HACIA UN DISEÑO CONECTADO

CON LAS PRÁCTICAS SOCIALES: ESTADO DE

LA CUESTIÓN


TOWARDS A DESIGN CONNECTED

WITH SOCIAL PRACTICES:

STATE OF THE ART

Anna María Tripaldi Proaño

Universidad del Azuay

Ecuador

atripaldi@uazuay.edu.ec

https://orcid.org/0000-0001-5068-3266





Fecha de recepción: 14 de octubre, 2022. Aceptación: 18 de noviembre, 2022.













Resumen


La situación contextual actual evidencia profundas crisis sociales, económicas y ambientales. La disciplina del diseño requiere acoplarse a los cambios y necesidades contemporáneas y para ello es necesario mirar hacia otros enfoques teóricos que permitan la emergencia de nuevas maneras de mirar y hacer diseño. En este escrito, se recorre por estudios que relacionan el diseño con lo social, el consumo y las prácticas, así como en las nociones básicas de la Teoría de la Práctica Social (TPS). De allí, se analizan casos en los que se han puesto en diálogo el diseño y la TPS. En el recorrido se construye un estado de la cuestión en torno a las posibilidades derivadas del diálogo entre estas dos para, finalmente, evidenciar el potencial de esta relación para el enriquecimiento del marco teórico y práctico de la disciplina.


Palabras clave

Diseño, Teoría de la práctica social, contexto, crisis, objeto.






Abstract


The current contextual situation shows deep social, economic and environmental crises. The discipline of design requires the adaptation to contemporary changes and needs and for this it is necessary to look towards other theoretical approaches that allow the emergence of new ways of looking at and doing design. This paper goes through studies that relate design to the social, consumption and practices, as well as the basic notions of the Theory of Social Practice (TPS). From there, cases are analyzed in which design and TPS have been put into dialogue. In the tour, a state of the matter is built around the possibilities derived from the dialogue between these two to finally show the potential of this relationship for the enrichment of the theoretical and practical framework of the discipline.



Keywords

Design, Social Practice Theory, context, crisis, object.





Nota del autor: El presente texto retoma algunas ideas del estado de la cuestión presentado en la tesis doctoral de mi autoría titulada “El Objeto Diseñado a la luz de la Teoría de la Práctica Social. Caso el teléfono, desde el teléfono fijo de disco hasta el celular 4G en Ecuador (1970 -2020”) - Universidad de Palermo Buenos Aires – Argentina



El modelo de desarrollo capitalista ha instaurado modos de organización social e intelectual fuertemente marcados por la especialización y la compartimentalización; las fórmulas estandarizadas propias de la racionalidad moderna no necesariamente conectan con los contextos humanos, culturales y naturales. Morín (2011) plantea que vivimos momentos de “policrisis”, ligados a la globalización, la occidentalización y el modelo de desarrollo predominante. Estas crisis se producen a nivel económico, ecológico, cognitivo y sociocultural.

El capitalismo centrado en el consumo, un consumo desenfrenado, propicia el mantenimiento de un sistema que “implica un crecimiento continuo de las necesidades y los deseos suscitados por el binomio producción/consumo” (Morín, 2011, p.225) Lo que era superfluo se torna esencial y la seducción publicitaria induce a la compra de productos portadores de virtudes ilusorias. Se generaliza la obsesión por el lucro, por lo cuantitativo y calculable, el círculo interminable del “trabajar dormir, volver a trabajar” (p.227), como modelo de trabajo. A esto, se suma la exposición intensiva al ruido publicitario.

La obsolescencia programada y percibida, el desecho rápido, la tentación permanente de lo novedoso y la preocupación por el estatus, generan en los humanos contemporáneos frustraciones individuales, sociales, psicológicas y morales a las que se busca dar solución a través de rituales de compra y consumo acelerado. Esto solo propicia la emergencia y desarrollo de un individualismo estandarizado.

