in Ecuador, after they were intervened following their declaration as Cultural Heritage of Humanity in 1999. Two fundamental findings were obtained: on the one hand, the critical use of these contexts by women and children, who are omitted from the intervention projects, and the displacement of certain characteristics. Finally, a revision of the planning of this type of intervention is proposed in order to make it more horizontal, to this end, three scales of action are considered.s
Keywords
Historic Center, popular market, urban regeneration, gender perspective.
Patrimonialización de centros históricos latinoamericanos
Varios autores han estudiado y descrito las diversas etapas atravesadas por los centros históricos de América Latina, particularmente en ciudades patrimoniales. Hacen referencia a su fundación como el punto de partida de su historiografía urbana (Rojas, 2004; Manterola et al., 2017). No obstante, muchas de ellas surgieron junto a ciudades indígenas prósperas e importantes en la red urbana precolonial. De este periodo, se cuenta con un amplio registro de actas y, en consecuencia, de la traza fundacional de los primeros asentamientos españoles. Sin embargo, hay muy poca información sobre las ciudades indígenas preexistentes (Lozano, 2016).
El trazado español, que obedecía a los principios instituidos por las Leyes de Indias, sirvió de base para lo que más adelante constituyó la ciudad oficial, aquella cuyo proceso de conformación y consolidación fue absorbiendo, y en algunos casos desplazando, al tejido indígena previo. El asentamiento español en damero definió la forma y dirección de las manzanas, pero la normativa colonial determinó además su tamaño, distribución y usos, en especial aquellos que se ubicaron alrededor de la plaza central. Estas ciudades estaban reservadas para los españoles y criollos, y los indígenas debían asentarse al margen de ellas (Cedillo et al., 2021), en barrios periféricos.
Al pasar de los siglos, el trazado colonial se fue consolidando gradualmente, con un escaso crecimiento horizontal, que se caracterizó por la subdivisión de predios y la ocupación de lotes baldíos (Carpio, 1979). Así, los límites de la ciudad histórica se fueron definiendo lentamente sin mayores transformaciones durante, aproximadamente, cuatro siglos. En gran parte de las ciudades, estos límites corresponden a las áreas patrimoniales actuales, aquellas zonas del tejido urbano que hoy se han patrimonializado.
A mitad del siglo XX, lo urbano latinoamericano inició un periodo de crecimiento sin precedentes. En varias décadas, recibió masivamente población del campo y se incorporaron a un sistema de producción fuertemente industrial; pasaron de un modelo urbano compacto y caminable a otro disperso, cuya movilidad se centró en el automóvil (Hermida et al., 2015). Su expansión implicó un gran cambio para la ciudad histórica, ya que las familias con poder económico que la habitaban cambiaron su residencia a los nuevos barrios fuera del trazado colonial. Las edificaciones de los centros históricos se alquilaron a familias de menores ingresos, por lo que fue necesario compartimentarlas en varias unidades habitacionales menores. Esto conformó lo que hoy se conoce como “conventillos” en Chile, Ecuador y Uruguay, “casa de vecindad” en México o “cortiço” en Brasil (Cabrera, 2019).
Los centros históricos se fueron deteriorando a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado, hasta que, en las dos últimas décadas, se dotó de valor al patrimonio urbano y se implementaron políticas para su conservación. Con este fin, varios tejidos históricos -junto a otras áreas con atributos distintivos- fueron reconocidos como patrimonio regional, nacional o inclusive internacional, con el aval de instituciones como la UNESCO (Vergara y Casellas, 2016). Este fenómeno significó la revalorización de los centros históricos y su intervención en varias escalas para garantizar su preservación, lo que propició la construcción de un imaginario de centro histórico ideal, que debía mostrar su patrimonio edificado intervenido, ligado a una estética y época definidas. Las intervenciones buscaron, ante todo, la conservación y reproducción de ciertos atributos considerados positivos, mientras otros fueron relegados (Janoschka y Sequera, 2014).
Conflicto con lo popular
Los aspectos a omitir de este centro histórico idealizado estuvieron fuertemente ligados a la cultura y estética populares, siempre permeados por componentes claramente indígenas (Navarrete, 2019). En este ejercicio de recreación de ciertos atributos, los mercados aparecieron como enclaves conflictivos, no únicamente por su cercanía con lo indígena, sino por su propia condición de entornos marginales (Mancero, 2012). Es por esto que, en la mayoría de los casos, una de las primeras alternativas para la puesta en valor y la conservación de tejidos patrimoniales consistió en trasladar los mercados, específicamente aquellos que estaban al aire libre.
Cabe señalar dos aspectos importantes. Por una parte, la negación de la presencia histórica de los mercados, que tradicionalmente se ubicaron en el tejido patrimonial, al desarrollarlos al aire libre y de manera itinerante. El valor de este uso pierde importancia frente a los problemas de higiene y urbanidad que se han utilizado constantemente para justificar su reubicación. De esta manera, se han vaciado un sinnúmero de plazas, lo que ha creado amplias plataformas carentes de mobiliario y con serias prohibiciones de uso (Cedillo et al., 2021). Por otra parte, se evidencia la permanente pugna por el uso de estos espacios que, en muchos casos, han aparecido como los únicos lugares que reflejan la confrontación entre la construcción de un entorno patrimonial depurado y la permanencia de prácticas populares (Mancero, 2012). Los mercados -junto a otros espacios cargados de expresiones disidentes-, se estigmatizan, lo que busca minimizar su presencia en lo urbano patrimonial.