Frente a esta realidad, Morín (2011) propone que se “debe luchar contra el despilfarro y la intoxicación consumista, más que imponer restricciones o privaciones; debe promover también la calidad en detrimento de la cantidad (…) la primera reacción al empobrecimiento es recurrir al crédito; la segunda, controlar el consumo” (p.231).

El control del consumo es de interés para este escrito, y se aborda desde la comprensión de las relaciones que el individuo establece con los objetos que lo rodean -y por tanto con el diseño- al momento del uso y consumo. Para el autor, la moderación en el consumo debería ceder el lugar a la consumación, entendida como una nueva forma que alterna entre la moderación en lo cotidiano y los momentos de fiesta y despilfarro.

Para posibilitar este proceso, se hace imprescindible reducir la compra de productos de características ilusorias y mentirosas y favorecer normas de calidad en los productos. En palabras de Morín (2011),


… hay que reformarlo y transformarlo todo. Pero todo ha empezado a transformarse ya sin que nos hayamos dado cuenta. Hay millones de iniciativas que florecen en todas partes del mundo. Es cierto que, a menudo, son ignoradas, pero cada una, en su vía, aporta confianza y conciencia (Morín, 2011, p.283).


La crisis global generada debido a la pandemia producida por el virus COVID-19, ha propiciado un proceso de cambio acelerado, así como fuertes cuestionamientos y reflexiones sobre las formas actuales de vida y consumo. De esta misma manera, el encierro al que llevó el proceso de aislamiento también propició reflexiones sobre el futuro del planeta y la posibilidad de disminuir la velocidad de consumo. Permitió evaluar el enorme impacto del consumo acelerado en la naturaleza, tanto respecto del cambio en la calidad del aire, la renovación de bosques y el regreso de animales a espacios que habitaron en el pasado.

Según Angus (2020) la clave está en la rápida readaptación a la nueva realidad. Para ello, se hace necesario generar marcas y productos útiles y solidarios, así como la planificación de un nuevo futuro que considere escenarios radicalmente diferentes. De allí que resulta relevante revisar las respuestas que el diseño y los diseñadores están dando a estos cambios contextuales.

Desde el diseño se proponen una cantidad de enfoques que dan cuenta de un acoplamiento de la disciplina a nuevos retos contextuales. Entre ellos, se encuentran el Diseño para todos, Diseño Universal, Diseño Inclusivo, Diseño centrado en el usuario, Slow Design, Diseño colaborativo, Ecodiseño, entre otros. A pesar de ello, Lagos et al. (2013) y Ramírez et al. (2012) sostienen que aún con estos enfoques, el proyecto de diseño sigue abordándose de forma segmentada y parcial y sugieren la necesidad de encontrar otras formas de mirar, pensar y hacer diseño, formas más encaminadas a la resolución de necesidades reales y básicas, que contribuyan a mejorar la calidad de vida de forma integral.

Shove (2014) explica que las reflexiones sobre, en y para el diseño suelen centrarse en el objeto, sus cualidades y relación con los consumidores, y que las teorías del consumo eluden las cuestiones relacionadas con el uso de los objetos. Esto hace que con frecuencia se deje de lado las conexiones entre todos estos elementos. Con base en esto, la autora sostiene que la Teoría de la Práctica Social (TPS) tiene el potencial para comprender mejor la relación entre el diseño, el consumo y lo social.

Las teorías relacionadas con la práctica social tienen orígenes diversos y tienen en común que ven la práctica social como un resultado, en tanto que la práctica se convierte en unidad de comprensión y generación de lo social. La práctica está íntimamente ligada a la vida cotidiana, al mundo material, los imaginarios, el sentido, y las actividades discursivas.

La práctica social es abordada por Foucault (1997) desde la noción de práctica discursiva y la conformación de escenarios en los que se estructuran las relaciones de poder en la sociedad. Castoriadis (1989), por su parte, concibe a las prácticas sociales como elementos magmáticos cuya composición y forma están en constante cambio y cuyas lógicas pueden comprenderse desde el estudio de los imaginarios sociales. Hans-George Gadamer (1998) afirma que la práctica social implica saber en función de la relación con uno mismo, con los demás y con el todo, donde lo que constituye la práctica social es el lenguaje y su potencial para construir significado e interpretaciones compartidas.

Desde la Etnometodología y la Teoría Social Pragmatista se plantea un abordaje sistémico, donde lo social es un resultado práctico en cuyo centro están las situaciones y las relaciones que se establecen en las prácticas sociales.

En la filosofía, también se puede rastrear autores postsubjetivistas y pragmatistas como Schatzki (1996) y Wittgenstein (1953), quienes proponen que significados y sentidos se soportan en la praxis. En esta misma línea se encuentran otros autores como Warde (2005), Shove (2009) y Nicolini (2012), quienes consideran a la práctica social como un componente fundamental del mundo social.

La TPS actualmente se constituye en una teoría contemporánea encaminada al análisis de problemáticas complejas, debido a su naturaleza sistémica y cuyo enfoque permite replantear el papel de los agentes e individuos y también dar valor al cuerpo y los objetos inmiscuidos en las cuestiones sociales. De esta forma, la TPS proyecta nuevos conocimientos respecto de los discursos, los imaginarios, el poder, los intereses y la identidad.

Nicolini (2012) sostiene que las teorías prácticas son un conjunto de enfoques teóricos, vinculados por una red de similitudes históricas y conceptuales, que brindan diferentes formas de comprender y explicar los fenómenos sociales, mientras que Schatzki (2001) propone que “fenómenos como el conocimiento, el significado, la actividad humana, el poder científico, el lenguaje, las instituciones sociales y la transformación humana ocurren dentro y son aspectos o componentes del campo de las prácticas” (Schatzki, 2001, p.2). Se puede suponer, entonces, que una visión social basada en la práctica permite soluciones a problemas aún no resueltos por otras tradiciones que tienden a describir el mundo en términos de dualismos irreductibles: actor/sistema, sociedad/materia, cuerpo/mente y teoría/acción.

Así, en este enfoque, cada objeto que se inserta en una práctica es un elemento clave en la comprensión del mundo. El objeto es fundamental para ejercer una práctica, así como para la comprensión de lo que esta implica para el sujeto y la vida social. Por otro lado, la teoría práctica también da cabida a la agencia, los agentes, la iniciativa, la creatividad y transforma los conocimientos, los significados y los discursos.

Asimismo, Reckwitz (2002) propone y define la práctica como un comportamiento rutinario que consiste en una variedad de elementos interrelacionados que incluye actividades físicas, mentales y materiales, por un lado, y uso práctico, conocimiento operativo y sentidos y motivación por el otro.

Las prácticas pueden verse como derivadas de procesos socialmente impuestos, o como espacios de dinamismo social y personal en los que se crean y recrean continuamente acuerdos entre individuos y grupos sociales, o en última instancia, como expresiones de la naturaleza humana y sus imaginarios sociales, ya que en estos se definen sus formas de ser y hacer, de pensar, decir y representar. Aquí, el conocimiento es un saber compartido, conformado por métodos prácticos adquiridos a través de los discursos, el cuerpo, el uso de objetos (Murcia et al., 2016). Un practicante que participa de una práctica aprende a actuar, hablar, sentir, esperar y dar sentido a las cosas y acciones que circulan en ella. Así, los sentidos y el conocimiento se ubican en lo físico y discursivo del cuerpo, artefactos, hábitos y preocupaciones personales, describiendo el mundo en términos de prácticas reticuladas y paquetes de prácticas.

De esta manera, el enfoque TPS permite interpretar los fenómenos sociales de manera sistemática y en términos de la naturaleza mundana, concreta y material de la vida cotidiana. Por tanto, el enfoque de TPS se convierte en una decisión ontológica en la que la práctica ocupa el centro de lo social, su reproducción, transformación y organización.

Se evidencia, entonces, que la TPS permite abordar las relaciones que se tejen entre los objetos, los sistemas de objetos, las infraestructuras, la gente y las prácticas; permite observar el lugar de estas relaciones en la vida cotidiana en la que el mundo material, el sentido y las competencias forman un todo con el objeto diseñado.