En este punto, es fundamental conceptualizar el término “popular”, que cuenta con múltiples acepciones. Para este estudio, se considera aquella referida a clases sociales menos privilegiadas, con condiciones económicas limitadas, así como un restringido o nulo acceso a las decisiones. En el caso latinoamericano, lo popular corresponde históricamente a los indígenas, cuyas expresiones han permanecido al margen de la oficialidad, como prácticas y estéticas subalternas.
Carácter reivindicativo y comercial del espacio público
Pensar la ciudad como espacio social, simbólico, percibido, vivido y apropiado por individuos y grupos diferentes (Lefebvre, 1969), supone la preponderancia de lo público y los beneficios que sus funciones otorgan a las condiciones de vida de los habitantes y de las urbes (García y Contreras, 2016). El espacio público emerge como lugar de convivencia, equidad, encuentro (Borja, 2002; Rodríguez, 2005; Segovia y Jordán, 2005) y desencuentro. Es, ante todo, el territorio de la ciudad donde cualquier persona tiene derecho a estar y circular; pertenece al acervo ciudadano como lugar en el que se concentra la esencia cultural que caracteriza a la ciudadanía y su identidad colectiva (García, 2015). Carrión (2004), sostiene que el espacio público es, además, escenario de conflictividad social con diversas funciones según los pesos y contrapesos sociales y políticos. La calidad conferida a la ciudad a través de los espacios públicos está sustentada por la intensidad de las relaciones sociales que se suscitan entre la ciudadanía, donde las mezclas de grupos y comportamientos generan mayor relevancia y dan paso a la identificación del espacio (Murillo, 2020).
En ese contexto, la actividad comercial ha sido, históricamente, una de las bases sobre las que se asienta la formación de la ciudad. La mayor parte de los asentamientos urbanos ha surgido al calor de las necesidades y los intereses comerciales, las transacciones, los intercambios y el trueque de toda clase de bienes de consumo. El comercio ha sido y continúa siendo una de las actividades que ha dado mayor sentido al espacio público urbano, pues se ha llegado a considerarlo como una actividad netamente pública, a pesar de ser un acto entre privados (García y Contreras, 2016), que dota a los lugares de determinados significados y prácticas (Catalán, 2020). Existen diferentes tipos de enfoques para tratar la articulación entre espacio público y comercio. De ellos, resalta aquel que entiende dicha relación como mecanismo dinamizador y enriquecedor del contexto, donde los valores comunes constituyen factores fundamentales para el establecimiento, la preservación y la práctica de la democracia.
Cuenca en Ecuador como caso de estudio
Se propone como caso de estudio a Cuenca, no solo porque posee uno de los dos centros históricos declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en Ecuador, sino debido al alcance de las recientes actuaciones sobre su patrimonio edificado. Esta ciudad ha intervenido, en las dos últimas décadas, en 95 bienes inmuebles de carácter público, lo que ha significado una fuerte inversión para su gobierno local; pero, sobre todo, ha transformado los entornos públicos comerciales más importantes de su área patrimonial (Cabrera, 2021), los ha adaptado a la estética de una urbe histórica idealizada. Dicha metamorfosis forma parte de una campaña que ha posicionado al Centro Histórico cuencano en los primeros puestos de diversos rankings urbanos, sobre todo de turismo internacional. Entre las distinciones, se destacan premios como los dos primeros lugares entre 2010 y 2017 en el listado de las mejores urbes para jubilados extranjeros, la inclusión en 2011 en la lista de las 50 mejores ciudades históricas del mundo de la revista National Geographic o la obtención del Oscar del Turismo entre 2017 y 2019 como mejor destino en Sudamérica para estancias cortas (Cabrera y Bernal, 2020).
Cuenca, ubicada al sur del Ecuador, fue fundada en 1557 junto a la ciudad inca, Tomebamba (Fig. 2). Durante los primeros siglos de conquista española, su crecimiento se limitó a la consolidación de algunas manzanas alrededor de la plaza central; sin embargo, a mediados del siglo XX, inició un proceso acelerado de expansión urbana (Carpio, 1979). La urbanización de nuevos territorios derivó en varios cambios dentro del Centro Histórico, el que experimentó un proceso de abandono de las clases pudientes. El interés por esta zona de la ciudad se retomó a finales del siglo XX y adquirió preponderancia con su declaratoria UNESCO, el 1 de diciembre de 1999.
Como la mayoría de ciudades andinas, Cuenca contaba en su trazado con importantes zonas comerciales, caracterizadas por la fuerte presencia indígena y marcadas por las ventas itinerantes al aire libre (Fig. 1). Sin embargo, las múltiples intervenciones sobre el área patrimonial que siguieron a la declaratoria UNESCO estuvieron direccionadas a la eliminación del comercio itinerante y la estética popular.
Figura 1.
Plazas del Centro Histórico de Cuenca marcadas por la venta itinerante. a) Plaza San Francisco, inicios del siglo XX (Banco Central del Ecuador, s.a.), b) Plaza San Francisco, mediados del siglo XX (Cabrera, 2020), c) Plaza Rotary, década de los 80 del siglo XX (Cabrera, 2020), d) Plaza Cívica, década de los 80 del siglo XX (Banco Central del Ecuador, s.a.).