Por otro lado, en el proceso de diseño es adecuado comprender la vida de los objetos situados en lo cotidiano, para desde allí comprender las posibles conexiones, configuraciones y reconfiguraciones entre objetos y prácticas.

Esta mirada teórica implica también un cambio en el interés de la investigación: de la función de los objetos hacia las capacidades de los individuos para utilizar dichos objetos, del concepto de usuario hacia el concepto de practicante. De este modo, se pasa del análisis del sujeto como un simple usuario a entenderlo como protagonista de la práctica, como individuo que la sostiene y/o modifica, así como individuo que porta, posee, cambia y/o desecha los objetos involucrados en la práctica.

Shove (2014) argumenta que, al ver el diseño como algo más que un proceso de adición de valor, se puede considerar el papel que el diseñador tiene en la generación de cultura material y el consumo de los elementos que la componen. De esta forma, se aborda una disciplina y una práctica del diseño en tanto elementos de influencia directa en la configuración de lo material, donde, a través del diseño de objetos, el diseñador produce sentidos y competencias, además de configurarse como parte de la complejidad de la práctica y la disciplina.

De esta forma, se configura un diseñador que coproduce experiencias de consumo; que a través de sus objetos diseñados interviene en las prácticas cotidianas de la humanidad y que, de alguna manera, propone el tipo de materialidad que circula y se moviliza en los distintos sistemas de prácticas.

Actualmente, se hace urgente visibilizar cómo el diseño puede transformar la cotidianidad, el consumo, y en particular cómo puede ayudar a mantener (o no) prácticas en escenarios de crisis, y, a su vez, cómo las prácticas modifican al diseño y sus formas de mirar y hacer.

Los procesos sociales son siempre complejos, y las posibilidades teóricas y disciplinarias de los métodos son diversas. Por ello, se sugiere estudiar las prácticas para hacer diseño, para lo cual la TPS proporciona un marco teórico contemporáneo, interesante y estructurado que, como explican Murcia et al. (2016), permite mirar a la práctica y el consumo como expresión de la transformación del mundo y del ser humano, las creencias y motivaciones de los pueblos así como sus imaginarios.


La vida cotidiana, tal vez por obvia, no llama la atención hacia uno de los rasgos más elocuentes y conmovedores de lo humano: la convivencia continua e ininterrumpida con los objetos y la intrincada red de vínculos que con ellos establecemos (…) Como sea: un objeto siempre será la expresión legítima de un modo de vivir y ver el mundo (Juez 2002, p.13).


Comprender las dinámicas que se establecen entre los objetos de diseño y las prácticas sociales en las que se insertan permite reflexionar sobre los nuevos caminos que debe tomar la disciplina y la práctica del diseño en los países latinoamericanos para adaptarse a un mundo que cambia rápidamente.

Para ello, es necesario explorar el estado actual de las cuestiones del diseño, en relación al consumo, lo social, así como en relación a las prácticas sociales y la teoría práctica.



Sobre el diseño, el consumo y lo social


Los estudios que se centran en la relación entre el diseño y la sociedad tienden a centrarse en miradas sistémicas. Así, campos disciplinares diversos abordan estas dinámicas complejas desde las que surge históricamente el diseño, como forma fundamental para acoplarse a un nuevo orden.

Algunas de estas dinámicas se pueden ver en autores como Betts (2004), quien examina el papel del diseño en la generación de una cultura industrial progresista en Alemania Occidental. Analiza el período de posguerra y el surgimiento de una nueva cultura del diseño en la que el diseño industrial se mira como vehículo vital para la recuperación económica, la reforma social y el renacimiento moral.

De igual forma, desde la etnografía, Vargas (2013) observa a los emprendedores del diseño en Buenos Aires durante la poscrisis de 2001. Propone un análisis antropológico en el que evidencia cómo las prácticas específicas de los sujetos hacen posible vivir en el marco del sistema de acumulaciones tanto globales como nacionales. Centrándose en los procesos de producción, consumo y moral de la clase media argentina, la autora define su investigación como una contribución a la antropología económica y del diseño.

Desde el enfoque de la economía del consumo, Arámbula Ponte (2015), argumenta la necesidad de repensar el diseño en el contexto de una economía del exceso, en la que nociones como sustentabilidad y responsabilidad social son imprescindibles en las actividades proyectuales. Del mismo modo, Vilchis (2014) advierte de los peligros que pueden conllevar las políticas de diseño basadas en el consumo acelerado y la obsolescencia programada. Manifiesta la necesidad de volver 'al menos más', a la sencillez, a la prudencia en el uso de los recursos y al respeto por la naturaleza y el patrimonio desde un pensamiento crítico.

Gil Miranda (2007) también cuestiona el potencial del espacio creativo para construir contextos libres y dignos. Desde esa mirada, invita a la reflexión sobre la relación entre ética y estética en el campo del diseño y la comunicación.

Por otro lado, Devalle (2009) mira el diseño desde una perspectiva sociológica, introduce el concepto de campo de Bourdieu (1984/1990), aborda el diseño como una práctica cultural y explora cómo se inicia e integra el diseño gráfico como disciplina. Del Giorgio Solfa (2015) analiza a la cohesión social y la innovación como motores clave del desarrollo regional, citando como factores clave la alta cultura industrial, la baja emigración, la existencia de una estructura social cohesionada y, por último, el alto número de población joven.

En lo que respecta a la relación diseño-sociedad, Gamonal-Arroyo (2011) sugiere la necesidad de que, para construir un diseño más centrado en una perspectiva social que en la tradicional visión estética y plástica, se requieren enfoques de base sociológica y comunicativa.

Cuenca (2017) por otro lado, argumenta que el diseño funciona como un agente de modernización, ayudando a generar formas de producción de la realidad a partir del proceso de exclusión y fragmentación del sujeto, su relación consigo mismo, con los demás y el entorno. Afirma que la misma epistemología del campo ha llevado a la práctica del diseño actual al autoexamen. El autor considera necesaria la revisión de las teorías del diseño a la luz de lo que ha sido excluido y de la otredad. Mientras que Dotan y Ventura (2018) critican los últimos desarrollos teóricos en diseño, destacando la necesidad de fortalecer lo que denominan “diseño para la vida” destacando su potencial interdisciplinario e integrador de los variados factores que intervienen al momento de diseñar.

Como se puede evidenciar, hay una interesante tendencia crítica que propone este como el momento para repensar la disciplina, y además orientar este ejercicio reflexivo hacia otras disciplinas o miradas que permitan la emergencia de nuevas formas de hacer diseño, más sintonizadas con los tiempos. Como se mencionó antes, la TPS puede ser una de esas nuevas miradas y enfoques que permitan al diseño reconfigurarse; ya que, nacida en pleno siglo XXI, se alinea con tendencias contemporáneas de pensamiento a la vez que su enfoque sistémico e interdisciplinar empata con la naturaleza de la disciplina.



Sobre la Teoría de la Práctica Social


La práctica ha sido analizada a lo largo de la historia desde diversas disciplinas, entre ellas la filosofía, la antropología, la sociología y la psicología. Al presente, hay trabajos académicos y de investigación que centran su interés en sus estructuras teóricas conceptuales, caminos, aspectos y posibilidades metodológicas. Por otra parte, existen estudios en otros campos como las ciencias administrativas y las ciencias de la educación, que tratan de esclarecer y resolver sus propios problemas desde el concepto de práctica social.

Murcia et al. (2016) muestran el poder del concepto de práctica social como expresión de humanidad más allá de la dimensión funcional. Partiendo del imaginario social, proponen un análisis de las tendencias teóricas sobre la práctica social, situándola como escenario sociohistórico y psicosomático. Retomando conceptos introducidos en las décadas de 1980 y 1990 por Cornelius Castoriadis (1989), quien concibe a la práctica como elemento magmático, consideran la relación entre la Teoría de la práctica y la Teoría de la imaginación. En esta misma línea, está la propuesta de Franco Yogo de Argentina (2003).