Fuente: Cabrera (2020).
Se plantea el análisis de dos plazas intervenidas tras el proceso de patrimonialización del Centro Histórico de Cuenca, ambas de uso comercial, con el fin de aportar en la identificación de la problemática que estos espacios experimentan en áreas patrimoniales de la región, qué valores se mantienen y qué características se omiten o desplazan, específicamente como consecuencia de los procesos de regeneración y conservación. Para elegir las plazas, se mapearon todas aquellas dentro del ámbito de estudio, cuyos proyectos se hubieran ejecutado a partir de la declaratoria de 1999 (Fig. 2).
Figura 2.
Ubicación de Cuenca, las plazas comerciales y los focos de comercio popular de su Centro Histórico.
Fuente: Cabrera (2020).
Con base en esta delimitación, se evidenciaron dos focos de comercio popular, ubicados alrededor de dos de los centros de abasto del área patrimonial cuencana: el Mercado Nueve de Octubre y el Mercado 10 de Agosto. Debido a la representatividad de estos focos, se decidió seleccionar una plaza intervenida en cada uno. En la zona del Mercado 10 de Agosto, se eligió a la Plaza San Francisco, cuyo proyecto buscó liberar el espacio y dejó al espacio sin un uso definido; apenas, se mantuvieron ciertos comercios a su alrededor. En torno al Mercado 9 de Octubre, se seleccionó la Plaza Rotary, cuya intervención, al contrario del caso anterior, conservó, en gran parte de su área, el uso comercial. Se optó por estas plazas, no solo debido a la posibilidad de comparar dos intervenciones diferenciadas en las centralidades del comercio popular, sino porque ambas constituyen lugares tradicionales de la ciudad, lo que las convierte en testimonio vivo e intangible de la forma en la que la sociedad se ha ido desenvolviendo. Son, actualmente, centros de abastecimiento que forman parte de la identidad cultural de la ciudad y, tras su intervención, muestran características espaciales distintas.
Plaza San Francisco
Sobresale por su alta actividad colectiva y de comercio, que se complementa con su representativa arquitectura colindante, mixticidad de usos e historia. Esto la ha convertido en un espacio valioso y representativo de la ciudad, que cuenta, en total, con 4.300 m2 (Fig. 3).
Figura 3.
Ubicación y emplazamiento de la Plaza San Francisco.
Fuente: Elaboración propia.
Esta plaza apareció dentro del trazado fundacional de 1557 como un espacio asignado a uso privado (de Sevilla, 1557). No obstante, terminó convirtiéndose en el primer mercado de la ciudad y, a comienzos del siglo XVIII, el vecindario comenzó a caracterizarse por la presencia de varias personas dedicadas a la actividad comercial. A mediados del siglo XIX, la plaza estaba abarrotada de tiendas; era el inicio de la vida comercial consolidada del barrio (González, 2012).
Intervención
Tras una serie de planteamientos e intentos por remodelar este espacio, se da la intervención en el año 2019 (Fig. 4). “La rehabilitación tuvo la intención de recuperar este espacio público para el disfrute de la ciudadanía, potenciando el comercio existente” (Albornoz, 2016, p. 1). Además, buscó promover el comercio al generar orden en la ubicación de los productos y al reactivar la zona, con el fin de convocar al turismo y generar un espacio seguro y funcional. Bajo esta hoja de ruta, se trasladaron los comercios que ocupaban la zona central de la plaza, pues se los agrupó en el borde de la misma y se eliminó, además, el parqueadero vehicular preexistente. No se logró reubicar a todos los comercios en la plaza, por lo que muchos fueron desplazados.
En términos generales, la intervención liberó el espacio central de la plaza, pues ubicó el comercio únicamente en sus bordes, junto a luminarias y vegetación. Se implantaron cuatro árboles pequeños en una superficie reducida (Orellana y Martín, 2022).
El material sobresaliente de la plaza es el adoquín, con ciertos espacios donde se evidencia la presencia de cerámica. No posee mobiliario de estancia y únicamente cuenta con un par de basureros. Existen 96 puestos distribuidos en nueve módulos, que fueron instalados para el uso de los comerciantes y cuentan con estructura metálica y recubrimiento de madera. Tienen también ventanas arqueológicas en el pavimento, que visibilizan formas antiguas de construcción del piso, y existe una pileta de agua reconstruida que se ubica en el centro.
Figura 4.
Plaza San Francisco antes y después de su intervención. a) Plaza San Francisco a inicios del siglo XX (Cabrera, 2020). b) Plaza San Francisco antes de la intervención, 2010 (Cabrera, 2020), c) Plaza San Francisco tras la intervención, 2021 (Elaboración propia), d) Plaza San Francisco tras la intervención.
Fuente: Elaboración propia.
Plaza Rotary
Cuenta con una historia más reciente y se integra a un circuito comercial compuesto de tres plazoletas cercanas (Plaza Cívica, Plazoleta Hermano Miguel y Plazoleta del Mercado) y el Mercado 9 de Octubre. Esta plaza tiene un área total de 1947m2 (Fig. 5).
Figura 5.