Por su parte, Lave y Packer (2011) desde el concepto de lo cotidiano, exponen un acercamiento al estudio de las relaciones entre los saberes y las prácticas sociales, y además reflexionan sobre la relevancia de llegar a una comprensión de los saberes en el día a día.

Ariztía (2017), propone una revisión crítica sobre las potencialidades de la TPS. Revisa sus avances teóricos, a cargo de autores contemporáneos como Schatsky (1996), Shove (2009), Reckwitz (2002), Nicolini (2012) y Warde (2005) que dan cuenta de nuevos y más estructurados planteamientos, a partir de los aportes iniciales de autores como Bourdieu (1980), Foucault (1970/1997) y Giddens (1984) entre otros.

Tanto Murcia et al. (2016), como Ariztía (2017) consideran el carácter sistémico de la TPS y su fortaleza para explicar fenómenos contemporáneos complejos que están invariablemente ligados a los imaginarios, los relatos, el consumo y el poder. Asimismo, Esfeld (2003), utilizando el enfoque filosófico de Wittgenstein (1953), propone una distinción entre conducta social, normas sociales y la autosuficiencia de las prácticas sociales.

Más allá de los enfoques anteriores, TPS ha sido ampliamente usada en aplicaciones referidas a temas de sostenibilidad y consumo. Shove y Walker (2014), relacionan los conceptos de demanda y consumo con la reproducción permanente de paquetes y redes de prácticas. En el proceso, resaltan las maneras en que los compromisos teóricos sociales intervienen en las maneras en las que se pueden explorar cuestiones con mayor eficiencia.

De manera similar, Valdorff-Madsen y Gram-Hanssen (2017) buscan “comprender cómo se incorporan los sentidos en forma encarnada y las prácticas sociales rutinarias, a través de las cuales se siente e interpreta la comodidad” (p.86). Spotswood et al. (2015) explican que la TPS puede proporcionar una alternativa para vislumbrar la dinámica compleja entre los elementos que constituyen la práctica y la del ciclo de la utilidad social. Mientras que Higginson et al. (2014), explican cómo la TPS aporta en la comprensión de los modelos de consumo.

Los trabajos antes presentados evidencian el enorme potencial que la TPS tiene para el abordaje integral de problemáticas urgentes como el consumo y la sustentabilidad en el marco de lo social y lo cotidiano de forma integral y compleja. De esta manera, se puede afirmar también su potencial para el abordaje de problemáticas similares que son típicas en los proyectos de diseño. La TPS además aparece particularmente apta para establecer diálogos disciplinares que permitan posicionar y comprender las prácticas sociales en variados escenarios; esto debido a su carácter sistémico e integral.

En esta línea, se pueden encontrar trabajos como los de Charaudeau (2010) en el área del lenguaje, Camacho Ríos (2006) y Navarro Roldán (2013) desde disciplinas como la historia y la matemática, Contu y Willmott (2006) en temas de administración de recursos humanos, Kustermans (2016) quien analiza la práctica en estudios sobre Relaciones Internacionales. Por otro lado, Maller (2015) profundiza en temas de salud y bienestar, mientras que Magaudda y Minniti (2019) explotan temas tecnológicos.

Resulta interesante cómo la riqueza de posibilidades y alternativas que plantea el enfoque hacia la práctica se alinea con la necesidad actual de explorar nuevos derroteros para la disciplina del diseño. Léuli et al. (2018) en la publicación en Nitro, non traditional research outcomes, del Consejo Australiano de Decanos y Directores de Artes Creativas, plantean la necesidad de extender los estudios orientados hacia las prácticas sociales a otros ámbitos, como los de las artes. En esta línea de ideas, se encuentran trabajos en los que se alinean diseño y TPS, para el abordaje de cuestiones vinculadas a la sustentabilidad socioambiental.