Ubicación y emplazamiento de la Plaza Rotary.
Fuente: Elaboración propia.
En el mapa de Cuenca de 1930, se observa que la acequia conocida como Gallinazo pasaba por la plaza. En 1963, ya se delimitaba este lote como espacio público. Pero no es sino hasta 1986 que se utilizó para la venta de artesanías, con la denominación de Plaza Rotary (Quinteros y Astudillo, 2017).
Intervención
La propuesta buscó resolver problemas de circulación y accesibilidad. Para ello, reubicó las casetas de venta y exhibición de productos, cuya estructura era frágil e insegura. La intervención que se realizó en el año 2009 planeó además tres zonas abiertas que conectaran con el Mercado 9 de Octubre, concebidas para ser reversibles de acuerdo a las necesidades ciudadanas (Albornoz, 2009). El espacio público, actualmente, presenta un alto grado de comercio variado: artesanías de paja toquilla, cerámica, alfarería, hojalatería, etc. La actividad se intensifica con la práctica itinerante de las limpias ancestrales los días martes, jueves y viernes (Fig. 6).
Los materiales sobresalientes son adoquín, hormigón, cerámica y piedra. La plaza no cuenta con mobiliario de estancia, posee un solo basurero y una llave de agua. Existen seis módulos que están conformados por cuatro puestos construidos con estructura metálica y recubrimiento de madera. Cada uno cuenta con dos frentes comerciales para la exposición de los productos. Todo esto se complementa con la nivelación y el tratamiento que se dio a los pisos.
Figura 6.
Plaza Rotary antes y después de su intervención. a) Plaza Rotary en la década de los 80 del siglo XX (Cabrera, 2020), b) Plaza Rotary antes de la intervención, 2009 (Cabrera, 2020), c) Plaza Rotary tras la intervención, 2021 (Elaboración propia). d) Plaza Rotary tras la intervención, 2009 (Cabrera, 2020).
Metodología
Esta investigación analiza las plazas San Francisco y Rotary. Se comparan variables dependientes entre sí: la relación físico-espacial de las plazas y su uso comercial. Se empleó una metodología cuantitativa y cualitativa con un alcance explicativo, con el fin de identificar los factores que influyen en la problemática que las plazas experimentan como consecuencia de los procesos de regeneración y conservación. El diseño metodológico consideró, de partida, una serie de variables físico-espaciales alusivas al confort urbano, evaluadas en campo mediante estrategias de observación y conteo, las cuales se ordenaron en un informe documental. Estas herramientas se complementaron con encuestas y entrevistas, con el objetivo de validar los hallazgos encontrados en el análisis previo.
Es importante señalar que toda la información fue recopilada en campo entre marzo y junio de 2021, durante la pandemia de Covid-19.
Observación
Con base en la metodología diseñada por Gehl (2014), se realizaron tres conteos diarios a lo largo de dos semanas, durante tres días a la semana (martes, jueves y sábado), en los siguientes horarios: 09:00, 15:00 y 18:00. El periodo de duración de las observaciones fue de 20 minutos para obtener información sobre el tipo de uso, usuario y tiempo de permanencia. Además, se levantaron datos físico-espaciales mediante fichas de observación. Esta herramienta fue clave para el registro de información primaria. Los aspectos registrados con este método fueron: emplazamiento y contexto, elementos arquitectónicos (altura y bordes), factores ambientales, equipamiento cultural, movilidad, economía y consumo (Tabla 1).
La información obtenida en el proceso de observación se sistematizó mediante un Cad (Archicad). Ahí, se la organizó para proceder a la realización de fichas resumen de los componentes más importantes y representativos (Fig. 7). Finalmente, se procedió al respectivo análisis espacial de los mapas, mediante la revisión de coincidencias.
Figura 7.
Fichas resumen del conteo en la Plaza Rotary y de las características físico espaciales de la Plaza San Francisco, 2021.
Fuente: Elaboración propia.
Encuesta
Se propuso un formulario dirigido a los usuarios categorizados en dos grupos: comerciantes y consumidores, bien sean aquellos que recorren el espacio o desarrollan sus actividades dentro de las plazas. La primera parte recoge datos según el tipo de usuario, mientras que la segunda se refiere a la temática de análisis con preguntas comunes a las dos categorías de usuarios. Para determinar el universo a estudiar, se utilizaron los datos del conteo levantado en la fase metodológica de observación. Con esta información, se aplicó la fórmula estadística de muestreo finito. El resultado obtenido de este cálculo determinó el levantamiento de 67 encuestas, las cuales fueron divididas en 34, para la plaza San Francisco, y 33, para la plaza Rotary. Se encuestaron de manera proporcional según los datos del conteo, tanto a comerciantes como a consumidores en ambas plazas.
Los aspectos registrados se basaron en las siguientes variables: frecuencia en la utilización de las plazas; tiempo de permanencia y direccionamiento de los usuarios dentro de las mismas; accesibilidad, que se complementa con la percepción de seguridad de los usuario de las plazas; actividades de mayor frecuencia dentro de estos espacios públicos y su nivel de confort al realizarlas; distancia recorrida para llegar a los mismos y el tipo de transporte utilizado; percepción del espacio y de los elementos que conforman la dinámica urbana de ambos casos de estudio (Tabla 1). Para el levantamiento y sistematización del formulario se utilizó la aplicación KoBo Toolbox, que permitió el registro automático de los datos, el inmediato cálculo estadístico y la generación de tablas y gráficas.
Entrevista
A esta etapa correspondió la triangulación de datos obtenidos en los procesos previos, con la finalidad de reunir ideas y conceptos de lineamientos que funcionen como apoyo para las carencias encontradas en las plazas. Se realizó mediante entrevistas semiestructuradas a agentes clave vinculados a la intervención material e inmaterial de espacios públicos patrimoniales en Cuenca (CIMAS, 2015), quienes proporcionaron información relacionada al espacio físico, a la temática del comercio y a la calidad físico-espacial de los casos de estudio. En total, se realizaron cuatro entrevistas a gestores, diseñadores y arquitectos.
La información se levantó en función de un guión con preguntas semi abiertas que permitieron analizar a detalle los aspectos positivos y negativos de las intervenciones que, si bien salieron a la luz en las fases de observación y encuesta, se profundizaron en esta etapa metodológica. Los datos registrados se centraron en la percepción de los entrevistados sobre su permanencia en el espacio físico, la actividad comercial y la calidad físico-espacial de las plazas (Tabla 1).
Se registraron en audio y video las correspondientes entrevistas mediante la aplicación Zoom, tras contar con el respectivo consentimiento informado. Se logró sistematizar y analizar las entrevistas mediante análisis de discurso. Para ello, se usó un procesador de texto.
Tabla 1.
Tabla 1.
Fuente: Elaboración propia.
Resultados
En este apartado se explican los resultados más relevantes obtenidos en las fases metodológicas descritas con el propósito de clarificar el objetivo planteado y poner en evidencia la problemática que han experimentado estas plazas patrimoniales, al ser objeto de transformaciones y procesos que tenían como finalidad su regeneración.
Sobre su ubicación y contexto, se observa que ambas plazas se encuentran en medio de edificaciones importantes a escala urbana, lo que hace que funcionen como conectoras del espacio y que, a su vez, formen parte de un contexto patrimonial, en el cual sobresalen por su materialidad. Los resultados nos indican que en la Plaza San Francisco resalta el adoquín y la cerámica; a su vez, en la Plaza Rotary, también se encuentra adoquín acompañado de hormigón, que se complementa con la cerámica y otro tipo de piedra, en menor proporción.
Referente a la variable del contexto inmediato, se confirma la relación del uso con el nivel de las construcciones aledañas a las plazas. Es así que se generan usos comerciales en las plantas bajas acompañadas del uso de viviendas y bodegas en las plantas altas de las edificaciones.
Sobre el tipo de bordes encontrados en las plazas, se los considera regulares, estimulantes y blandos -según la categorización de Gehl (2014)-, debido a la variedad visual que presentan. Sin embargo, en el tema de contaminación del aire y acústica, los hallazgos muestran una percepción negativa por parte de los usuarios, que se atribuye a la presencia de gran cantidad de automóviles que circulan a su alrededor. Esta información se refuerza en el informe de calidad del aire de Cuenca de 2019, en el cual se evidencian los siguientes contaminantes: O3, NO2, SO2, CO, MP2.5, MP10, PS, BTEX; mientras los niveles de contaminación acústica, según datos del IERSE, en ese mismo año alcanzan 71,3 decibeles en horas pico.
Por otra parte, se constata la escasez de iluminación, pues según normativa Nec en plazas y plazoletas, la iluminación promedio debe ser de 30 luxes. No obstante, en la plaza San Francisco, de los 21 puntos de análisis de esta variable, 19 son menores a los 30 luxes. Por su parte, en la plaza Rotary, se definieron 12 puntos de análisis que muestran datos inferiores a los 30 luxes.
También se observa una notable escasez de vegetación en ambas plazas. En toda la superficie de la plaza San Francisco, se encuentran cuatro macetas de piedra, siete de madera y siete de plástico, de las cuales solo el 20% cuenta con vegetación. A un costado de la plaza, se evidencia la presencia de 17 árboles de media altura de una especie exógena. En la plaza Rotary, en cambio, se encuentran cinco árboles: cuatro cepillos, de los cuales dos son blancos y hay un pino.
Plazas de paso con una significativa presencia femenina
En ambas plazas se evidencia un uso predominante como zonas de paso, pese a su actividad comercial. En ellas, los usuarios tienden a circular, más no a quedarse, lo que dificulta, en gran medida, la creación de un sentido de pertenencia. Así, tanto entre semana como los fines de semana, se registró que entre 77 a 87% de las personas en las plazas, las utilizaban únicamente de paso. Sobre el tipo de usuarios, en la Plaza San Francisco el género femenino correspondió a un 64% y, de manera más específica, a un 70% de los comerciantes, mayormente en un rango de edades entre 18 y 25 años. Por otra parte, en la Plaza Rotary, un 50% del total de usuarios registrados fueron mujeres, mientras que en comerciantes, este porcentaje alcanzó un 80%, mayoritariamente en un rango de edad entre 26 y 64 años. Se torna fundamental añadir que un 65% de estas mujeres trabajan o permanecen solas, mientras un 35% lo hacen acompañadas de sus hijos e hijas.