Sobre TPS y diseño


Respecto a estudios que relacionen directamente la TPS con el diseño, se puede encontrar a Lópes et al. (2015) quienes exploran la relación entre diseño y TPS desde la perspectiva de la sostenibilidad y concluyen que podría ser un área de nuevas posibilidades para intervenciones de diseño orientado a la transición hacia un estilo de vida más sostenible. Argumentan que “el diseño tiene el poder de combinar la teoría para lograr el objetivo de 'cambio por cambio” (Lópes et al., 2015, p. 245), y que los enfoques prácticos tienen el potencial de proporcionar diferentes ideas y conocimiento material de análisis sociológico más tradicional.

Las formas en que la innovación se aplica a los ámbitos cultural y social son de particular interés cuando se analiza la relación entre la práctica social, la innovación, el diseño y la cultura. En este sentido, la investigación que reúne el conocimiento, el uso de la cocreación, las crisis económicas, las industrias creativas y la política económica proponen varios análisis que enmarcan la innovación como un proceso social.

La innovación es posible, en cuanto lo nuevo es apropiado por la sociedad en sus actividades prácticas. Se mira a la innovación desde enfoques multidisciplinares que permiten juntar al diseño con el emprendimiento empresarial y la sociología, desde miradas teóricas diversas. Entre estas miradas se encuentran los trabajos de Aspilaga (2014), Burgos (2015), Carlos Córdoba-Cely (2014), y Finquelievich (2007). Son de particular interés los de Hochgerner (2011) y Córdoba-Cely (2014); estos autores sugieren que la innovación es posible a través de redes de actores que interactúan en redes creativas y que están inmersos en unas prácticas sociales determinadas.

Ahora, con relación a estudios enfocados específicamente en el diálogo directo entre el diseño y la práctica social como disciplinas, se pueden citar dos estudios. El primero es el de Kuijer (2014) quien propone que “la teoría del diseño se ha desarrollado e implementado para abordar el problema de los niveles de consumo insostenibles, pero que hasta el momento los esfuerzos no han sido suficientemente efectivos” (p.1) y sugiere que una alternativa viable es el uso de la TPS. Sin embargo, el autor advierte que la TPS no es directamente aplicable en proyectos de diseño de productos y la ve más bien como una postura teórica con potencial para comprender y explicar el orden y la actividad social.

Kuijer (2014) plantea un estudio orientado a descubrir formas de aprovechamiento de la TPS, busca la emergencia de enfoques de diseño más eficaces para el abordaje de problemáticas relacionadas con los altos y crecientes niveles de consumo. A partir de ello, explica que, en la TPS, aunque no completamente, los artefactos se miran como elementos constitutivos e insustituibles de la práctica y que estos configuran los contextos en los que se utilizan. Argumenta, además, que quienes configuran los bienes de consumo que se modifican y reproducen en las prácticas tienen un rol específico en los cambios dentro de los procesos prácticos.

De esta manera, el autor amplía la comprensión disciplinaria de las prácticas de diseño relacionadas con las prácticas domésticas de baño y confort térmico para finalmente, proponer estrategias y sugerencias para el uso de la TPS en proyectos de diseño. Concluye que aún falta explorar a fondo el enfoque hacia la práctica, el mismo que promete un gran potencial y pone énfasis en la necesidad de incluir en futuros estudios otros roles de una práctica -además del diseñador y el usuario-, como los responsables políticos, los arquitectos y los profesionales de la instalación entre otros.

El segundo estudio que analiza diseño y TPS de manera directa es el de Scott (2008), quien profundiza en la relación entre consumo y sostenibilidad en las conductas de uso de productos. Scott (2008) privilegia un enfoque multidisciplinario y selecciona conceptos de codiseño, cocreación y un enfoque sociológico al aplicar la TPS al consumo, sostenibilidad y diseño. Desde esta mirada, analiza la práctica del baño, y sugiere un nuevo diseño de baño y bañera que se alinea a las necesidades de los practicantes y a la vez incluye criterios de sustentabilidad. El estudio, finalmente, enfatiza en que, si bien el diseño no es el único responsable de la actual situación ambiental y del consumo acelerado, sí se debe considerar como un intermediario ineludible para abordar cuestiones sobre el consumo y también para interpretar y reorientar los requerimientos del practicante hacia productos más adecuados.