En cuanto a la seguridad, esta es percibida como insuficiente y limitada, especialmente para el género femenino. Este tema se convierte en un aspecto importante a tratar, particularmente porque los comerciantes no se sienten seguros ni respaldados frente a robos, que los perjudicaron de manera considerable incluso en la pandemia. La mayoría de personas encuestadas se sienten inseguras dentro de las plazas, sobre todo entrada la noche, ya que es evidente la desolación que se produce en el Centro Histórico, así como la inactividad en estos espacios públicos. Se obtiene como resultado que el 40% de los comerciantes perciben como poco segura a la Plaza San Francisco. En cuanto a la Plaza Rotary, esta situación empeora, ya que el 60% de comerciantes se sienten nada seguros, y el 41% de consumidores se sienten poco seguros. Además, esta plaza se encuentra en la zona roja de la ciudad, lo que perjudica aún más la apreciación de los usuarios. Todo esto constata la afirmación de Castillo y García (2021): “La percepción social de la inseguridad se ancla en los rumores que se transmiten, impulsan y modifican las prácticas de caminar y experimentar el espacio” (p. 132).
Desplazamiento de lo popular
Un resultado destacable se refiere a temas de identidad y cultura popular. Según la observación de campo, se evidencia que la venta de productores locales, de corte popular y económico ha sido reemplazada por otros con atributos turísticos, en función de los usos y usuarios que se busca promover (Figs. 4 y 6). En el caso de la Plaza San Francisco, por ejemplo, 36 comerciantes originales no fueron incluidos en la intervención, de los cuales 20 solicitaron un nuevo espacio en el Pasaje León, pero esta edificación finalmente se destinó a oficinas municipales. Esto ha propiciado una disputa constante entre la opinión de los comerciantes y usuarios contra la municipalidad; hay discusión sobre quién debería hacerse cargo del mantenimiento del lugar, así como de la organización del mismo y la generación de permisos de ocupación del suelo. Se ha resaltado, además, la necesidad de una gestión y proceso de vinculación que se enfoque en el espacio público que motive los usos populares y las prácticas culturales que, con el tiempo y las diferentes intervenciones, se han ido limitando e inclusive prohibiendo.
Otro aspecto importante a señalar tiene que ver con la vegetación y el mobiliario, cuya presencia mínima en las plazas tras sus intervenciones. Esta carencia se muestra como tema contradictorio en cuanto a la percepción de los comerciantes y consumidores según las encuestas realizadas, ya que el 90% de comerciantes indicaron que tanto el mobiliario como la vegetación posibilitan la estancia de libadores e individuos que hacen mal uso del espacio público, por lo que su ausencia se reconoce como positiva. Sin embargo, el 100% de consumidores encuestados consideraron imprescindible implementar mobiliario con el objetivo de que la gente pueda permanecer en las plazas.
Son dos los hallazgos esenciales referidos al género y lo popular, ambos componentes significativos en las plazas. En el caso de la cultura popular, los resultados indican su permanente restricción, conforme avanzan las renovaciones urbanas que forjan una visión contemporánea que deja en segundo plano a la comunidad que brinda significado a estos espacios públicos.
En general, en ambas plazas, a pesar de sus diferencias, se han encontrado resultados similares. Las dos poseen la capacidad de convocar a los usuarios, debido a su fuerte uso comercial; sin embargo, la ausencia de mobiliario y espacio para una estancia adecuada no motiva la permanencia. Esto podría relacionarse a que, históricamente, funcionaban como mercados al aire libre en muchas ocasiones itinerantes sin mobiliario fijo. No obstante, antes de las intervenciones, las plazas contaban con zonas de estancia que, aunque no se encontraban en las mejores condiciones, permitían la permanencia de sus usuarios (Fig. 1). Si bien estos espacios han experimentado cambios a lo largo de los años, los procesos de regeneración recientes han marcado un punto de inflexión sobre el funcionamiento, distribución, usuarios y usos permitidos.
Discusión
Identidad popular de las plazas comerciales
Como mencionan Carman, Segura y Soldano (2013), la política cultural de los espacios comunes constituye un instrumento para modificar la configuración de la ciudad: los usos, las apropiaciones de los espacios públicos, las posibilidades de desplazamientos y de encuentros entre variados agentes sociales y las formas predominantes de interacción social cotidiana en la ciudad. El espacio público se transforma y se reconfigura a partir de las diferentes prácticas que los usuarios y colectivos sociales movilizan de manera cotidiana en sus entornos (Arias y Luneke, 2022).
La gestión del espacio público debe correr en paralelo a una gestión cultural que no esté centrada en el mero fachadismo o el evento-espectáculo masivo. No obstante, en los casos estudiados ocurre lo contrario, ya que las intervenciones sobre el patrimonio edificado se han enfocado en la construcción de una imagen/fachada ideal, lo que deja por fuera el carácter eminentemente popular de los espacios comerciales cuencanos, cuya condición caótica, itinerante, pública e indígena constituye un componente común en América Latina.
Gómez (2004) propone “recuperar el valor de los espacios urbanos… crear lugares para la ciudadanía, que amortigüen las agresiones del urbanismo duro moderno y aporten espacios vivibles” (p. 40-41). Esto lleva a repensar el tipo de intervenciones que se vienen ejecutando sobre el patrimonio, centradas en lo edificado, la arquitectónico y lo monumental, que resaltan únicamente aquellos atributos acordes a la construcción de un paisaje urbano depurado. Los resultados de la presente investigación ilustran justamente estas políticas de conservación, manejadas en muchos de los centros históricos de la región y que están direccionadas a la regeneración de un patrimonio material específico que comprende un periodo y estética determinados. Este modo de actuación afecta, además, múltiples componentes inmateriales relacionados a la vida de las comunidades preexistentes (Delgadillo, 2016; Vera, 2015).
Al tratarse de plazas comerciales, las comunidades que han habitado históricamente estos espacios poseen dinámicas y estéticas fuertemente populares, basadas en prácticas indígenas. Estos enclaves representan espacios conflictivos dentro de la lógica de conservación clasista que ha imperado en los centros patrimoniales latinoamericanos y de los que Cuenca es un claro ejemplo (Mancero, 2012). Lo indígena persiste entonces como un elemento a eliminar debido a la inseguridad, caos y estética denostada con la que se lo relaciona. Quizá sea esta una de las razones por las que se evite la implementación de franjas de estancia en este tipo de plazas, donde sus usuarios y usuarias no son bien vistos.
Si se revisa la historia de estos lugares, es evidente su constante vínculo con la cultura popular e indígena, así como resulta claro el afán de las élites por distinguirse de dichas expresiones. Es así que la patrimonialización de estos entornos, promovida en el caso cuencano por las clases sociales de mayor poder adquisitivo y político (Vega, 2017), demanda la expulsión de lo popular para así obtener una imagen urbana depurada. Pero esta práctica no es reciente, sino que está presente desde la fundación española, cuando en Cuenca se demarcan sectores periféricos para “indios”, fuera de la traza fundacional, en los barrios hoy denominados San Sebastián y San Blas. A partir de ese momento, se instaura en el imaginario cuencano una distinción de clase y racial, donde lo indígena es discriminado (Mancero, 2012).
Plazas comerciales desde una perspectiva de género
Al enfocarse en el tipo de comerciantes y sus diferentes prácticas dentro de los casos de estudio, se observó que el género femenino sobresale en el papel de empleadas y dueñas de locales, pero también como usuarias que recorren y habitan la ciudad de manera diferenciada, en cuanto a sus percepciones y experiencias. La manifiesta presencia de mujeres en las plazas comerciales analizadas conecta con la importancia de redirigir la atención hacía el tema del género y cómo este aspecto cumple un rol indispensable dentro del espacio público.
Desde una perspectiva de género, el espacio público representa un lugar para vivir socialmente y para actuar como comunidad emancipada, en lugar de considerarse como un recinto marginal (Carmen y Velásquez, 2015). Como mencionan Hermida y Palacios (2020), las mujeres tienen que enfrentarse a limitaciones, en la mayoría de las veces provocadas por el diseño de los espacios normalizados desde hace varias décadas. La planificación y el diseño de espacios públicos para las mujeres requieren atención permanente en las características físicas y sociales del espacio. También supone la constante evaluación de aquellas implicaciones sociales y físicas del proceso de planificación y diseño, entendidos como prácticas con potencial de reforzar las desigualdades de género o, por el contrario, de avanzar hacia la equidad. Por esta razón, ambas actividades son cruciales en la construcción de ciudades seguras (ONU MUJERES, 2010).
El principal problema de los espacios heteronormativos radica en que, desde la antigüedad, se han ido reforzando sensaciones de inseguridad para las mujeres dentro de los espacios públicos. Este hecho atenta contra el papel fundamental que estas cumplen dentro de los entornos urbanos, así como el de los y las niñas que se convierten en los usuarios clave de estos contextos (Carmen y Velásquez, 2015). Tanto en la Plaza San Francisco como en la Rotary se constató que, además de la fuerte presencia de mujeres, sus hijos e hijas permanecían periodos considerables en estos lugares. Se observó, además, que no cuentan con un sitio donde quedarse mientras sus madres trabajan, ni en el espacio público ni dentro de las reducidas casetas comerciales.
Se trata de plazas comerciales intervenidas bajo una política de conservación y puesta en valor de una ciudad histórica declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad, donde los atributos resaltados son aquellos que refuerzan la noción de un estereotipo de centro histórico, mientras se genera una doble segregación de componentes relevantes. Por una parte, se excluye de manera intencional a lo popular, relacionado con lo indígena. Por otra parte, se omiten las necesidades de las mujeres y especialmente las de sus hijos e hijas, quienes habitan un espacio público que evita su estancia.
Reflexión final
A manera de cierre y para encaminar la atención a los resultados obtenidos en esta investigación, destacan dos aspectos fundamentales al intervenir sobre entornos comerciales dentro de la ciudad histórica latinoamericana: la vigencia de la cultura popular íntimamente relacionada a lo indígena y la importancia de la perspectiva de género. Resalta la cultura popular, que aparece como una expresión de la identidad del sector, en donde se ve reflejado el comportamiento de los usuarios y usuarias de la zona, quienes toman conciencia del valor de estos espacios como conjuntos urbanos portadores de memoria colectiva. Esta reflexión implica detenerse sobre el valor del patrimonio, no solo tangible sino intangible y que está relacionado con la cultura y tradiciones de sus habitantes tradicionales (Cuesta, 2021).