Esto, para Scott (2008) implica pensar al diseño como un espacio de diálogo más que como momento performativo, donde el diseñador no solo da respuesta a lo requerimientos del usuario si no que se vuelve parte de un proceso cíclico en el que necesidades, expectativas y requerimientos evolucionan en paralelo con las prácticas y los productos. Por otro lado, argumenta que los procesos de codiseño orientados a la práctica, tienen el potencial para empoderar a los usuarios hacia el cambio en sus estilos de vida al mismo tiempo que capacitan a los diseñadores de manera sistémica e integral.

A pesar de los esfuerzos investigativos y el recorrido de los autores revisados en este estado de la cuestión, no se encontraron estudios que propongan un modelo teórico que profundice, abstraiga o describa la relación interdisciplinar entre el diseño y la TPS. Los ejercicios realizados plantean resultados interesantes pero que no se ponen en relación con el quehacer del diseño en sus enfoques epistémicos o teóricos. En ese sentido, la posibilidad de encontrar vínculos entre diseño y TPS que posibiliten una convergencia metodológica sigue abierta.



Conclusión


En este recorrido por el estado actual de la cuestión, se puede notar que existen pocos estudios que teoricen sobre la relación diseño-práctica social. Los hallazgos que discuten la relación entre diseño, ambiente y consumo invitan a reflexionar sobre el diseño desde otras perspectivas y abren la posibilidad de comprender el rol del diseño en el consumo a través de la TPS. Se propone, entonces, la necesidad de profundizar en esta vacancia, con la finalidad de encontrar nuevas perspectivas teóricas para la disciplina que contribuyan a la comprensión de la relación entre diseño, sociedad y consumo de objetos diseñados.

Actualmente, los consumidores están interesados en intervenir en el proceso de configuración de los productos que consumen, son cada vez más exigentes y buscan satisfacer eficazmente sus necesidades. El diseño, junto con el marketing, la publicidad, la comunicación de masas, etc., es uno de los motores del consumo. Hasta el momento, parecería que se ha centrado en satisfacer las necesidades del mercado, llenando la vida diaria con productos que se actualizan rápidamente y ha creado una gran cantidad de artículos de rápido desecho.

Parece que el diseño propone productos que, con frecuencia, no sirven para el crecimiento social, la disminución de la desigualdad o de la pobreza, y que poco enriquecen a los consumidores como seres humanos.

El diseño transforma la vida cotidiana a través de su potencial para transformar o no las prácticas; por ello la urgencia de encontrar nuevas maneras de abordar las relaciones sujeto-objeto-sujeto-contexto, para que sus acciones disciplinares sean positivas y contribuyan a una sociedad más equitativa.

Mirar al diseño desde la TPS permitirá entender las relaciones complejas que se establecen entre individuo y objeto, las formas en que se generan las continuidades y discontinuidades, configuraciones y reconfiguraciones en la práctica y en el diseño. La TPS permite una nueva forma de mirar lo social. El diseño y el contexto están imbricados, al igual que la forma y el significado, por lo que el enfoque de TPS se puede utilizar para analizar el contexto de acción de un objeto de diseño, de modo que el diseñador pueda vislumbrar el posible impacto que tiene sobre lo que sucede en la práctica. Esto supondrá una nueva manera de mirar la cotidianidad, las prácticas, los objetos y las disciplinas como expresiones del mundo y del cambio humano.

Al ser el diseño una actividad proyectual, realiza acciones en y con el contexto, para dar soluciones a necesidades concretas. Por ello, la disciplina está abocada a realizar, como propone Mazzeo (2017), una revisión de sus modos de hacer para que pueda redefinirse y mantenerse vigente, lo que no implica el abandono de sus fundamentos teóricos, sino repensarlos a la luz de nuevas condiciones o, como en este caso, nuevas teorías.




Referencias


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