La elevada presencia de mujeres, niñas y niñas en estos espacios públicos remarca la importancia de pensarlos desde una perspectiva de género. Esto no debe entenderse como la priorización de un género, sino como el respeto a las dinámicas preexistentes, que en este caso corresponden a un tipo específico de usuarias, en donde se complementen las demandas de quienes ya ocupan, usan y dan vida a estos entornos. Se incorporan, además, variables como edad, condiciones socioeconómicas, procedencia social, diferentes identidades y actividades.
Actuar en estos contextos desde una lógica contemporánea, como menciona Malo (2018) implica contribuir a conformar la imagen de una colectividad, en donde la cultura popular y la participación de mujeres, niños y niñas, como se ha visto, constituyen elementos primordiales. Es decir, resulta imperativo que durante el proceso de diseño se contemplen consideraciones básicas referidas al sentido de permanencia de las personas que ya habitan estos espacios. Torres (2009) menciona que existen dos tipos de apropiaciones: “utilitaria-funcional” y “simbólico-cultural”. Los usuarios de las plazas comerciales en Cuenca cuentan con ambas; sin embargo, los proyectos de intervención han trabajado únicamente en torno a la primera, desde una visión objetiva en términos funcionales pero permeada de una subjetividad moderna e higienista en cuanto a lo estético.
Tres escalas de actuación en las plazas comerciales cuencanas
Como respuesta al caso de estudio, se sugieren estrategias de intervención, que no deben entenderse como una propuesta definitiva sino como el producto de una serie de reflexiones aquí expuestas. Se busca propiciar el debate sobre la planificación y el diseño de las plazas comerciales del Centro Histórico de Cuenca. Con este objetivo, se proponen estrategias a tres diferentes escalas de actuación: macro, meso y micro.
Dentro de la escala macro, se formula la vinculación peatonal y accesibilidad universal de las diversas plazas comerciales del área patrimonial cuencana, lo que crea interconexiones que fomenten la dinámica comercial en las aceras. Esta consideración debe quebrar la comprensión de la calle como espacio público de paso y ampliar las posibilidades de uso de las veredas, sin estigmatizarlas.
En la escala meso, se propone la adecuación de las plazas como entornos que permitan la estancia y espera, así como el diseño de enclaves para la actividad infantil. En ambos casos, es determinante el manejo adecuado de vegetación, mobiliario, iluminación y visibilidad, para generar espacios confortables, seguros e inclusivos. Se plantea, además, la generación de entornos que propicien actividades populares que se complementen con el uso itinerante y eventual. Se pretende beneficiar la activación del espacio público.
La escala micro remarca a los módulos de comercio como elementos trascendentales en la conformación de las plazas. Estos presentan, actualmente, problemas debido a sus reducidas dimensiones y a la falta de elementos para la protección del sol y lluvia, así como de mobiliario de estancia para las vendedoras. Resulta fundamental contemplar todas estas necesidades al momento del diseño pero, tras analizar las plazas, particularmente San Francisco, se puede inferir que estas falencias obedecen a la intención de minimizar el tamaño de los módulos y así liberar la mayor cantidad de superficie de estos espacios públicos. En este intento, se omite un aspecto primordial, que es brindar confort y comodidad a las comerciantes al momento de exhibir sus productos.
Planeación horizontal de los centros históricos
En el contexto latinoamericano, como menciona Gonzales (2013), las intervenciones que tienen como fin conservar y poner en valor el patrimonio de los centros históricos deben, a su vez, fortalecer la identidad local y el sentido de pertenencia de sus habitantes. “El patrimonio puede considerarse como un elemento que contribuye a que los habitantes de una ciudad conozcan y comprendan a partir del pasado su situación actual” (Rodríguez y Ramos, 2009, p. 59). Tanto la planificación como el diseño deben fomentar la inclusión e interacción entre ciudadanos diversos, la tolerancia y participación de variados grupos sociales, principalmente aquellos vulnerables o que históricamente han sido marginados.
No obstante, desde una perspectiva tecnicista el espacio público suele considerarse como un vacío urbano y, de este modo, pierde su capacidad política, pero sobre todo social (Ursino, Rojas y Muiños, 2020). En este sentido, es imperativo que los entes encargados de la planificación y control de las áreas patrimoniales revisen su agenda, con el fin de evitar exclusiones, omisiones y desplazamientos de usuarios, usos y prácticas preexistentes. Es importante reconocer que durante el periodo en que las ciudades históricas no recibieron mayor atención por parte de las autoridades, estos entornos se mantuvieron vivos pese a todos los problemas que se hayan generado. Esto se debe a dichos usuarios que hoy se busca desplazar (Navarrete, 2019). Resulta fundamental revalorizar el papel de la comunidad y de su patrimonio intangible, así como entender la condición cambiante, dinámica e híbrida de lo patrimonial.
Desde el diseño urbano se vuelve necesario conectar con las culturas subalternas; pero, sobre todo, considerar a la gente que las conforma, por medio de la difusión e intercambio de experiencias que ocurren dentro de los diferentes tipos de espacios públicos en nuestras ciudades y el dinamismo que pueden llegar a producir. Los profesionales que intervengan deben ser capaces de transgredir su propia estética y técnica, para así evitar imponerlas en contextos complejos que ya cuentan con dinámicas culturales y artísticas propias.
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